Paúl E. Palacios | Hacer las paces
Las personas debemos hacer las paces entre nosotros, pero por sobre todo con nosotros mismos
Habiendo sido cadete del Liceo Naval, cada año desfilaba dos veces; en la primera oportunidad el 25 de julio en el Parque de la Armada, sitio donde se venera la gesta de Jambelí con el Cañonero Calderón como emblema, y cada 9 de Octubre en la avenida del mismo nombre.
Confieso que tenía una gran resistencia personal a desfilar los 25 de julio. En medio de la llamada ‘Guerra de Concha’, aquel buque, que para inicios del siglo XX se llamaba Cañonero Cotopaxi, había bombardeado Esmeraldas el 10 de febrero de 1914, causando muerte en la población civil, y algunos de sus cañonazos alcanzaron el malecón, muy cerca de la casa de mis abuelos, generando incendios y destrucción.
Por entonces mi abuelo, Víctor Martínez, era uno de los comandantes de esa revolución esmeraldeña. Cuando nací, él había muerto ya, pero crecí con la historia contada por mis tías y tíos de lo que habían hecho ‘los serranos del Cotopaxi’. No era entonces un deleite ver al renombrado Calderón cada año y rendirle honores. Para colmo, el Liceo donde estudié, lleva el nombre precisamente de quien dirigiera el bombardeo aquel día, el capitán Rafael Andrade Lalama.
Me sentía orgulloso de mi uniforme, pero honrar a ese trozo de metal me parecía ser desleal con mi abuelo, los negros, mulatos y en general monos esmeraldeños y manabas, que habían peleado y perdido una guerra por un ideal.
Pasó el tiempo y me concentré en el verdadero sentido de esa parada militar, que no era otra cosa que honrar a quienes por encima de sus intereses expusieron su vida por un ideal, y quizá entonces, también era esa una oportunidad para honrar a esos negros, los derrotados de esa larga contienda.
El Combate de Jambelí no honra al metal, honra a nuestros marinos, y ese era el sentido de sudar el calor de julio, ahí de pie.
Las personas debemos hacer las paces entre nosotros, pero por sobre todo con nosotros mismos. La historia es esa, entender que cada cual hacía lo que creía que debía hacer en sus circunstancias. Hoy, al pasar, saludo con respeto a los espíritus de aquellos valerosos que moran el glorioso Calderón del 41.
Feliz año nuevo.