
Juicio a Albán: un adefesio que ni los interpelantes se lo creen
Análisis| Es difícil que Keevin Gallardo crea en lo que dijo en Fiscalización. El Gobierno está desesperado por el CPCCS
El trámite que se sigue en la Comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional para enjuiciar al consejero del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) Gonzalo Albán debe ser el mejor ejemplo de la historia parlamentaria ecuatoriana de que cuando existe un interés político en sacar del camino a un funcionario incómodo, se utilizan los más descabellados y absurdos argumentos imaginables. Demasiado descabellados y absurdos, en el caso de Albán, como para que quien los esgrime y defiende pueda creer en ellos.
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Es lo que parece pasarle a Keevin Gallardo, asambleísta de ADN, a quien el Gobierno de Daniel Noboa le ha encargado el trabajo sucio de sustentar un juicio político para censurar a Albán y sacarlo del CPCCS: condición necesaria para tener una mayoría en ese organismo y manejar a voluntad procesos tan neurálgicos como la selección de los miembros del nuevo Consejo de la Judicatura y del próximo fiscal.
Es difícil creer que Gallardo tenga las limitaciones mentales o culturales necesarias para creer en todas las cosas que dijo en la sesión de la Comisión de Fiscalización del día lunes.
Los polémicos argumentos de Gallardo
Además, cuando se le observa y se le escucha sostener las cosas que sostiene es evidente que está impostando la voz de algún personaje que no parece ser él o que quizá, en el mejor de los casos, es alguien que él quisiera ser en sus sueños: llena su discurso de pomposas referencias a la historia universal que no tienen nada que ver con el tema de Albán, como la paz de Westfalia o la Revolución Francesa, y lo salpica con referencias a personajes que es evidente que no conoce ni en Wikipedia, como Montesquieu o Max Weber.
Hay que ver al personaje hilvanando frases de un cantinflismo subido para contestar preguntas para las que no tiene respuestas, como ocurrió cuando la asambleísta Ana Herrera, del correísmo, le preguntó cuáles son las funciones incumplidas por Albán en el ejercicio de su cargo para que se justifique el juicio, como dice la Constitución.
Engominado y con la mirada de ratoncito conociendo la alacena, lanzó la tesis de la “omisión persistente” que, según su pirotecnia verbal, es no haber enderezado durante muchos años una supuesta inhabilidad para ocupar el cargo.
Una inhabilidad, además, que fue pulverizada y puesta en ridículo por el propio Albán y sus abogados porque, simplemente, no existe. Si Keevin Gallardo retorcía su discurso, sus argumentos y sus razonamientos era porque, evidentemente, le costaba mucho creérselos.
Luego de lo ocurrido en esa sesión, es decir luego de haber escuchado a Gallardo, a Albán y a los abogados de este, fue bastante obvio que los propios colegas de bancada del interpelante lucían absoluta pero secretamente convencidos de que el juicio es un absurdo. Una infamia que, todo indica, tendrán que tragarse por el resto de sus vidas.
¿Por qué el asambleísta de ADN quiere censurar a Albán?
La acusación que se le hace a Albán, básicamente, consiste en que cuando se posesionó como consejero del CPCCS había una inhabilidad en su contra por haber estado afiliado a un partido llamado algo así como Movimiento Ético Verde, Mover (la ley dice que los consejeros del CPCCS no pueden estar afiliados a un partido).
Esto porque el Consejo Nacional Electoral (CNE) le había negado la posibilidad de ser candidato por esa filiación. Sin embargo, la decisión del CNE fue revocada por la máxima autoridad y tribunal de última instancia en materia electoral, que es el Tribunal Contencioso Electoral, que encontró que la afiliación (de la que se había hecho eco el CNE) era falsa y una de las decenas de miles de afiliaciones forjadas y sin consentimiento que se descubrieron en 2022.
Pues bien, en una resolución tomada por el TCE por cuatro votos en contra de uno, que fue salvado, se dejó sin efecto la resolución del CNE (era obvio) y Albán quedó habilitado para ejercer el cargo en el CPCCS.
Pero la necesidad desesperada del Gobierno para sacar a Albán del CPCCS (se dieron cuenta de que es independiente y no va a hacer lo que le ordenen desde Carondelet) hizo que al interpelante le hayan instruido, desde arriba, que presente como prueba para la censura las más idiota de todas las pruebas posibles: el voto salvado del único juez del TCE que no creyó que la filiación fuera falsificada, a pesar de que llevaba una firma que no era la de Albán y no tenía la huella dactilar de rigor.
La intervención de la defensa de Albán
Es decir que según el argumento de Gallardo, el voto salvado que no tiene ningún valor jurídico es la prueba de que Albán está ilegítimamente en el CPCCS y debe ser sacado del mismo.
La defensa de Albán, hecha por sí mismo y por sus abogados, trapeó con Gallardo sin mucho esfuerzo, porque la argumentación del noboísta era risible. Gonzalo Muñoz, uno de los abogados de Albán, sostuvo que fue la primera vez que había escuchado que un interpelante presente una prueba que va en contra de su argumentación, es decir la misma sentencia del TCE exculpando a Albán.
Esa sentencia, dijo, dejó sin efecto las resoluciones del CNE que habían inhabilitado a Albán. Además, demostró que la Asamblea no puede, porque no tiene la facultad, rever una decisión judicial, en este caso del ámbito electoral. Peor aún, basándose en un voto salvado.
El otro abogado de Albán, André Benavides, quien siguió trapeando con los argumentos del interpelante, dijo cogiendo con la mano una servilleta y dejándola caer sobre un vaso: “Ese voto salvado tiene el mismo valor que esto”.
Si Albán llega a ser censurado, habrá que estar atentos a los rostros y al lenguaje corporal de quienes voten por la censura. ¿Cómo van a hacerse cargo de una infamia tan evidente?
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