
"El puente de los Querubines": un limbo escénico entre la muerte y el amor
La obra de Teatro del Cielo se estrenará en la capital. El montaje se realizó a partir de una residencia artística
Julián despierta en un limbo. No hay ángeles ni castigos, solo el trámite interminable de estar muerto. Entre papeles, voces, fantasmas y promesas de un paraíso que nunca se concreta, encuentra a Ella. Juntos, entre lo absurdo y lo sublime, descubren que la única salvación posible es quemar la idea misma del cielo. Así comienza El puente de los Querubines, la nueva obra de la reconocida compañía Teatro del Cielo, que se estrenará en la capital.
El montaje es el resultado de un proceso de creación escénica de tres meses, en formato de residencia artística, liderado por el director de la compañía, Martín Peña. Veinte actores profesionales provenientes de Uruguay, Ecuador, Chile, Argentina, Venezuela y República Checa conforman el elenco, que se sumó a un trabajo intensivo basado en la técnica del mimo corporal, una forma de arte teatral que utiliza el cuerpo como principal herramienta de expresión, sin recurrir al lenguaje hablado, y que incorpora además la investigación dramatúrgica.
“Trabajamos ritmos que nacen de contracciones musculares, vibraciones, impactos. También usamos lo que llamamos causalidad: que un cuerpo genera el movimiento del otro. Empezamos desde lo físico, pero la idea es revelar algo psicológico, espiritual”, explica Peña.
La dramaturgia de El puente de los Querubines se construyó a partir de improvisaciones, estímulos actorales y un proceso de descubrimiento más que de planificación. “Muchas veces los actores ni siquiera saben hacia dónde va la obra. Y de pronto, en una o dos sesiones, se me metió esta idea de lo etéreo. Quería explorar algo más allá de lo realista. Así llegó el tema de la muerte: un hombre que viaja en busca de su amor perdido.”
La pieza incorpora una ambientación sonora en la que conviven música clásica con bandas como Metallica, Slayer, Rush y Pink Floyd. La selección, según su director, surgió de manera intuitiva: “Estaba en el gimnasio, escuchando Metallica con audífonos, y comenzaron a venirme imágenes de escenas. Entonces dije: vamos con esto. Y al principio no tenía claro si iba a resultar muy oscuro, pero quedó muy bien con lo que estábamos interpretando”, señala.
La puesta en escena incluye proyecciones, una escenografía visualmente potente y vestuarios que se han vuelto distintivos en las obras de Teatro del Cielo. El montaje, cuenta Peña, fue creciendo como un “monstruo escénico” que por momentos parecía inabarcable: “Uno entra en crisis. El tiempo corre, los actores esperan, confían en que todo va a salir bien… y a veces uno no tiene idea de cómo va a terminar la dramaturgia. En mitad del proceso tuvimos un viaje con la compañía a España, y en el avión pensé: me dedico solo a escribir. Pero regresé más estresado. Había que crear un monstruo… y lo hicimos”.

Hablar sobre la muerte
La muerte, como figura dramática, no es nueva en el universo de Teatro del Cielo. En montajes anteriores como Lautaro o Bruma, también aparecía personificada. “Creo que es algo inconsciente. No sé si es miedo a la muerte o mucho amor por la vida. Pero siempre aparece. En Lautaro era ridícula, un poco para burlarme de ella. En esta obra es diferente: el personaje va a buscar a la muerte para reencontrarse con su amor”.
La obra adopta la forma de una fábula existencial. Julián, su protagonista, se rebela contra una burocracia del más allá, un sistema donde todos parecen esperar un paraíso que nunca llega. “Hay una sociedad de las nubes, como la llamo, en la que todos deben ser bellos, intelectuales, correctos, como si eso fuera lo necesario para ganarse el cielo”, señala Peña. “Y ahí aparece esta alma descarriada, que solo quiere amar y ser libre, pero la tienen escondida en un sótano. Es la metáfora de la libertad de pensamiento, de la espontaneidad reprimida”.
Una agrupación con historia
Fundado en 2004, Teatro del Cielo se especializa en el trabajo con Mimo Corporal Dramático. Desde sus inicios, la compañía ha impulsado procesos formativos abiertos al público, y sus residencias artísticas han dado origen a obras presentadas en más de veinte países, entre ellas Lautaro, Bruma y Paraíso Siteriano.
En 2025, la agrupación recibió el premio al mejor trabajo de ensamblaje escénico grupal en el festival ACT Emerging Performing Artists, en Bilbao. Si bien, por el carácter internacional del elenco, El puente de los Querubines tendrá solo dos funciones, el dramaturgo señala que las expectativas son altas. “Creo que puede ser un verdadero viaje para el espectador, con una obra radicalmente distinta a lo que hemos presentado antes”, concluye Peña.
El puente de los Querubines se presentará el jueves 31 de julio y el viernes 1 de agosto a las 19:00 en el Teatro Nacional Sucre de la capital. El costo de ingreso es de $ 15.
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