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Roberto Aguilar: Mañosos, insensatos y autocráticos

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25 años de servicios tienen que fajarse los diplomáticos de carrera para llegar a embajadores

“Esta es una propuesta del Legislativo”, se lavó las manos la canciller Gabriela Sommerfeld en la entrevista que concedió ayer a Miguel Rivadeneira, de Radio Democracia. Una coartada como cualquier otra, que no consigue ocultar el hecho fundamental de que el proyecto de bajar a 30 años la edad mínima de los embajadores de cuota política es una jugada mañosa, insensata y autocrática que sólo puede atribuirse al capricho del presidente Daniel Noboa. ¿Una propuesta del Legislativo? ¿De quién? ¿De Jonathan Parra, el presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales, a quien Noboa le pide atacar en redes sociales a la legisladora Ana Galarza y el bien mandado va y lo hace? ¿O de cuál otro de los asambleístas de ADN, ansiosos por hacer puntos ante el jefe con el fin de anotarse una candidatura para la reelección? Una propuesta del Legislativo: chistosita está la canciller de la República.

La jugada es mañosa porque se pasa por el forro los más básicos procedimientos legislativos y la misma ley de la Asamblea. Pretende reformar una ley, la de Servicio Exterior, mediante disposición transitoria incluida en un proyecto de reformas a otra ley, la de Movilidad Humana. Disposición transitoria que, para más inri, aterriza en segundo debate sin haber sido discutida nunca, por nadie, ni en la comisión ni en el Pleno. Simplemente, había un paquete de reformas a la ley de Movilidad Humana que esta legislatura heredó de la anterior, que ya fue aprobado en primer debate hace más de un año y al que la actual Comisión de Relaciones Internacionales añadió esta reforma bajo el pretexto de que bajar la edad mínima para ser embajador de cuota política servirá para “favorecer el empleo joven”, tal cual. Porque claro, los ecuatorianos somos una cuerda de boludos que nos vamos a tragar semejante cuento, semejante estupidez. Vaya grosería.

La jugada es insensata porque indispone a todos los funcionarios de carrera del cuerpo diplomático, que tienen que fajarse 25 años de servicios, aprender a ser terceros, segundos, primeros secretarios, consejeros y ministros de servicio exterior, con evaluaciones anuales y paciente acumulación de experiencias y especialización de por medio, antes de ganarse, al cabo de tanto esfuerzo y frisando en los 50 de edad, como Don Quijote, el derecho de optar por el título de embajador. La reforma propuesta no sólo permite ser embajador de cuota política a los 30 años, la edad a la que los diplomáticos empiezan su carrera, sino que elimina el requisito de haber prestado “relevantes servicios a la patria”, claro: ¿de cuál de los amigos de Daniel Noboa se puede decir tal cosa? Y se trata de eso, ¿no?, de que el presidente ponga ahí a sus amigos, como ya puso en el ministerio de Ambiente a una veinteañera que necesita ir a todo lado con su viceministro para que le susurre al oído lo que tiene que decir. Alfredo Pareja Diezcanseco, Benjamín Carrión, Jorge Carrera Andrade, Galo Plaza fueron embajadores de cuota política. Ahora se pretende nombrar, en Washington nada menos, ¿a quién? ¿Soledad Peña? O sea… ¿quién?

Este paupérrimo concepto del servicio exterior es propio de déspotas iletrados. Por eso la jugada es, para terminar, autocrática. Porque es de tiranuelos eso de aprobar leyes con dedicatoria, leyes con nombre y apellido, como esta reforma vergonzosa.