
Miguel Palacios: pasión sin frenos entre la mente y el arte
Psiquiatra, artista, deportista, líder cívico y eterno amante de la vida, la recibido un nuevo reconocimiento profesional.
Miguel Palacios Frugone ha dedicado su vida a la salud mental con una pasión que trasciende su consultorio. El psiquiatra de sólida trayectoria y mente insaciable de conocimiento ha incursionado en múltiples áreas con un mismo hilo conductor: el amor por lo que hace.
Su vida no gira solo en torno a la medicina: entre sus pilares también están el amor por su familia, la escritura y la pintura, actividades que desarrolla con dedicación y determinación desde el primer día.
Cercano, audaz y sin miedo a nada, el médico acaba de ser nombrado Canciller de la Federación Médica Ecuatoriana, un honor que reconoce décadas de compromiso profesional. Aun así, sus amigos le seguirán llamando simplemente Miky.
El alma médica de un revolucionario
La psiquiatría no llegó por casualidad a su vida. El Dr. Palacios recuerda con claridad la película que despertó su vocación en la adolescencia: Captain Newman, M.D. “Me impactó tanto lo que vi en el cine, que investigué qué profesión tenía ese doctor… y así descubrí la psiquiatría”.
Y a pesar de su miedo a la sangre, estudió Medicina, se graduó como médico cirujano y más tarde como psiquiatra, para formarse posteriormente en diversas especialidades en universidades extranjeras.
Luego de eso, fue director del Hospital Psiquiatrico Lorenzo Ponce durante casi 18 años, donde modernizó y transformó por completo el hospital. “Creamos posgrados, abrimos espacios nuevos… Hice todo lo que pude para mejorar”.
Confiesa que disfruta de participar y crear cosas, y “si algo se puede mejorar, lo hago”. Con ese pensamiento, creó el posgrado de psiquiatría en varias universidades del país y fundó la cátedra de psiquiatría forense en la facultad de Leyes. Sin duda, su vida profesional ha estado guiada por un principio inquebrantable: “La vida solo tiene sentido si tiene sentido para los demás”.

El arte como volcán interior
Aunque muchos conocen principalmente su trabajo como psiquiatra, para él pintar es tan vital como respirar. Impulsado por su padre, aprendió este arte a los 16 años y desde entonces ha hecho más de 1600 cuadros.
“Cada uno de ellos tiene un pedazo de mi vida. No me calma: me sacude. Es una lucha interior que solo termina cuando el cuadro está terminado”.
Sus obras no se venden para beneficio personal: muchos de sus lienzos que pinta los obsequia a sus seres queridos o son donados a la Junta de Beneficencia, donde incluso un pabellón lleva su nombre.
Además, todo su consultorio está decorado lleno de color gracias a decenas de sus propias pinturas. “No se pinta por hobby. El pintor pinta porque ahí está su vida”.
Su amor por la expresión artística también lo ha llevado a desarrollar su talento por la escritura. A lo largo de los años ha escrito 17 libros, entre poesía, filosofía, psiquiatría y novelas. “No puedo evitar escribir. A veces me despierto en la madrugada porque necesito decir lo que tengo adentro”.
Pronto saldrá a la luz un tratado de psiquiatría respaldado por una universidad internacional y este año lanzó De lo que no es mi Propia Sangre..., un poemario inspirado en el amor. Porque si algo no puede dejar de escribir, es sobre eso: el amor.
“Soy imparable. Cuando yo quiero hacer algo, lo hago. La dificultad que exista se convierte en un incentivo y, en lugar de hacerme daño, me hace bien porque lo disfruto. Me encantan las cosas nuevas, innovar, crear”.

La familia, su condecoración más importante
Aunque durante su carrera profesional ha recibido diversos premios, cargos, medallas y distinciones, el Dr. Palacios tiene claro qué es lo más valioso en su vida. “Las tres condecoraciones más importantes que he tenido son mis hijas: Paola (la Gorda), Pamela (la Negra) y Pia (la Pota). Yo tengo la divina suerte de tener tres hijas que amo, y se los digo todos los días”, asegura.
Por eso, constantemente habla de ellas con ternura y humor, como también lo hace de sus siete nietos, a quienes trata como si fueran sus propios hijos.
“Sin amor, la vida no tiene sentido. La única diferencia entre nosotros está en lo que sentimos. Por amor crecemos, somos, morimos. La vida es tan corta que no hay tiempo para odiar. Todo lo físico es transitorio. Lo que queda es lo que das, lo que sientes, lo que vives”.

Un reconocimiento que trasciende

Recibir la condecoración como canciller de la Federación Médica Nacional por parte de la Federación Médica Ecuatoriana es, para Miguel Palacios, un hito en su carrera que valora con gratitud y emoción.
“Es un orgullo para mis padres ya fallecidos… Ojalá hubieran estado vivos para ver a dónde llegó su hijo acelerado. Estoy feliz con el reconocimiento”, menciona.
Gracias a esta distinción, ahora puede dictar conferencias de psiquiatría en cualquier universidad del mundo, incluso en Harvard. “Nunca he buscado reconocimientos, pero se han dado. Y este es el más importante a nivel profesional. Aunque para mí, la verdadera condecoración es poder seguir compartiendo lo que amo”, reflexiona.
Pasión al deporte y la vida sin frenos
La energía del Dr. Palacios no se limita al arte y la medicina. Fue campeón de judo, boxeo y motocross. También jugó fútbol profesional y fue presidente del Barcelona Sporting Club, etapa que recuerda como una experiencia de amor, incluso después de recibir cuatro impactos de bala por sacar de la institución a quienes dañaban el club.
“Lo vi como una condecoración. Yo amaba ese estadio, me quedaba hasta medianoche hablando con los amigos”, cuenta.
El Dr. Miguel Palacios no cree en la vida tranquila. “No tengo miedo a nada, y aunque eso me vuelve imprudente, también me mantiene vivo”.
Más sobre Miguel Palacios Frugone
- Esposo, padre y abuelo.
- Presidente de la Junta Cívica de Guayaquil.
- Fue director del Hospital Psiquiátrico Lorenzo Ponce.
- Excandidato a la vicepresidencia de la República del Ecuador.
- Obtuvo la Condecoración Mérito a la Ética y Excelencia Profesional por la Federación Médica Ecuatoriana.
- Al preguntarle por su edad, dice que “tiene la necesaria”. Y agrega: “En el fondo soy un niño".
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