
El deterioro y abandono avanza en la avenida 10 de Agosto, en Quito
Los edificios vacíos son un foco de inseguridad y temor en esta arteria de Quito
Es una de las principales avenidas de Quito. Cruza la ciudad de centro a norte y, por ella, transita a diario -desde diciembre de 1995- su primer sistema masivo de transporte.
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Paradójicamente, el Trole, que significó un antes y un después en la movilidad y en el servicio para los pasajeros en la capital, también marcó un cambio en la vitalidad de esta arteria, pues con su llegada gran parte de su arbolado urbano y de su paisaje se esfumó.
Diego Ordóñez, presidente del Colegio de Arquitectos de Pichincha y del Ecuador, señala que es curioso que, siendo una vía con todos los servicios, haya ido vaciándose por décadas. El problema, dice, es que ha ido perdiendo calidad en su condición de avenida, pues tiene alto tráfico y, al reducir la cantidad de árboles, también redujo lo agradable de su entorno, y eso dificulta su buena condición de habitabilidad.
Un sector especialmente afectado por esta problemática es la entrada al Centro Histórico. Entre las calles Bogotá y Checa, varios edificios lucen deteriorados; algunos parecen totalmente abandonados. Uno de ellos, en la triangulación que se forma entre 10 de Agosto, Tarqui y Estrada, tiene la fachada completamente grafiteada. Le pertenece al IESS y conserva su letrero.
Está justo frente al Edificio Parque de Mayo, que también es del IESS, pero que sí está en funcionamiento. Según los vecinos del sector, el edificio abandonado, aparentemente, funciona como un enorme archivador del Seguro Social, pues han visto que los funcionarios suelen entrar y salir de ahí con cartones y carpetas llenas de papeles. Sin embargo, nadie ha podido evitar la vandalización de sus muros.
La tónica es similar en varios edificios cercanos, en la zona de la calle Buenos Aires y otras: incontables grafitis, ventanas rotas, malos olores en los portales y, a veces, habitantes de calle saliendo y entrando de sus portales.
5,45 % de habitantes menos en la avenida
El Instituto de Investigaciones de la Ciudad realizó el estudio Vaciamiento y subutilización: Avenida 10 de Agosto, entre septiembre y diciembre de 2024. En mayo pasado presentó sus resultados en tres administraciones zonales e informó que continuaría el proceso con otras entidades a cargo de definir políticas públicas para ese eje, como la Epmmop, el Instituto Metropolitano de Patrimonio y la Secretaría de Hábitat y Ordenamiento Territorial.
Entre sus hallazgos, resalta que, solo entre 2010 y 2022, se redujo un 5,45 % de los habitantes de la avenida, que se prolonga desde El Labrador, en el norte, hasta la calle Caldas, en el centro. El 71 % de los pobladores son jóvenes, el 16 % adultos mayores y el 14 % menores. Por otro lado, existe una migración interna del 18 % versus un 30 % de migración externa.
Este estudio también reveló que la falta de inversión y el abandono de los edificios ha causado un incremento de la violencia y la inseguridad en ciertos sectores. De este tema dan cuenta personas como Valeria Huertas, quien trabaja en un local de venta de gorras y otros artículos desde 2021. Aunque ella ya ha aprendido a cuidarse y no ha tenido incidentes, sí ha dado refugio a personas que se lo piden porque les han robado o perseguido por unas cuadras.
Ella afirma que, en su caso, como en el de muchos vecinos de otros locales, hay cierta tranquilidad porque tanto arranchadores como habitantes de calle no los atacan, pues los conocen y saben que trabajan en ese sector. Sin embargo, está consciente de que no es una zona amigable para caminar cuando cae el sol.
La mayoría de locales atiende de 09:00 a 17:00. “Pasada esa hora, ya no pasa mucha gente, porque a las 16:30 salen toditos del banco, de la oficina y se van”, dice. Para Huertas, reactivar los edificios abandonados podría ser un salvavidas para una zona en la que “roban en la calle y se esconden en el parque”, El Ejido o La Alameda.

Al pie de uno de los edificios que lucen con vida en el sector, el Benalcázar 1000, funciona una cooperativa. El guardia Ramiro Lalangui considera que, pese a la percepción ciudadana, es una zona más segura de lo que se cree. Trabaja en ese sitio desde hace seis años y no ha sufrido robos, pero sí ha tenido percances, ninguno de consideración, aunque sí ha visto asaltos a terceros. Según su criterio, cuando hay que prestar más atención es a partir de las 16:00, pues aparecen con más frecuencia los riesgos.
Muchos de los edificios de esa zona estaban años atrás llenos de oficinas de abogados, dependencias gubernamentales y judiciales, pero se vaciaron a raíz de la apertura de las plataformas gubernamentales y complejos judiciales. Para Ordóñez, esa es una prueba de que muchas veces las decisiones de las autoridades están desconectadas de la lógica de la ciudad. Cuando se mueven instituciones completas hacia otra zona y no se considera que son parte de un entorno, el resultado es el vaciamiento de esa zona.
Además, ese tramo tiene una particularidad muy compleja, dice Ordóñez, pues entre la Caja del Seguro y el Banco Central suelen concentrarse los grupos sociales para realizar marchas, por ser el ingreso al Centro Histórico. “Es un trayecto conflictivo: se paraliza, se cierra, se destruye. Hay que ser conscientes de que, por más buena gestión que se dé en un edificio y se recupere un poco de estabilidad y seguridad en los otros niveles, en la planta baja es difícil si va a haber una guerra campal”, dice.
Según su criterio, no se ha aprovechado el privilegio de contar con los parques de El Ejido y La Alameda. “No solo ahí, sino en muchas zonas de la ciudad, el problema de la inseguridad es la sumatoria de varios problemas. La calidad del espacio público es el primer síntoma de que una ciudad esté sana o no”, dice.
Para recuperar la vida en este sector y a lo largo de toda la 10 de Agosto, sugiere que se aprovechen las zonas de contacto con parques para potencializar los espacios verdes tangenciales. “Ese puede ser un buen inicio para que eso ayude a vitalizar como zonas residenciales. Tenemos pocos parques y los que tenemos, hay que activarlos para que sean un polo de atracción” para repoblar.
El siguiente paso le correspondería a los propietarios de esos edificios abandonados, pero no es una tarea fácil. Ordóñez señala que, para ello, hace falta que el Municipio viabilice, a través de normativas, la reforma de las áreas de cada piso, por ejemplo, para que se adapten al mercado inmobiliario actual. Además, existen otras normativas, como la ley de propiedad horizontal, que se deben tener en cuenta para lograr el objetivo de habitar nuevamente esos edificios fantasma.
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