ONG Maquipucuna
ONG. La Fundación Maquipucuna, pionera de la conservación en Ecuador, ha logrado proteger miles de hectáreas de bosque andino tropicalWeb

Maquipucuna, donde la conservación florece con las comunidades

La Fundación pionera de la conservación en Ecuador, ha logrado vincular ciencia, comunidad y naturaleza

En lo profundo del noroeste ecuatoriano, donde se cruzan el Chocó y los Andes tropicales, la Fundación Maquipucuna ha tejido una historia de conservación viva desde 1988. Nacida de la visión de Rebeca Justicia y Rodrigo Ontaneda, quienes prometieron reservar un fragmento de bosque para la vida, esta ONG sin fines de lucro ha transformado esa promesa en un modelo internacionalmente reconocido de protección ambiental y desarrollo comunitario. "De dos jóvenes visionarios que prometieron reservar una pequeña porción de bosque para su conservación... a los jóvenes fundadores de una organización sin fines de lucro de conservación, Rebeca Justicia y Rodrigo Ontaneda han abierto camino a la conservación en el Ecuador continental", se lee en el sitio oficial de la fundación. Hoy, Maquipucuna es el núcleo de la Reserva de la Biosfera del Chocó Andino, una designación otorgada por la UNESCO que reconoce su papel crucial en el resguardo de una de las zonas con mayor biodiversidad del planeta.

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Durante 35 años, Maquipucuna ha logrado un impacto tangible: más de 1.000 familias han sido beneficiadas a través de proyectos de desarrollo sostenible, educación ambiental, ciencia participativa y ecoturismo. Sus estrategias van más allá de la conservación aislada; integran investigación científica, formulación de políticas públicas y participación comunitaria activa. Ejemplos como Yunguilla, donde 60 familias transformaron prácticas agrícolas insostenibles en un vibrante emprendimiento de ecoturismo y producción de orquídeas, quesos y mermeladas, dan testimonio de este enfoque integral. “Gracias a la visión y el apoyo de Maquipucuna, y al liderazgo de la comunidad, Yunguilla se ha convertido en una comunidad modelo e independiente”, destaca la organización.

Otro de sus logros notables es la participación en la protección del Bosque Protector Los Cedros del Río Tigre, parte de la Reserva de la Biosfera Gran Sumaco, y el proyecto PAZ (Proyecto Agroforestal Zamora), ejecutado entre 1989 y 2002 en el sureste del país. Este último ayudó a mitigar los impactos de la colonización en las zonas de amortiguamiento del Parque Nacional Podocarpus mediante el impulso de agroforestería, educación ambiental y la creación de nuevos bosques protegidos. Con ello, se consolidó la Reserva de la Biosfera Podocarpus-El Cóndor.

El oso andino, guardián del Chocó

Uno de los protagonistas de la biodiversidad en Maquipucuna es el oso andino de anteojos (Tremarctos ornatus), una especie en peligro de extinción y endémica de Sudamérica. Cada año, entre agosto y enero, hasta dos docenas de estos osos suelen congregarse en la reserva para alimentarse del fruto del aguacatillo, permitiendo observaciones únicas para los visitantes e investigaciones para los científicos. En palabras de la fundación, "Actualmente se realizan investigaciones para identificar individuos y estudiar su comportamiento dentro de la reserva".

Maquipucuna también se ha consolidado como un polo de atracción para la investigación internacional. Recibe estudiantes y científicos de universidades como UC Davis, The University of Georgia y Cornell. Se han realizado estudios sobre flora, fauna, nutrición animal, composición del suelo, agricultura sostenible y cambio climático. La estación científica está completamente equipada y ofrece un espacio de alojamiento confortable y adecuado para estancias prolongadas de estudio.

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El compromiso de la fundación se extiende al voluntariado. “Los voluntarios son personas dispuestas a dar y recibir. Deben tener ganas de aprender sobre un entorno en peligro mientras se sumergen en una nueva cultura. Deben desear preservar este hábitat único dentro de los puntos críticos de biodiversidad del mundo. Deben ser capaces de trabajar individualmente o colaborar en grupo e involucrarse en el desarrollo comunitario. Deben tener ciertas cualidades, como honestidad, flexibilidad, iniciativa, creatividad, responsabilidad, amabilidad y amor por la naturaleza”, señala su sitio oficial. A cambio, reciben hospedaje, alimentación y la oportunidad de ser parte de una comunidad que valora la biodiversidad como motor de desarrollo. “Vivir y aprender en una atmósfera única”, es una promesa que se cumple con cada experiencia.

Ecoturismo que respira con la naturaleza

Además, los voluntarios pueden participar en talleres educativos para comunidades y personal, tienen acceso gratuito a los senderos guiados, a internet, y a materiales de consulta. Maquipucuna les proporciona alojamiento, ropa de cama y tres comidas diarias adaptadas a diferentes dietas. El aporte económico cubre los costos de alojamiento y alimentación: $450 por mes para estancias menores a tres meses y $360 si la estancia es mayor.

En cuanto a infraestructura, la fundación ofrece distintos tipos de alojamiento dentro de su ecolodge, que van desde casas familiares hasta zonas de camping completamente equipadas, todas integradas al entorno natural del río Umachaca. La Casa Umachaca, por ejemplo, “se siente como estar en una gran casa del árbol”, con vistas a comederos de aves y un ambiente ideal para el descanso o el aprendizaje.

En suma, Maquipucuna ha demostrado que la conservación no es un acto solitario, sino un proceso colectivo y persistente que se construye con conocimiento, comunidad y amor por la vida. A través de su modelo replicable, ha sentado un precedente para nuevas generaciones de líderes ambientales y ha demostrado que es posible prosperar en armonía con la naturaleza.

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