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Figura. Pabel Muñoz, alcalde de la capital, y Luisa González son l´´ideres del partido Revolución CiudadanaCaptura de video

El político nacional es carne de meme

¿Qué debate proponen a la sociedad los líderes políticos y los partidos ecuatorianos? ¿De qué se ocupan? No de lo importante

A la presidenta nacional del correísmo y virtual candidata a la presidencia de la República por ese partido, Luisa González, le preocupa el color de la bandera que cuelga en alguna oficina del consulado ecuatoriano de Newark, Nueva Jersey: el azul está demasiado morado para su gusto. “Amarillo, morado y rojo... Ahora se entiende todo, saquen sus conclusiones”, escribió, escandalizada por lo que considera una afrenta imperdonable y una conspiración gubernamental, en un tuit de medianoche que causó una andanada de comentarios hilarantes a los que parece ser inmune. “Ya duerma”, le recomendó alguien. Meme viviente de la tuitosfera ecuatoriana, Luisa González es el ejemplo extremo de una degradación que carcome hasta la médula el pensamiento político nacional, si tal cosa existe aún y no se ha convertido en un oxímoron. Una degradación que hace de nuestros insignes políticos unos auténticos extraterrestres. ¿De qué se ocupan? ¿A qué se conectan? ¿Qué debates proponen a la sociedad? ¿Cuáles son los temas a los que conceden importancia y qué tienen que ver con nuestras vidas?

Debate sobre los chanchos en el Parlamento de Dinamarca: se discute sobre sus condiciones de crianza, su alimentación, la calidad de su carne, su incidencia en la salud pública y las posibilidades de mejorar la dieta de los daneses sin afectar la economía de los ganaderos. El episodio es de ficción (corresponde a la serie ‘Borgen’, un drama político en cuatro temporadas disponible en Netflix), pero retrata con bastante fidelidad el tipo de cuestiones que capturan el interés de los partidos en una de las democracias más sólidas y mejor evaluadas del mundo. En esta suerte de ‘House of Cards’ nórdico, los políticos son manipuladores, a veces corruptos, siempre ambiciosos y sedientos de poder, como en todo el mundo, pero se ocupan de cosas reales que afectan la vida de los ciudadanos: la comida, por ejemplo. A los nuestros, en cambio, un escándalo de contaminación por plomo en alimentos no consiguió conmoverlos; la revelación de que los laboratorios de las agencias estatales que debieran controlar esta situación no disponen de los equipos necesarios para detectar la contaminación por plomo en alimentos tampoco los movió a buscar una solución. Apenas si se les ocurrió llamar a la ministra de Salud a la Asamblea, con la vaga intención de hallar un culpable y el resultado predecible: a fecha de hoy, nadie sabe en qué quedó la cosa. ¿Seguimos comiendo plomo? ¡A quién le importa!

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Sí, la fiscalización es importante. Pero en Ecuador se ha convertido en una suerte de bálsamo para tranquilizar conciencias. Cuando el país afronta una crisis eléctrica de dimensiones colosales y la única idea que se le ocurre a la Asamblea es hacer juicios políticos, hay algo que no funciona. ¿No hay nada que repensar en el sistema energético nacional? ¿Ninguna causa estructural que merezca la pena tratar? ¿Todo es cuestión de identificar al funcionario ineficiente, atribuirle la causa del problema y censurarlo? Eso y exigir al gobierno de turno que destine los fondos necesarios, él sabrá de dónde los saca, para mantener centrales hidroeléctricas podridas de puro mal hechas, poner a funcionar plantas térmicas a medio hacer por culpa de diez años de corrupción y ejecutar obras que algún burócrata planificó en tiempos de bonanza. Más allá de eso, ¿dónde está el partido que tenga una propuesta de políticas públicas coherentes y aplicables para superar la crisis energética? Ese partido no existe.

Lo mismo se puede decir de todos los temas importantes. En febrero pasado, la comunidad educativa del país quedó sobrecogida por los resultados de la prueba Ser Estudiante, que evaluó el rendimiento escolar en 1.084 instituciones educativas. Se descubrió que el colegial ecuatoriano promedio no es capaz de resolver un problema de matemáticas básicas y carece de comprensión lectora. Esta noticia devastadora para cualquier sociedad en el siglo de la tecnología y la información no fue ni remotamente acompañada por los líderes políticos. No es solamente que fueron incapaces de proponer al país un debate sobre la miseria educativa nacional y cómo salir de ella (de hecho, no han pasado tres meses y el tema ha quedado en el olvido); pero es que ni siquiera se molestaron por expresar su preocupación, probablemente porque no la sienten en absoluto. ¿De qué habría de preocuparse un asambleísta que tampoco entiende lo que lee? ¿Qué otra cosa va a hacer él sino exigir al gobierno (iracundo, vehemente y a los gritos) aumentar el presupuesto para la educación? ¿De dónde? Él verá.

Otro de los grandes problemas nacionales, seguramente relacionado con el anterior, es la desnutrición infantil. Pasó de moda. Al movimiento indígena le estalló en la cara cuando marchó masivamente a Quito para exigir que nadie ponga un dedo sobre el subsidio a los combustibles fósiles. Llegaron con mujeres y guaguas a la Universidad Central y los médicos de ahí les practicaron un chequeo de rutina: descubrieron que la mayoría de los niños sufría desnutrición crónica. Desde entonces, la máxima prioridad del movimiento indígena y su líder sigue siendo mantener intocado el subsidio a los combustibles. ¿Alguna idea para atacar el problema más dramático de la agenda nacional? En absoluto. ¿Cómo es posible que ningún líder político, ningún partido, ninguna autoridad haga un esfuerzo por mantener vivo en el debate público el interés por semejante tragedia?

Mientras tanto, la seguridad social se encuentra al borde del colapso. Augusto de la Torre, respetado economista que hizo parte de una comisión a la que el gobierno anterior encargó el diseño de una propuesta para mantener a salvo el fondo de pensiones (propuesta que los políticos no debatieron y ya fue olvidada) piensa que precisamente por ahí, por el problema de las jubilaciones, va a llegar el fin de la dolarización. Y que está a la vuelta de la esquina. Llegará un momento en que el IESS no tendrá de otra que pagar las jubilaciones con papeles del Estado: será el principio del fin de la estabilidad monetaria. Acaba de ocurrírsele al presidente del directorio del IESS, Eduardo Peña, la peregrina idea de subir la edad de jubilación a los 70 años. ¿Qué piensan los partidos y movimientos políticos? Ellos, que se preparan para gobernar e intentarán hacerlo en las próximas elecciones, ¿han hecho cálculos actuariales para hacerse una idea de lo que les espera? ¿Han elaborado una propuesta de solución? ¿Por qué no la debaten? ¿Es mucho pedir que podamos acercarnos a las urnas conociendo con exactitud lo que cada candidato piensa hacer con la seguridad social? ¿O acaso esperan llegar ahí para improvisar sobre la marcha, como evidentemente está haciendo Daniel Noboa? Jaime Nebot, Rafael Correa… Deberían tenerlo clarísimo. Pero no dicen una palabra.

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Y también está el problema del agua. El documental ‘La vida de un río’, que la semana pasada estrenó el fotógrafo Jorge Juan Anhalzer (disponible en YouTube) muestra la transformación del río Pita, desde su nacimiento en los deshielos del Sincholagua y el Cotopaxi, hasta convertirse, a su paso por Quito, en un ponzoñoso torrente de aguas tóxicas que riega extensas zonas de cultivos. El proyecto para la construcción de una planta de tratamiento que purificaría esas aguas estaba listo y financiado, pero los políticos a cargo de la Alcaldía de Quito han tenido siempre otras prioridades. Nada le han propuesto a la ciudad: el quiteño de a pie ignora que semejante problema existe y engulle sin sospechar los aguacates regados por sus propias heces. Esto ocurre en todo el territorio nacional: en las bananeras de la Costa que se fumigan con productos tóxicos; en las minas del sur del país que echan al agua sedimentos y metales pesados; en las chancheras de Santo Domingo que descargan sus desechos en los ríos. ¿Qué proponen los partidos? ¿Cómo es que no tienen a la sociedad hablando de este tema? ¿Cómo pretenden gobernar este país si no entienden de chanchos?

Ahí va la candidata a presidenta por el partido más grande del país, recorriendo los consulados del planeta con el pantone en la mano, mientras millones de niños desnutridos llegan con déficit de atención a las pésimas escuelas; mientras ejércitos de analfabetos funcionales se gradúan cada año como bachilleres y terminan, algunos de ellos, convertidos en asambleístas, jueces, funcionarios… Preocupadísimos por lo que dice la candidata sobre los colores de la bandera en el consulado de Newark. Esta incapacidad de los políticos para aterrizar en los temas importantes para la vida tiene un nombre: subdesarrollo.

  • Lo relevante. Ahí va la candidata correísta, con el pantone en la mano verificando los colores de las banderas, mientras millones de niños llegan con déficit de atención a las escuelas.

  • Ni una idea. Más allá de exigir al gobierno de turno que invierta plata que no tiene, ¿dónde está el líder político, el partido, con una propuesta clara sobre cómo salir de la crisis eléctrica?

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