PRIMERA IMPRESIÓN
El vestuario que lucimos es una de las primeras señales que el cerebro capta cuando conocemos a alguien por primera vez.FREEPIK

¿Cómo te ven, te tratan? Por qué la apariencia afecta cómo nos perciben

Conozca por qué la apariencia afecta el trato que recibimos y define cómo nos perciben incluso antes de hablar.

Todos hemos sentido ese microsegundo incómodo en el que alguien nos mira de arriba abajo y decide, incluso antes de que digamos “hola”, definir quiénes somos. A veces, ese juicio express nos favorece y otras, nos encasilla en estereotipos que no tienen nada que ver con nuestra esencia.

Para saber por qué ocurre esto, SEMANA conversó con expertas en comportamiento humano y asesoría de imagen, quienes explican cómo funcionan esos sesgos invisibles y cómo usar nuestra imagen a favor sin sacrificar autenticidad. Porque sí, la primera impresión importa, y saber gestionarla también es una herramienta poderosa.

Poder invisible de la apariencia

La psicóloga clínica Jasmin Lama explica que la apariencia tiene un impacto inmediato porque el cerebro trabaja de forma rápida. “Cuando vemos a alguien, la imagen es lo primero que recibimos y, en cuestión de segundos, la mente empieza a construir una idea de quién es esa persona, incluso sin que lo notemos”.

Lama destaca el papel del conocido ‘efecto halo’ que hace referencia a que “si algo de la apariencia nos resulta agradable, como la sonrisa o la forma de vestir, asumimos que esa persona también es amable, responsable o confiable”. No es consciente, pero es un atajo mental que utiliza el cerebro para simplificar la realidad.

Además, a esto se suma la influencia cultural. Pero… ¿qué es? Desde pequeños, explica la especialista, vemos en medios y redes sociales modelos de belleza que se presentan como “lo ideal”. Sin darnos cuenta, empezamos a asociar esas imágenes con éxito, valor o profesionalismo. Por eso, cuando conocemos a alguien que encaja en esos patrones, solemos tratarlo de manera distinta.

En conjunto, estos factores muestran por qué la apariencia tiene tanto peso: buscamos evaluar rápido, generalizamos a partir de un solo rasgo y cargamos ideas aprendidas por la cultura. Ser conscientes de estos mecanismos nos permite frenar juicios precipitados y relacionarnos desde una mirada más justa y profunda.

¿Importa la ropa que usa?

El vestuario que lucimos es una de las primeras señales que el cerebro capta, explica Lama. “Como aún no conocemos a la persona, la mente utiliza lo que ve para construir una idea. Con los años, hemos aprendido a relacionar estilos con seriedad, informalidad o responsabilidad”. Estas asociaciones no siempre reflejan quién es alguien, porque la ropa expresa gustos, no carácter ni capacidad.

La asesora de imagen Alejandra Paredes coincide en que la forma de vestir influye en el trato. “Te tratan como te vistes”, tanto en lo personal como en lo profesional. Alguien que luce desarreglado podría transmitir poca confiabilidad. “Somos una sociedad muy visual. Y aunque no deberíamos juzgar, es algo que ocurre: un look descuidado puede hacer que no tomen a alguien en serio o incluso llevar a situaciones discriminatorias”.

Por eso, ambas expertas aseguran que al conocer cómo funciona el vestuario, se puede utilizar esta herramienta para ayudarnos a comunicar mejor nuestra intención y a proyectar lo que queremos que los demás perciban.

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Impacto emocional

Lama comenta que sentir que somos bien recibidos por nuestra apariencia puede generar un efecto inmediato de bienestar porque “cuando alguien percibe que encaja visualmente en un entorno, suele desenvolverse con más seguridad y fluidez”. Esa sensación de validación externa actúa como un pequeño impulso emocional que tranquiliza y refuerza la confianza personal, aunque no siempre seamos conscientes de ello.

Eso sí, el problema aparece cuando la reacción de los demás va en la dirección opuesta. La experta señala que si una persona percibe rechazo, miradas críticas o comentarios sobre su ropa o su aspecto físico, es común que aparezcan emociones como vergüenza, incomodidad, inseguridad o la idea de “no soy suficiente”. Esto va mermando la autoestima y puede llevar a que alguien intente modificar su forma de vestir solo para evitar esa tensión, más que por un deseo genuino de expresión personal.

A largo plazo, estos juicios también pueden influir en cómo nos relacionamos. Cuando sentimos que nos valoran solo por la apariencia, puede surgir desconfianza o miedo a mostrarnos tal como somos. Y si somos nosotros quienes caemos en ese tipo de evaluaciones, corremos el riesgo de perder conexiones más auténticas al no darnos la oportunidad de conocer realmente a los otros. Por eso, crear espacios donde las personas se sientan aceptadas por quienes son, y no por cómo se ven, es clave para construir relaciones más sanas y seguras.

Ropa y colores con intención

Para Paredes, sacar provecho de la imagen no se trata de seguir todas las tendencias, sino de elegir prendas que realmente nos representen. Vestirse desde la autenticidad evita la presión de “encajar” y nos permite proyectar seguridad.

En el ámbito laboral, la clave es proyectar prolijidad. Paredes sugiere un maquillaje suave en mujeres, un corte de barba bien mantenido en hombres y evitar el uso excesivo de perfume. La ropa debe lucir limpia y en buen estado, sin escotes profundos ni prendas demasiado ajustadas. Los colores son aliados potentes: la gama de azules combinada con blanco es ideal para transmitir sobriedad y profesionalismo. También funcionan tonos suaves como rosado bajo, lavanda o verde menta, que suavizan la presencia sin restar seriedad. Los estampados deben ser discretos y proporcionados para no distraer.

En espacios personales o sociales, Paredes recomienda flexibilizar la paleta. Tonos como celeste, rosado, amarillo bebé o pasteles ayudan a generar cercanía y una energía más abierta. El negro, aunque elegante, puede verse más distante o apagado en ambientes donde se busca conexión emocional. Colores como verde esperanza, verde menta, blanco, gris y chocolate funcionan en prácticamente cualquier ocasión porque transmiten frescura y equilibrio.

En cualquier escenario, también es recomendable evitar la ostentación: mostrar demasiadas marcas o prendas costosas puede transmitir la idea de que se busca reconocimiento social, más que profesionalismo o coherencia personal. En cambio, detalles simples marcan la diferencia: zapatos limpios, ropa bien planchada, buen aseo personal, peinado ordenado y manos cuidadas.

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