Columnas

Qué se premia cuando se premia

Desde luego que lo mejor, lo excelente, depende del ámbito de actividad humana a que nos refiramos.

Desde luego que lo mejor, lo excelente. Depende del ámbito de actividad humana a que nos refiramos: el de la ciencia, el de las artes, el de la política y acciones de beneficio comunitario. En la aeronáutica al inventor de la fórmula de los motores a reacción que permitieron que enormes aviones no requieran de alas gigantescas para cruzar los cielos, lo que para mí continuará teniendo siempre el sabor del milagro. 

En el del cine, donde películas como El paciente inglés, te sumergen en el vórtice de ajenas vidas, bellamente narradas, y aun con la posibilidad de hacer más durable esa emoción si se basa como esta en obra literaria. 

El mundo mágico de la novela, de la gran novela latinoamericana y europea y del mundo contemporáneo en general para no remontarnos más que a la época de Kafka, Thomas Mann, Albert Camus y Lawrence Durrel, William Faulkner y Ernest Hemingway. 

Y luego el vigoroso irrumpir de la novela latinoamericana desde Ciro Alegría y Alejo Carpentier, donde entran los ecuatorianos Demetrio Aguilera Malta, Enrique Gil, Alfredo Pareja Díezcanseco, Joaquín Gallegos Lara y Ángel F. Rojas, hasta llegar al “boom” con Cien años de soledad de Gabriel García Márquez; Conversaciones en la catedral y una serie de novelas de Vargas Llosa, entre ellas la estupenda El paraíso a la vuelta de la esquina, y otras del uruguayo Juan Carlos Onetti (El Astillero) y la icónica Pedro Páramo del mexicano Juan Rulfo y las de Carlos Fuentes. 

Y no podemos no mencionar al argentino Julio Cortázar, aunque se haya radicado en París y nacionalizado francés, en especial su emblemática Rayuela.

Pero es en el campo de la acción política, de la lucha por los pobres y por ende contra la desigualdad social, que recoge la más severa manda de los evangelios, donde se ha llegado incluso al martirologio. 

Monseñor Arnulfo Romero, obispo de Santo Domingo, asesinado en su propia iglesia, por ser esa su prédica. El “Che” Guevara, argentino exlugarteniente de Fidel Castro, el líder de la revolución cubana, muerto en Bolivia en persecución del mismo sueño. 

Y antes, mucho antes, en nuestro Ecuador, el asesinato y arrastre en Quito del general Eloy Alfaro, el presidente que nos dejara como herencia, entre sus grandes obras, la gratuidad de la educación pública, incluida la universitaria, que muy pocos países tienen en el mundo.

El premio de estos últimos: su reconocimiento universal como héroes y mártires de la lucha por el auténtico ideal de la libertad.