
Entre logros y tareas pendientes, Quito busca transformar el Centro Histórico
Vecinos aseguran que la delincuencia, la informalidad y la venta de sustancias ilegales persisten en el Centro
Aunque las cifras oficiales muestran una mejora en los indicadores de seguridad en el Centro Histórico de Quito, los vecinos y comerciantes aseguran que la percepción en las calles es otra.
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Robos, venta de sustancias ilícitas y presencia de libadores continúan afectando la vida cotidiana en uno de los espacios patrimoniales más emblemáticos de la capital.
Según los datos del Observatorio Metropolitano de la Secretaría de Seguridad Ciudadana y Gestión de Riesgos, entre agosto de 2024 y agosto de 2025 se evidenció una reducción en varios tipos de delitos.
Los registros muestran una disminución del 27 % en robos de mayor connotación, 37 % en libadores, 20 % en venta de sustancias sujetas a fiscalización, 67 % en daños a la propiedad y 75 % en eventos clandestinos. En términos generales, la percepción de seguridad mejoró entre 8 % y 12 % respecto al año anterior.
De acuerdo con el Municipio, estos resultados forman parte de la política integral de seguridad impulsada por el Cabildo, cuyo objetivo es fortalecer la vigilancia y promover una cultura de paz en los espacios públicos del centro.
La sensación de inseguridad persiste
Sin embargo, entre los comerciantes y moradores del centro, la sensación de inseguridad persiste. Jonathan Ferigra, quien trabaja frente a la Plaza de Santo Domingo, comenta que la situación poco ha cambiado. “Los robos siguen, al igual la venta de drogas”, dice. Asegura que tampoco hay patrullajes constantes y la presencia de uniformados es esporádica.
Una vecina del sector, que prefiere no identificarse, coincide: “El problema está entre la Guayaquil y la Venezuela. Hay venta de sustancias a plena luz del día, sin que nadie intervenga”, asegura.
Añade que por esa situación, los clientes evitan ir a su local en el que vende chompas de cuero y ha optado por hacer envíos de la mercadería. Si bien reconoce que en los alrededores de la Plaza Grande la situación es mejor, con mayor presencia de agentes de control y de la Policía, no ocurre lo mismo en zonas como la Plaza de Santo Domingo.
A la inseguridad se suma la presencia de trabajadoras sexuales y habitantes de calle, lo que, según los vecinos, genera más temor entre los visitantes e inseguridad.

Diana Erazo, dueña de un negocio de comida, señala que incluso han enviado videos y escritos, sin obtener ninguna respuesta. “Ahora cerramos antes, máximo a las 18:00 porque más tarde ya vemos a los vendedores merodeando”, comenta.
Para Ricardo Sánchez, presidente del Buró del Centro Histórico, el proyecto Zona Segura fue beneficioso en los primeros seis meses de aplicación. Destaca que dentro de las 12 cuadras que se implementó, se ve más orden, con menos presencia de vendedores informales, así como de habitantes de calle y libadores. Empero, con el paso del tiempo, el problema vuelve, por lo que pide que se refuercen las acciones de control.
El modelo de gestión incluye un centro de mando con vigilancia constante y coordinación interinstitucional. En la Plaza Santo Domingo, por ejemplo, opera una unidad de comando de incidentes equipada con cámaras térmicas y otras con conexión directa al ECU 911. El objetivo es monitorear la zona y reaccionar ante emergencias en tiempo real.
Pese a los avances tecnológicos, Sánchez insiste en que la clave está en la coordinación y la presencia constante de la Policía. También pide una decisión política firme frente al comercio informal.
“El centro ya no da abasto. Si no recuperamos este espacio, si lo dejamos caer en el caos, perdemos no solo el patrimonio, sino parte de la identidad de la ciudad”, advierte. Según cifras del Buró, más del 90 % de los turistas que llegan a Quito visitan el Centro Histórico, por lo que su recuperación integral es urgente.
Otro de los factores que agrava la situación es la concentración de personas en situación de calle. Sánchez plantea que se debe trabajar en la desconcentración, distribuyendo la atención social hacia el norte y el sur de la ciudad para aliviar la presión sobre el centro.
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