
Avanza recuperación de supercorales en Galápagos
El proyecto a cargo de Reef Revival se lleva a cabo con la siembra submarina. La renovación se realiza en la isla Isabella
La recuperación de arrecifes de coral en las Islas Galápagos avanza con siembras submarinas de “supercorales” en el fondo marino de Isabela, la isla más grande del archipiélago ecuatoriano, donde el fenómeno de El Niño de 1982-1983 arrasó con 16 de los alrededor de 17 arrecifes de esos seres marinos invertebrados.
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Galápagos albergó algunos de los ecosistemas arrecifales más diversos del Pacífico Oriental, pero el único que sobrevivió a ese calentamiento inusual de las aguas superficiales está en la isla Wolf, al norte del archipiélago, situado a unos mil kilómetros de las costas continentales de Ecuador, y que también se vio afectado por el fenómeno de El Niño de 1997-1998.
Los restos de la devastación pueden apreciarse en lugares como la bahía Rosa Blanca, de San Cristóbal, la isla más oriental del archipiélago, donde miles de fragmentos de esqueletos pétreos de corales cubren por completo una cala cercana, depositados por el mar con el paso de los años.
Karem Arreaga, del proyecto de Conservación y Restauración de Corales en Isabela, de Galapagos Reef Revival, dijo a EFE que en esa isla solamente quedaron remanentes de los corales, a los que por su alta resiliencia pasaron a llamar “supercorales”.
Reef Revival, que tiene como socios a la fundación Jocotoco, a Re:wild y al Parque Nacional Galápagos, entre otros, ha realizado varias expediciones para caracterizar la cobertura coralina y ha cartografiado seis comunidades coralinas no descritas previamente, generando información valiosa sobre el estado de salud, diversidad y abundancia de los corales nativos.
El trabajo de restauración en Isabela -con tipos ramificados y masivos- comenzó en 2021 con un vivero piloto, y hasta ahora han sembrado unos 7.000 corales en alrededor de 5.000 metros cuadrados, a entre cinco y diez metros de profundidad.
¿Cómo se realiza la recuperación?
Los expertos tomaron los fragmentos de los corales que habían en Isabela, y los tejieron en cuerdas, que luego pusieron en camas, para iniciar un proceso de vigilancia de su salud y crecimiento en un trabajo conjunto entre biólogos, investigadores, profesores, analistas y científicos de datos, entre otros.
Después de ocho meses o un año, los corales tienen un tamaño adecuado como para sembrarlos en otro lado, pero los expertos dejan en el sitio original muestras para volver a fraccionar en pedazos de unos cinco centímetros para tejerlos nuevamente en las cuerdas.
A nivel mundial -recordó Arreaga- lo que más afecta a los corales es el blanqueamiento, que se da como consecuencia de las corrientes.
“Hay mucha fluctuación en las temperaturas por el cambio climático. El coral se estresa y expulsa estas micro algas que trabajan con ellos, y se quedan de color blanco”, explicó.
El “coral por sí solo no puede sobrevivir, necesita esta alga para poder crecer y seguir alimentándose”, dijo al indicar que, para alimentarse, las algas obtienen los nutrientes del agua y, a su vez, se los pasan a los corales. “Es una simbiosis perfecta”, añadió.
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