Jeannine Cruz | Que el dolor no se vuelva costumbre
Y defender la vida, la dignidad y la paz sigue siendo una causa que vale la pena
El 2025 se va dejando una herida abierta, no es un año que se cierre con alivio. Hay imágenes que marcaron este tiempo y que no deberían olvidarse. Hace pocos días circuló un video en redes sociales: una joven perdida bajo los efectos del fentanilo. No era una noticia lejana ni una cifra fría. Era una vida quebrándose frente a todos. Esa escena resume una verdad incómoda: el crimen organizado ya no es solo un problema de seguridad, sino también de salud pública; es una amenaza directa a nuestra juventud, a nuestras familias y al futuro del país.
Ecuador atraviesa tiempos difíciles. Las redes criminales se infiltraron donde no debieron hacerlo nunca. El narcotráfico encontró grietas y por esas grietas entraron la violencia, las drogas y el miedo. Lo más grave no es solo su presencia, sino el riesgo de normalizarla. No podemos aceptar como inevitable que nuestros jóvenes se pierdan, que las calles den miedo o que la vida cotidiana esté marcada por la incertidumbre.
Este año dejó señales alarmantes sobre la fragilidad institucional. Los cuestionamientos que han rodeado al sistema de justicia obligan a una reflexión profunda. Cuando la justicia tiembla, tiembla todo el país. Sin una justicia firme, independiente y valiente, no hay Estado que resista ni ciudadanía que confíe. Y sin confianza, la sociedad se desgasta y se desangra en silencio.
Pero este no es un texto para rendirse. Es un texto para recordar que Ecuador no siempre fue así y que no está condenado a serlo. Fuimos un país de paz, de comunidad y de vida compartida. Esa memoria no es nostalgia: es prueba de que otro camino es posible.
Cerrar el 2025 exige coraje colectivo para enfrentar al crimen sin ambigüedades, para cuidar a nuestros jóvenes antes de que sea tarde, para exigir instituciones honestas y decisiones claras. Y también coraje para no perder la humanidad en medio del miedo.
Porque mientras haya ciudadanos que sientan dolor, indignación y amor por este país, Ecuador todavía tiene futuro.
Y defender la vida, la dignidad y la paz sigue siendo una causa que vale la pena.