
La esperanza y la obligación marcaron el voto en Guayaquil
Pocos asistentes en las primeras horas, pero prevalecía la fe a días mejores y el nerviosismo por resultados
Las consultas populares han adquirido una frecuencia anual, pero aun así hay personas que afrontan cada jornada electoral como algo novedoso, desconocido y que llena de incertidumbre a medida que corre el reloj.
Una convocatoria a votar
Este domingo, en Guayas la sesión inaugural tuvo como sede la Universidad Ecotec, al norte de Guayaquil. Desde temprano, centenares de jóvenes acudieron al llamado democrático de conformar las juntas receptoras y luego contar los votos.
Es la primera vez que me toca votar, ya cumplí los 16 años. Yo no quería, pero mi mamá insiste en que todo voto cuenta”, confesó Mayra F., quien afuera de su lugar de sufragio observaba su primer certificado de votación como una extraña novedad.
La directora provincial, Rosa Tapia, destacó en su discurso que este año hay 41.684 electores nuevos que se han sumado al padrón, y pidió que el país tenga una jornada democrática donde prime la paz.
Ya marcadas las siete de la mañana, las juntas empezaron a recibir a los votantes. “No me gusta dejar las cosas para luego, por eso madrugo. Yo trabajo en un supermercado y mi turno es el de la tarde, por lo que esta es la única franja en la que puedo asistir”, comentó Kristhel Vourne.
En otros recintos, individuos reclamaban por eventualidades que surgían al momento de sufragar. En la Unidad Educativa 28 de Mayo, Aynoha R. denunció que le tocaba ser vocal de su junta, pero las fuerzas del orden frenaron su ingreso al recinto antes de las siete de la mañana.
“Cuando por fin entré y quise presentarme para firmar y quedarme, me negaron la participación. Un delegado del CNE se portó malcriado, me señalaba el reloj diciéndome que llegué tarde y que ni le ruegue. En la capacitación nos explicaron que no teníamos que presentar un certificado de que nos tocaba estar en mesa para entrar, y ahora resulta que lo piden a la entrada. Muy mal gestionado esto”, se quejó con EXPRESO en el momento en que pedía un taxi para retirarse de dicho recinto, que de paso queda lejos de su casa.

Adentro también dominaba el nerviosismo por el futuro de la patria. “Sí tengo miedo. Hay personas que desconocen el tema de las preguntas y votan por lo que ven en redes sociales y no a conciencia”, argumentó Dariela Ruiz, una mujer embarazada que acudió temprano para evitar el tráfico de la tarde.
Por otro lado, Roxana Pincay, de 34 años, estaba sorprendida de que en su recinto electoral hubiera poca afluencia de personas. Ella votó en el Colegio Nacional Guayaquil, ubicado en el centro-sur de la urbe porteña. En su opinión, eso se debió a que hay una cierta antipatía a votar, ya que “no ha cambiado nada en el tema de la delincuencia”.
Sin embargo, otros expresaron sus esperanzas de cambio, como Alex Suárez, de 43 años. Él acompañó a sus dos hijas, de 22 y 23 años, a que participen como delegadas de mesa. Suárez, quien es técnico de mantenimiento, subrayó que espera que haya voluntad política para generar un cambio en el país.

Para él, este cambio debe concretarse, como máximo, en un año, indicó Jaime Velásquez, quien sufragó en la Unidad Educativa Fiscal Amarilis Fuentes Alcívar, en el sur de la ciudad. “Hay que arreglar todas las problemáticas que enfrenta el país”. Sin embargo, si las mejoras que él espera no ocurren en ese tiempo, no se sentiría defraudado, “pero sí un poquito desanimado”.
Algo de esperanza
todo lo que él está prometiendo”. Y entre las áreas por trabajar, lo primero que debe resolver es el tema de la seguridad en Guayaquil. Pero para eso, ella cree que no solo falta voluntad política, sino también que él tenga mejores profesionales a su lado, “que lo asesoren bien y que no le hagan cometer errores”.
Por su parte, Fernando Flores admitió que acude a votar “por obligación, porque si no fuera obligación no vendría a votar”, ya que se siente defraudado de las acciones que ejecuta el Gobierno de turno. Para eso, Suárez cree que el actual régimen debe de dejar de culpar al correísmo de lo que pasa, pues “ya han pasado ocho años de ese gobierno, a Rafael Correa (expresidente) déjelo en paz y dedíquese al pueblo, ya que se olvide de Correa”.
Por todo esto el ciudadano Ernesto España, de 39 años, operador de equipos portuarios, piensa que hay que esperar a ver qué pasa, ya sea para bien o para mal. Las acciones de Noboa no le dan la seguridad de que haya cambios, por lo que prefiere decir que “puede ser que no, como que sí haya mejoras”, porque no sabe si esta vez sí se ejecutará lo anunciado en el referéndum y consulta popular de este año.