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Joaquín Henández Alvarado | Dios a la vista (I)

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¿Estamos actualmente viviendo una renovación de la preocupación por lo religioso, por lo trascendente?

Recuerdo con nostalgia mi primera lectura del artículo Dios a la vista, de Ortega y Gasset, aparecido en El Espectador. Ortega hablaba de épocas en que la preocupación por Dios desaparecía de la cultura y otras que, en cambio, cobraba vigencia la preocupación religiosa. Escrito en 1927, el artículo daba cuenta de la transición de época en que vivía el filósofo español. Finalizaba una, que se podría llamar de agnosticismo, caracterizada por ofrecer solamente un paisaje miope y mutilado de la realidad, en que se eliminaba la preocupación por todo lo primario y decisivo y la atención solo se fijaba en lo secundario y cambiante, por otra marcada por la preocupación por lo trascendente, por lo religioso. “No se trata de beatería ninguna”, anotaba el filósofo español con respecto a su advertencia del cambio de época y a su llamado de atención por lo sagrado.

La época que finalizaba cuando Ortega escribió su artículo había en efecto eliminado lo trascendente. Lo que está más allá de la experiencia. De hecho, el agnosticismo, es decir la declaración de no creer en nada trascendente, y el positivismo, la afirmación de que lo único que existe son los hechos dados en la experiencia sensorial, son las dos caras de la misma medalla. Ni la filosofía ni la religión, me atrevería a decir hasta la poesía y el arte, pueden arraigar en semejante clima.

¿Estamos actualmente viviendo una renovación de la preocupación por lo religioso, por lo trascendente? “La crisis actual de la atención está ligada al hecho de que queremos comerlo todo, consumirlo todo, en lugar de mirarlo… Solo el alma que ayuna puede mirar, contemplar”, señala en su último libro, Sobre Dios. Pensar con Simone Weil, (Herder, 2005) el filósofo coreano Byung Chul Han, libro que marca un giro en su pensamiento por su nueva preocupación por lo trascendente.

Cuando leí el artículo de Ortega a mediados de los años sesenta del siglo pasado, comenzaba también una época de reivindicación de lo espiritual, de lo religioso y el catolicismo, con el Concilio Vaticano II, se volvió lugar de encuentro entre pensadores. Había una sensibilidad hacia lo que está más allá de la experiencia sensorial y del pragmatismo de la vida contemporánea, que busca solo medios e ignora fines. La rutinaria y confiada década de los cincuenta, perdió de repente su autosatisfacción y saltaron las interrogaciones por lo trascendente en el cine, la novela, la pintura. ¿Existe algo así actualmente?