Beatriz Bencomo | La serpiente y el caballo
Si no hemos soltado lo que ya no sirve, desperdiciaremos esa energía
La sabiduría milenaria dice que la serpiente que gobernó este año nos pidió soltar. Agoreros, astrólogos, estudiosos y filósofos coinciden en eso, aunque rara vez coincidan en nada. Pero no se trató de un soltar liviano, sino de la honestidad brutal de quien te muestra lo que ya no cabe en tu vida. 2025 fue un año de despedidas silenciosas, de capas que se desprendían antes de que pudiéramos nombrarlas, de verdades que surgieron aunque no estuviéramos listos para verlas.
También fue el año del hartazgo planetario. De Nepal a Madagascar, de Perú a México, el Cidob identifica un profundo malestar como motor de protestas que compartieron un mismo grito, “que se vayan todos”, “suficiente, ya es suficiente”. Diferentes idiomas para el mismo agotamiento frente a estructuras de poder cerradas sobre sí mismas.
No fue un año amable, coinciden los ‘think tanks’, pero sí fue honesto. Es la paradoja de un tiempo que desconfía de toda autoridad, incluso de la propia, y ensaya formas nuevas sin saber aún cómo sostenerlas. Durante meses insistí en una intuición que otros descartaban. La mitad existe. Está en ciernes, se reinventa. Todavía no tiene un relato establecido, pero ya tiene voto. En una columna anterior, Ni un Sí ni un No, lo dejé más claro. No estamos construyendo una alternativa, estamos construyendo rechazo.
Y ahora llega el caballo. En el zodíaco chino, el caballo de fuego que regirá 2026 representa impulso y movimiento, la posibilidad de volver a uno mismo con una versión más honesta y más fuerte. Esa energía, sin embargo, exige algo a cambio. Haber hecho el trabajo previo. Haber soltado lo que la serpiente pidió soltar.
Entramos al nuevo año con una tensión sin resolver y con la sensación persistente de que lo indescifrable nos gobierna. El caballo de fuego impone una advertencia incómoda. Si no hemos soltado lo que ya no sirve, desperdiciaremos esa energía.
John Steinbeck lo dijo mejor, y me permito ajustarlo: “Tenemos que encontrar la forma. Hay alguna manera de detener esto. No es como un rayo o un terremoto. Hemos creado algo malo los hombres, y también la maravilla, y por Dios, eso malo es algo que podemos cambiar”.