Editorial | Extorsión inadmisible
La supervivencia del país exige firmeza y transparencia del primer mandatario, y la renuncia de quien preside la Judicatura
El presidente del Consejo de la Judicatura ha amenazado con dar a conocer los trapos sucios de todos en su comparecencia en la Asamblea Nacional. Tras haber lanzado esta intimidación, no le queda otra opción que hablar y poner al descubierto cada una de las irregularidades y actos de corrupción a los que hace referencia en su advertencia, e inmediatamente después de abrir la Caja de Pandora, renunciar. Asimismo, el presidente de la República, con el fin de mantener su prestigio, está obligado a exigir al presidente de la Judicatura que proceda, sin dilatorias, a hacer las revelaciones con las que busca amedrentar al Gobierno y a toda la clase política. La más probable intención de dicha amenaza es lograr que por efecto del temor generado no se lleve a cabo el debido proceso ante un caso tan grave como el de la denuncia hecha por el juez anticorrupción de que se lo presionaba para que falle a favor de un narcotraficante serbio, y que además se le había retirado la protección policial pese a que su vida estaba en riesgo por el fallo que emitió.
Un presidente de la República no puede ser prisionero de un chantaje. Y tampoco un presidente de la Judicatura, que recurre a la coacción y cuya imparcialidad está más que cuestionada por conflictos de interés que lo relacionan con el crimen organizado, al que debe combatir, puede seguir desempeñando ese cargo. La supervivencia del país exige firmeza y transparencia del primer mandatario, y la renuncia de quien preside la Judicatura.