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José Hernández | La realidad paralela de Noboa devino en farsa

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El Gobierno de Daniel Noboa enfrenta crecientes cuestionamientos por su desconexión con la realidad institucional del país

Los enigmas que suscita el Ejecutivo siguen acumulándose. Entre ellos su pasividad ante la inmensa descomposición institucional provocada, en ciertos casos, por funcionarios del Estado que contribuyó a poner en sus cargos. Mario Godoy, presidente del Consejo de la Judicatura, es uno de ellos. ¿Por qué Daniel Noboa no rectifica? ¿Por qué tolera las estafas como la de Progren -un ejemplo apenas- que funcionarios suyos armaron ante las cámaras? ¿Y por qué ahora la denuncia como si la acabara de descubrir y la opinión no se percatara de su maniobra?

La pasividad frente a la descomposición institucional

El régimen actúa como si ciertamente estuviera desconectado del mundo real. Daniel Noboa no es el único gobernante que piensa que aquello que le ayudó a llegar a la presidencia, le sirve para gobernar. Está persuadido de que ser popular en redes sociales equivale a ser buen gobernante y de que los resultados del gobierno se miden por el número de likes y las tendencias que crea en la burbuja digital. Esta disociación estaba cantada desde que ganó la elección en octubre de 2023. De inmediato se otorgó el diploma de estratega sin par en ese nuevo mundo de la popularidad algorítmica. Su máximo gurú, Iván Carminiagni, estimuló su visión en la que las métricas positivas suben si cuentan con un enorme aparato de propaganda y una prensa amaestrada: convencida, aceitada, comprada o amenazada.

Gobernar con likes: la política reducida a marketing

En el régimen consideraron que en su mundo prefabricado, el ejercicio del poder es una sencilla tarea de marketing político. Que debían destinar presupuesto para saber lo que quiere oír cada segmento de las audiencias. Que la gestión pública es una práctica de propaganda. Que ellos debían ser populares, ganadores e infalibles. Y sobre todo que no debían someterse a escrutinio alguno. En cada uno de estos puntos, Noboa copió sin recato a Rafael Correa. Los likes son dopamina pura para su régimen. Las políticas públicas son catalogadas por su viralidad; no por sus resultados. Noboa cree que lo suyo es ser popular; no guiar la nación ni gastar capital político en causas nacionales. Y su aparato de propaganda vela por su relato y su imagen con el fervor de los cruzados y las partidas generosas para troll centers, influencers y los medios y periodistas comprados.

Cuando la realidad rompe la burbuja digital

Esa fábrica de fábulas digitales solo tiene un límite: la realidad-real que atrapa a cualquier gobernante en el ejercicio del poder. Noboa la niega y busca mantener indemne la burbuja digital. A cualquier precio. Persiguiendo al periodismo independiente que no puede prescindir de los hechos; su materia prima. Convirtiendo la gestión pública en simulacro. Saturando el espacio público de versiones antojadizas o abiertamente mentirosas. Lo mismo hizo Correa. El objetivo de esa estrategia es disociar al electorado del mundo físico, reforzar la narrativa oficial, convalidar su gestión e invisibilizar el resto. Esto funcionó al correísmo por la bonanza económica que conoció. Noboa ni tiene plata ni un discurso de repuesto. Incluso da muestras de ser él quien vive disociado del país real y de querer seguir negando todo aquello que no aparece en su ecosistema digital.

Ese intento tiene un serio bemol: las señales de que su desenchufe no es integral porque sí ha sido efectivo en solucionar temas personales y consecuente en la defensa de ministros o funcionarios embarrados en temas de total ineficiencia o abierta corrupción. En claro, Noboa ha fracturado la coherencia que debe aparentar la realidad fabricada para consumo digital. En ella, él juega, por ejemplo, a no saber lo que sucede con la salud pública. O a desconocer los contratos truchos impulsados por sus funcionarios con empresas fantasmas. Mientras tanto, ha sido superefectivo para liquidar la deuda del grupo Noboa o torcer el brazo a José Suing para incluir a Mario Godoy en la terna de la Corte Nacional para la Judicatura. Así Noboa, que no maneja un discurso ideológico-político, se está quedando sin una narrativa para aglutinar y movilizar. Su realidad paralela devino en farsa y él no da cuenta de la realidad-real.

Una realidad fabricadaNoboa ha fracturado la coherencia que debe aparentar la realidad fabricada para consumo digital. En ella, él juega, por ejemplo, a no saber lo que sucede con la salud pública.