SAN JACINTO DEL MORRO PROCESION FRENTE  HISTORICO TEMPLO (1)
LA IMAGEN DE SAN JACINTO PATRONO DEL MORRO DEL SIGLO XVII SE RESTAURA PARA RECATAR ESTE SIMBOLO DE FE PERIODISTA NESTOR MENDOZA 4/7/2025NESTOR MENDOZA

La imagen de San Jacinto del Morro entró a restauración

En el Morro los devotos reunieron dinero para reparar al santo

La imagen más venerada de la histórica parroquia rural San Jacinto del Morro ha sido retirada momentáneamente de su templo, no por abandono ni olvido, sino por amor y devoción. Se trata de la escultura de San Jacinto, una pieza religiosa elaborada a finales del siglo XVII, que actualmente está siendo sometida a un proceso de restauración integral en la ciudad de Ibarra, bajo manos expertas que buscan devolverle su esplendor original.

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El templo que lleva su nombre es Patrimonio Nacional y ha sido testigo del paso de siglos de fe. Allí, cada agosto, el santo recorre las calles en procesión, entre cantos, flores y pañuelos al viento. Pero esta vez, los feligreses como doña Rosita Bohórquez deberán esperar unas semanas más para volver a ver al santo de su devoción, al que consideran milagroso.

La gestora cultural del Morro, Lorgia Vega, quien ha documentado durante años la historia de la iglesia, señala que esta restauración ha sido posible gracias a la fe activa de la comunidad y al apoyo de la parroquia eclesiástica. “Es una obra de arte sacro del siglo XVII. No conocemos a su autor, pero su técnica y características la hacen única. San Jacinto es parte de nuestra identidad”, afirma.

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Escultura viva de la historia

El análisis técnico de la pieza ha revelado secretos de su confección: fue tallada en madera de nogal, con una estructura interna hueca —conocida como embón— diseñada para aligerar su peso y permitir su traslado en las procesiones. Para dar forma a su vestimenta se utilizó cáñamo encolado, una técnica escultórica tradicional. Sin embargo, restauraciones anteriores con materiales como yeso y cemento deterioraron su estructura con el tiempo.

Durante una de las intervenciones más delicadas se descubrió que debajo de capas de pintura se ocultaba una incipiente barba, símbolo de la juventud del santo, representado con un rostro sereno y mirada piadosa. La figura mide un metro con 60 centímetros y porta los atributos clásicos de los dominicos: una custodia en su mano derecha y una imagen de la Virgen en la izquierda. Según la tradición, San Jacinto salvó ambas reliquias durante un ataque a su monasterio en Kiev.

Cada año, cuando la imagen sale en procesión por las calles del Morro, los fieles la veneran con devoción profunda: la tocan con pañuelos, la rocían con perfume, la acarician con estampas y rosarios, en una demostración de fe que ha trascendido generaciones.

Una iglesia de tesoros coloniales.

La iglesia de San Jacinto no solo alberga esta figura monumental, sino que resguarda hasta 16 esculturas religiosas del siglo XVII, muchas de ellas registradas por el Banco Central del Ecuador en 1995. Entre estas destacan las imágenes de San Francisco de Asís, Santa Rosa de Lima, la Virgen del Rosario y el Cristo del Consuelo, esta última, obsequiada por el párroco Víctor Manuel Cáceres, cuya memoria aún vive en las inscripciones del templo.

Otras versiones del mismo santo también se conservan: una figura mediana articulada en madera, utilizada en las “Rogativas” de enero, y una pequeña de yeso de apenas 35 centímetros que tradicionalmente es llevada en visitas por los recintos en vísperas de las fiestas patronales.

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Fe que se organiza y lucha.

Para financiar la restauración de esta joya patrimonial, la comunidad no ha escatimado esfuerzos. Bingos, rifas, ventas y colectas han sido organizadas por los feligreses con el fin de reunir los recursos necesarios. “Es nuestra forma de devolverle a San Jacinto todo lo que nos ha dado”, comenta emocionada doña Rosita, quien asegura haber recibido milagros por intercesión del santo.

Está previsto que la imagen restaurada regrese al Morro a inicios de agosto, justo a tiempo para encabezar la celebración de su fiesta patronal. Será un reencuentro cargado de emoción, en el que la fe, la historia y el arte volverán a fundirse bajo el mismo techo sagrado que ha acogido a los Morreños por más de tres siglos.

Mientras tanto, el Morro espera. Y con él, una historia que continúa escribiéndose con pinceles, oraciones y esperanza.

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