
La intérprete de Hiroshima: voces que reconstruyen la memoria
El escritor Wladimir Chávez Vaca conecta dos mundos distantes a partir de relatos auténticos y una investigación profunda
Era el 6 de agosto de 1945 cuando la bomba atómica explotó sobre Hiroshima. El calor fue tal que borró a miles de personas en un instante, dejando marcas imborrables en quienes sobrevivieron. Una mancha oscura en un banco público recuerda la silueta de un hombre que desapareció con el calor del ataque, mientras el triciclo de un niño yace abandonado como testimonio silencioso del horror. Así, el Museo de la Paz de Hiroshima guarda testimonios que transforman la memoria en cicatrices visibles y relatos ineludibles.
Este contexto es el punto de partida de La intérprete de Hiroshima, novela del escritor ecuatoriano radicado en Noruega, Wladimir Chávez, que ganó la Convocatoria para Publicaciones Infantojuveniles 2024 de la Prefectura de Pichincha y la Casa de la Cultura Ecuatoriana. La obra narra la historia de Cecilia, una intérprete ecuatoriana que trabaja en Europa y, a través de una relación epistolar con un hombre japonés, descubre la historia de Hiroshima y sus ecos en la memoria colectiva.
Sobre el origen del proyecto, Chávez explica: "La primera novela que yo escribí fue sobre la guerra de los Balcanes... y esas historias me tocaron. Me ocurrió lo mismo con Japón. Visité Hiroshima en el año 2017. Entré al Museo de la Paz, y cuando uno entra allí no puede salir sin una cicatriz... las fotografías de los sobrevivientes, las cicatrices keloides, el triciclo del niño que murió junto a ese juguete…se quedan con uno", afirma.
La novela toma cuerpo a partir del acceso que el autor obtuvo a archivos inéditos del Museo de la Paz, donde halló entrevistas y testimonios nunca antes publicados. Asimismo, tuvo la oportunidad de conversar con sobrevivientes y con "herederos delegados", personas que en la década de los 80 y 90 escucharon de primera mano los relatos de quienes vivieron el bombardeo y que ahora transmiten esas memorias en primera persona.
Un coro de voces e historias
Cecilia, la protagonista, es un personaje ficticio construido a partir de varias personas conocidas por el autor, entre ellas una amiga intérprete. Chávez dice: "cuando yo pensaba en Cecilia, podía escuchar la voz de mi amiga Alexandra diciéndome cosas. Además, Cecilia trabaja con palabras, como intérprete, y eso facilitó mucho el proceso porque yo, cuando era más joven, también fui periodista. Así pude encontrar una voz que sonara verosímil."
El proceso creativo también incluyó la reflexión sobre la interpretación cultural, no solo lingüística. En ese sentido, Chávez menciona un libro clave para entender la mentalidad japonesa durante la Segunda Guerra Mundial: El cristianismo y la espada. “Se trata de un libro bellísimo de una antropóloga norteamericana, que describe cómo el pueblo japonés entiende conceptos que podrían ser intraducibles para el mundo occidental. Eso me ayudó a interpretar esa realidad desde otra cultura”, cuenta.
En cuanto a la escritura, el escritor habla de la delicadeza que implica trabajar con testimonios reales en un género de ficción histórica: "Es bastante difícil porque no es un tratado de historia. Hay que respetar al máximo los testimonios, por duros que sean. En ocasiones uso elipsis, a veces no muestro todo, pero dejo insinuado en qué dirección va la historia. Puedo inventar lo que el personaje piensa, lo que huele o ve, porque esos detalles no los tenemos en los testimonios."
El texto polifónico entrelaza tres universos: el de Cecilia en Noruega, su historia personal ecuatoriana, y el encuentro con la memoria japonesa a través de la figura de Yuko, el hombre japonés con quien se comunica. Y aunque para muchos la obra, seleccionada en la categoría infantojuvenil del galardón genera sorpresa, Chávez es muy claro sobre los motivos detrás de su decisión de enviar el manuscrito en esa categoría:
"Creo que el texto puede despertar empatía en la gente, y creo que la juventud es un momento de lucidez y descubrimiento. Cuando era joven leía Horacio Quiroga, Edgar Allan Poe... No hay que subestimar a los jóvenes. Me hubiera gustado tener un libro que hablara sobre Hiroshima cuando estudiaba", asegura.
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