
El vecindario de Ambato que hizo de la unión su respuesta
En el sector Nueva Ilusión, los residentes se cansaron de oír solo promesas. Actuaron por su cuenta para darla vida al barrio
En un mundo donde la apatía parece imponerse, el sector Nueva Ilusión, del barrio Juan León Mera en Ambato, demuestra que la fuerza de la comunidad puede transformar espacios olvidados. Mientras las autoridades acumulan deudas históricas, los vecinos tomaron la iniciativa y, con mingas y trabajo conjunto, devolvieron vida a sus calles.
A cinco minutos de la terminal terrestre de Ingahurco, unas 30 familias se organizaron para embellecer su entorno. Las cuadras del sector hoy lucen limpias, coloridas y adornadas con plantas sembradas en llantas recicladas, fruto de ferias y mingas en las que participan adultos, jóvenes y niños.
“Ya no miramos a quienes no quieren sumarse, porque cuando se tiene amor por el barrio se lo demuestra con hechos. Proyectamos ese cariño en cada esquina: trabajamos por la convivencia y por mantener vivo y sano el espacio público”, afirma Roberto Andrade, coordinador del comité vecinal.
Las últimas obras en el barrio datan de hace más de 20 años, cuando la administración de Fernando Callejas construyó las gradas de la cancha de usos múltiples, donada previamente por el exalcalde Luis Fernando Torres. Desde entonces, las intervenciones de las autoridades han sido prácticamente nulas.
Piden el gimnasio al aire libre
El esfuerzo comunitario mantiene vivo al barrio, aunque las necesidades siguen pendientes. Una de las más urgentes es la instalación de un gimnasio o espacio con máquinas gerontológicas al aire libre, pensado principalmente para adultos. La cancha de usos múltiples, pese a su desgaste, sigue sin mantenimiento, a pesar de las constantes solicitudes vecinales.

Necesitan urgente que les arreglen las mallas que por los años se rompen y los niños son los que más corren el riesgo de lastimarse.
“Antes íbamos al parque de La Laguna, pero ese espacio desapareció. Ahora necesitamos un lugar digno para que nuestros hijos practiquen deporte”, reclama Andrade.
En cuanto a infraestructura, la única mejora reciente fue el reemplazo de tuberías de alcantarillado ejecutado por EMAPA, lo que resolvió filtraciones y malos olores, pero no aborda problemas de fondo.
Cada minga es un ejemplo de autogestión
Los vecinos pintan postes, fumigan, riegan plantas y recogen basura. Algunos talleres donaron llantas para las jardineras y, entre todos, reúnen fondos para pintura y materiales. Nelson Andrade, de 83 años, es el fundador del barrio, y entre las metas está en transformar el pasaje La Floreana en un sitio para juegos ancestrales, con murales y emprendimientos que motiven a sus vecinos y atraiga al turismo al barrio.

“La alcaldesa, Diana Caiza, nos visitó y felicitó al barrio, pero seguimos esperando la obra que solicitamos. Queremos que nuestros hijos crezcan orgullosos del lugar donde viven, por eso cuidamos y limpiamos nuestro entorno”, comenta Nelson.
El barrio ha recibido varios premios al ornato durante la Fiesta de la Fruta y de las Flores, aunque los reconocimientos simbolizan más la organización vecinal que la respuesta de las autoridades.
“Yo barro la acera unas tres veces por semana. Algunos vecinos dicen que no les corresponde porque son inquilinos, pero yo lo hago porque vivo aquí y me gusta verlo bonito”, comenta Janeth Andrade, otra vecina.
La organización también se traduce en seguridad. Los moradores instalaron alarmas comunitarias y enfrentaron intentos de asentamiento del microtráfico.
“Hace cinco años intentaron instalarse vendedores de droga, pero nos unimos y logramos desalojarlos. Ahora nuestras familias sienten más tranquilidad. Aquí nos cuidamos, nos preocupamos por el otro. Enel sector Nueva Ilusión no nos abandonamos. La unión es una prioridad”, recuerda Andrade.
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