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El edificio en Quito que agrupa varias entidades gubernamentales.ANGELO CHAMBA

Sin Constituyente, a la economía en Ecuador le urge hallar otras alternativas

La consulta popular traba cambios institucionales. Se requieren reformas legales y señales claras de confianza

El resultado de la consulta popular, que cerró la posibilidad de convocar a una Asamblea Constituyente, obliga a buscar opciones para atraer inversión y dinamizar el sector productivo. Analistas consultados por EXPRESO coinciden en que el Gobierno debe trabajar con las herramientas disponibles.

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Alberto Acosta, analista económico, explica que la ausencia de una constituyente reduce las opciones para hacer cambios institucionales profundos que faciliten la participación privada en sectores estratégicos, un punto clave para acelerar el crecimiento, resolver la crisis energética y elevar la producción petrolera. Señala que el Gobierno deberá operar bajo las reglas actuales, utilizando mecanismos de emergencia o criterios de excepcionalidad para permitir inversión privada en áreas como petróleo y electricidad.

Sin embargo, reconoce que este camino es menos eficiente, más burocrático y retrasa la llegada de capitales, en comparación con un marco regulatorio moderno donde la inversión privada no sea la excepción.

Desde el sector empresarial, Francisco Jarrín, expresidente de la Cámara de Industrias de Guayaquil, sostiene que -con el pronunciamiento ciudadano- el país debe continuar con el marco legal que tiene y promover reformas desde la Asamblea.

Afirma que los empresarios que ya operan en Ecuador mantienen su compromiso y buscan sumar esfuerzos para un mejor clima de negocios.

En esa misma línea, el analista económico Jorge Calderón señala que el Gobierno deberá continuar con su estrategia basada en proyectos de ley de carácter económico urgente. Pero advierte de un riesgo político: la fragilidad de la mayoría oficialista, depende de independientes, cuyo apoyo podría tambalear tras el resultado electoral.

Ese reacomodo podría complicar la aprobación de reformas necesarias para atraer inversión, especialmente en sectores estratégicos donde la Constitución impone restricciones y procesos consultivos exigentes.

Santiago García, también analista económico, ve espacio para avanzar en áreas críticas sin necesidad de cambiar la Constitución. Destaca que la estabilidad macroeconómica dependerá de dos frentes: la política fiscal -mejorar ingresos, racionalizar gastos y asegurar financiamiento responsable ante el déficit- y el fortalecimiento del sistema financiero.

Considera urgente dinamizar el crédito productivo, especialmente para micro, pequeñas y medianas empresas, mediante una “minga de microcrédito” que impulse empleo y actividad en los territorios. Añade que el país tiene pendiente una política productiva robusta y activa.

Juan Carlos Navarro, presidente de la Cámara de Industrias de Guayaquil y del Comité Empresarial Ecuatoriano, enfatiza que el país debe trabajar con las herramientas de su ordenamiento jurídico para impulsar inversión. Más allá de reformas puntuales, plantea que la clave está en fortalecer la confianza, garantizar seguridad jurídica, mantener estabilidad regulatoria y asegurar coherencia en la política económica.

En síntesis, atraer inversión depende de que el país envíe señales claras, estables y predecibles. Más que una nueva Constitución, lo urgente ahora es diseñar y sostener una estrategia seria, coherente y compartida que permita generar empleo, fortalecer la producción y sostener el crecimiento económico.

Las dos vías para atraer inversión a Ecuador

Para Rubén Flores, economista de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) de Quito, el país siempre ha tenido dos caminos claros —ya previstos en la propia Constitución— para impulsar la inversión sin necesidad de abrir un proceso constituyente. Ambos requieren claridad política, técnica y coherencia, pero sobre todo un elemento que históricamente ha faltado: confianza.

Flores explica que la primera vía consiste en generar propuestas desde la política pública que permitan superar ciertos candados constitucionales que limitan la inversión, siempre que estas iniciativas respondan al interés nacional y envíen señales claras a los inversionistas. Recuerda que en los últimos años se han aprobado alrededor de 16 reformas tributarias, tres de ellas durante el gobierno del presidente Daniel Noboa, cambios que —lejos de generar certidumbre— han debilitado la confianza porque habilitan incrementos del gasto tributario en beneficio de grupos específicos. Para avanzar, señala, es necesario construir una normativa sólida, discutida en consenso y presentada a la Asamblea Nacional para introducir los ajustes necesarios dentro del marco vigente.

La segunda vía se orienta hacia la Corte Constitucional, un camino ya establecido y que puede activarse si se sustentan adecuadamente los principios de soberanía económica contemplados en la Constitución. En este punto, Flores destaca la importancia de contar con acuerdos de inversión modernos que garanticen ese equilibrio. Recuerda que los antiguos tratados bilaterales fueron denunciados por no proteger la soberanía del país, pero afirma que hoy existen modelos internacionales avanzados que sí lo permiten y pueden servir como base para nuevos compromisos.

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El economista también invita a mirar la historia reciente: desde 1996, con los gobiernos de León Febres Cordero y Sixto Durán Ballén, Ecuador ha aprobado múltiples normativas a favor de la inversión extranjera. Sin embargo, la llegada de capitales nunca despegó. El promedio anual no supera los 500 millones de dólares, muy por debajo de los 10.000 o 15.000 millones que reciben los países vecinos. Para Flores, esto demuestra que el problema no es jurídico, sino de confianza, de estabilidad y de señales claras.

A su criterio, lo peor que pudo haber ocurrido era extender otro año más la incertidumbre de un debate constitucional. Ahora, con un escenario definido, el Gobierno debe leer bien la normativa vigente e impulsar políticas públicas coherentes que realmente incentiven la inversión extranjera y permitan construir la estabilidad que el país no ha logrado en décadas.

El emprendimiento como salida

El analista internacional Daniel Adler observa al Ecuador desde un ángulo poco habitual: no como un país atrapado en crisis, sino como una nación cuyo mayor activo está subutilizado. Para él, sin una Asamblea Constituyente que redefina el rumbo, la única vía para salir del letargo comercial y financiero es recurrir a la carta más poderosa que el país guarda “bajo la manga”: su gente.

Y más específicamente, su capacidad natural para emprender.

Adler insiste en que el ecuatoriano es, por naturaleza, emprendedor. Las cifras lo respaldan: en los últimos 20 años el país se ha mantenido con una de las tasas de emprendimiento más altas de Suramérica, Centroamérica y el Caribe. Solo en 2024, alcanzó el 33,4 %; es decir, más de un tercio de la población genera algún tipo de actividad emprendedora. Para él, esa dinámica es más que un dato: es la base sobre la cual puede construirse una transformación económica.

En ese contexto, recuerda que quienes crean empleo de calidad no son las burocracias ni las grandes estructuras estatales, sino los emprendedores, los pequeños y medianos empresarios, los creadores de marcas personales. Por eso, frente a la incertidumbre política, Adler considera que el momento exige “sacar lo mejor de los corazones y de la mente del pueblo ecuatoriano” y potenciar esa capacidad creadora.

Emprender para reducir la inseguridad

Su planteamiento va más allá de la economía. Asegura que impulsar el emprendimiento puede convertirse también en una herramienta para reducir la criminalidad. Un país donde la gente tiene oportunidades —dice— no cae tan fácilmente en los caminos que ofrece la narcocultura, especialmente entre los jóvenes que hoy ni estudian ni trabajan.

“Los Estados necesitan dos manos”, explica: una fuerte, que garantice seguridad, y otra blanda, que brinde oportunidades reales de progreso. Para él, esa mano suave ha estado ausente.

Por eso propone un Estado que otorgue créditos blandos, incluso sin intereses, durante los primeros 36 meses, para que las personas puedan iniciar una actividad productiva sin quedar atrapadas desde el primer día en deudas impagables. La inclusión comercial —insiste— es una estrategia real de prevención del delito. Y cita al filósofo Frédéric Bastiat: “Donde entra el comercio, no entran las balas.

Cómo empezar: del talento oculto al negocio propio

Adler define una ruta sencilla, pero profunda, para quienes quieren emprender:

  • Romper la barrera del miedo.

Los sueños —dice— están “del otro lado de los miedos”. Emprender exige atravesar la posibilidad del fracaso y entenderlo como parte del aprendizaje.

  • Detectar el talento.

Todos tienen una habilidad única: cocinar, conducir, asesorar, diseñar, enseñar. Muchas veces son los amigos quienes señalan aquello en lo que destacamos. Escuchar esas señales es el primer paso.

  • Nombrar el proyecto.

El emprendimiento necesita un nombre simple, recordable y agradable al oído.

  • Trazar objetivos.

Un año equivale a 12 escalones: un objetivo por mes hasta llegar a la meta.

  •  Capacitarse.

Vender, sostiene Adler, es una ciencia que mejora la vida de los clientes. Pero no se enseña. Por eso propone que colegios y universidades incluyan materias clave: liderazgo, manejo del miedo, gestión del tiempo, conceptos básicos de finanzas personales y comprensión del fracaso.

El objetivo final es convertir al Ecuador en un país de propietarios, no solo de empleados. Propietarios de pequeñas empresas, de marcas personales, de iniciativas que generen empleo de alta calidad.

Salir de la pobreza económica… y mental

Para Adler, el desafío no es solo material. También es cultural. Lo que denomina “pobreza mental” se supera cuando las personas descubren su capacidad para crear, competir y prosperar. Y cuando el Estado reconoce que su rol no es sustituir el talento, sino impulsarlo.

Por eso concluye con certeza —no con dudas— que el camino para resolver los problemas del país empieza en la misma gente. En potenciar al emprendedor que existe en cada ecuatoriano, en abrir oportunidades y en confiar en que, cuando el comercio crece, la violencia se reduce.

Ese, asegura, es el verdadero punto de partida para un nuevo Ecuador.

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