
De lo ideológico a lo emocional: repensar la política desde la universidad
Expertos sugieren superar los ciclos electorales con políticas de Estado y un plan nacional que trascienda gobiernos
En un mundo marcado por la polarización, la política ha dejado de ser solo un terreno de confrontación ideológica para convertirse en un fenómeno emocional que atraviesa las instituciones, los liderazgos y hasta la vida cotidiana. Desde la academia, el estudio de la política debe ir más allá de la coyuntura y adentrarse en sus raíces estructurales, sus consecuencias sociales y las posibilidades de transformación que ofrece.
De acuerdo con el informe Perceptions of Democracy de International IDEA (2024), en 11 de 19 países analizados menos de la mitad de los ciudadanos confía en que las elecciones fueron libres y justas.
En América Latina, el Latinobarómetro 2024 revela que siete de cada diez personas consideran que los partidos políticos no los representan, lo que refleja un deterioro profundo en la legitimidad de las instituciones. Este escenario plantea una pregunta urgente para las ciencias sociales: ¿cómo pensar la política en sociedades donde la democracia misma es puesta en duda?
La política como campo de análisis crítico
Para Santiago Pérez Samaniego, director de la carrera de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UTPL, la política debe entenderse como un proceso de resolución de conflictos sociales mediante el diálogo, la negociación y la construcción de consensos.
Sin embargo, observa que hoy prima lo contrario: “bloqueos sistemáticos, discursos incendiarios y estrategias basadas en la confrontación emocional”
El estudio académico de la política, en este sentido, no puede limitarse al análisis de partidos, elecciones o ideologías. Implica también explorar los vínculos entre el sistema político y fenómenos más amplios como el populismo, el autoritarismo o la erosión de la confianza ciudadana. El análisis comparado y la perspectiva histórica resultan fundamentales para comprender que la polarización no es un fenómeno aislado de Ecuador o América Latina, sino parte de un proceso global en el que la democracia liberal enfrenta cuestionamientos crecientes.
Lo político y lo emocional: nuevas fronteras de investigación
Un aporte clave de la academia es señalar que la política no se reduce al espacio institucional. Aranzazu Cisneros, docente de Psicología, advierte que cuando el desacuerdo se convierte en rechazo hacia la persona misma, entramos en el terreno de la polarización afectiva: una dinámica en la que el adversario deja de ser un contrincante y pasa a ser visto como una amenaza o un enemigo. Este paso, explica, puede derivar en procesos de deshumanización, donde se justifica la exclusión o incluso la violencia.
Para los investigadores sociales, este campo abre una línea crucial: estudiar cómo los factores psicológicos, emocionales y comunicativos influyen en la dinámica política. En un contexto donde las redes sociales potencian los discursos extremos, la academia debe aportar con marcos teóricos y metodológicos que permitan comprender cómo la indignación digital transforma los comportamientos ciudadanos y las decisiones electorales.
Educación, planificación y pensamiento a largo plazo
La reflexión académica también debe proponer salidas. Entre ellas, Pérez plantea la necesidad de contar con operadores políticos técnicos que trasciendan los intereses partidistas y promuevan acuerdos de Estado. Una visión académica de la política requiere, además, pensar en horizontes más allá del ciclo electoral inmediato: “¿Por qué no tenemos un Plan Ecuador 2040?”, cuestiona el especialista.
Asimismo, el campo educativo se convierte en un aliado indispensable. Según Cisneros, formar a las nuevas generaciones en inteligencia emocional y pensamiento crítico puede contribuir a que las diferencias políticas no se transformen en trincheras irreconciliables. Desde la academia, entonces, el estudio de la política no es únicamente descriptivo, sino también normativo: busca orientar la convivencia democrática en un mundo cada vez más dividido.