Casona
La casa, construida con piso de guayacán, fue habitada por el pintor Gonzalo Endara Crow, en los años 80.Luis Cheme

La mansión Endara Crow renace como Centro Mundial de la Marimba en Esmeraldas

Un proyecto planifica convertirla en el Centro Mundial de Marimba y Artes

A pocos pasos del mar, en el cantón Rioverde, en la zona norte de la provincia de Esmeraldas, un olor salobre y profundo se mezcla con el de la madera vieja y húmeda. Cada crujido del piso de guayacán bajo los pies parece un susurro del pasado, un eco de los días en los que la mansión Endara Crow no era ruina, sino refugio y arte.

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Hoy, ese lugar mítico revive de la mano de la visión cultural del alcalde Joffre Quintero, quien ha puesto en marcha un proyecto ambicioso: convertir esta casona en el Centro Mundial y Cultural de Marimba y Artes.

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Un respiro de historia

La casa, de arquitectura señorial costeña, se impone con su cúpula al fondo, aún deteriorada pero majestuosa. Fue aquí, entre el sonido constante de las olas y el murmullo del viento en los manglares, donde Oswaldo Endara Crow, pintor de alma rebelde y espíritu contemplativo, pasaba largas temporadas. En lo alto, bajo esa cúpula con vista al mar, pasaba horas frente al caballete, con los pies descalzos y la mente perdida entre pinceles y recuerdos. Era su templo, su retiro, el lugar donde su obra —rica en color y memoria— tomó forma.

Endara Crow no solo pintaba. Construyó con sus propias manos buena parte de la estructura: diseñó corredores, habilitó espacios para huéspedes, hizo bajar piedras desde Mútile para reforzar los muros y evitar que el mar lo devorara todo. Vivió aquí desde los años 80, y aunque no por décadas, sí el tiempo suficiente para impregnar la casa de su visión y dejar huellas invisibles que hoy emergen como raíces de un nuevo proyecto.

Entre sal, madera y sueños

Recorrer la mansión hoy es transitar entre lo que fue y lo que será. El aire está cargado de historia y sal marina. Las paredes, aunque deslucidas y manchadas por el paso del tiempo, aún exhalan el aroma inconfundible del guayacán y del tiempo. Hay zonas en las que la humedad ha ganado la batalla, pero otras —como los ventanales altos o la antigua sala de estar— siguen en pie con una dignidad testaruda. En uno de los patios, donde antes hubo una piscina, ahora se proyecta un escenario para festivales artísticos mensuales.

“Esto estaba lleno de comején”, dice el alcalde Joffre Quinteros mientras recorre el sitio. Pero otras maderas están intactas y serán reutilizadas. La restauración comenzó con una minga: personal municipal y vecinos se unieron en la limpieza. Poco a poco, la casa va dejando de ser una ruina para convertirse en símbolo.

Municipio
El Municipio de Rioverde lidera el proyecto, para convertir la mansión en un centro cultural de marimba, con inversión local y extranjera.Luis Cheme

El alcalde Quintero camina entre los escombros con la mirada en el horizonte. “Esto será un museo vivo, no un espacio muerto”, afirma. Y lo que sueña ya empieza a tomar forma: una escuela de música y folclore, una biblioteca física y virtual, un estudio de grabación para jóvenes artistas y talleres para niños. Incluso, una cafetería cultural donde se podrá leer, dialogar o simplemente escuchar el mar.

“El objetivo es que Rioverde tenga un ícono, un centro cultural que atraiga a propios y extraños, que fortalezca nuestra identidad y nos proyecte al mundo”, dice Quintero con orgullo. Además, la antigua zona de caballerizas será adaptada para que artesanos vendan sus productos: se sueña con una galería, un paseo turístico, un punto de encuentro con la memoria.

Para el gestor cultural Benjamín Vanegas, este proyecto representa una transformación histórica y sin precedentes para Esmeraldas. A su juicio, la creación del Centro Mundial de la Marimba y las Artes no solo reivindica el valor de la cultura afroesmeraldeña, sino que proyecta al mundo una identidad que por décadas ha permanecido invisibilizada.

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“Este es el proyecto más poderoso que yo puedo notar en toda la provincia. Tiene un potencial de trascendencia mundial porque recupera nuestras cosas, nuestras pertenencias, lo que somos”, expresó con emoción.

Vanegas insiste en que el centro no es solo un espacio físico para la exhibición artística, sino un símbolo vivo de la producción cultural y de la memoria ancestral de un pueblo que ha resistido y creado a pesar del abandono. “Esto es el inicio de un legado cultural que marcará la historia de Río Verde”, afirmó.

En su opinión, la decisión de restaurar la emblemática mansión de Endara Crow y convertirla en un nodo cultural y turístico es una apuesta por dinamizar la economía local desde la cultura, generar empleo y fortalecer el sentido de pertenencia de las nuevas generaciones.

Patrimonio y futuro

El proyecto se ejecuta con recursos propios del Municipio, con un presupuesto inicial de entre 100.000 y 150.000 dólares. Pero ya hay compromisos de ONG y gestores culturales que han ofrecido respaldo. El convenio de uso del predio —que estuvo más de tres décadas en manos de Inmobiliar— se firmó por 20 años, pero el Municipio ya inició gestiones para ser propietario definitivo del bien patrimonial.

El entorno también está cambiando: se amplía el Malecón, se construye un monumento al pescador, otro a la marimba, y se avanza en la regeneración urbana de Palestina, un tramo clave para integrar a Rioverde en la nueva ruta cultural y turística de la Independencia.

Vocación de transformación

“Queremos que vengan familias, turistas, artistas. Que se respire arte, que haya gastronomía, cultura, paz”, explica Quintero, quien asegura que más de 500 niños y jóvenes se beneficiarán directamente del proyecto, al vincularse con escuelas de iniciación deportiva y artística. “Es una inversión en memoria, en identidad, en futuro”, sostiene.

Desde la cúpula de la mansión, aún visible, aunque oxidada, se ve el mar extendido como un telón sin fin. Aquí, donde Endara Crow se sentaba a pintar en silencio, ahora resuenan martillos y voces. Y es que esa vieja casona, humedecida por la sal y el olvido, está despertando. Lo hace al ritmo de la marimba, entre los vapores del cangrejo, el verde profundo del manglar y el tambor persistente de una comunidad que ha decidido no rendirse.

Porque en Rioverde, el arte no solo se recuerda: se cultiva, se enseña, se comparte. Y ahora, también, se levanta.

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