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Ivette Calderón
Ivette CalderónCortesía

Ivette Calderón, resaltando la moda latina

Desde Noruega esta guayaquileña lanzó Ivette Helle Design, una marca con mano de obra ecuatoriana, que
ya logra la acogida de europeos

Entre la tarde en Ålesund y el amanecer en Guayaquil inicia el diálogo con Ivette Calderón. Le ilusiona saber que se cuente el trabajo que ha estado haciendo con artesanas ecuatorianas.

Esta guayaquileña, de 35 años, a quien el amor la llevó a vivir en otro continente, siempre ha sido apasionada por el diseño de moda. Con cerca de doce años trabajando en ese rubro hizo sonar el nombre de Ecuador en Noruega a través de Ivette Helle Design.

Aquella es su marca y la que hoy mueve sus días. Mujeres y hombres exhiben sus prendas hechas con ese toque latino que tanto gusta allá.

Con meses en el mercado noruego cuenta cómo en su vida todo se fue hilando hasta llegar a emprender en moda.

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Hace cuatro años, el matrimonio la llevó a vivir en Ålesund, una ciudad rodeada de mar y majestuosas montañas.

Un plan de vuelo, en donde iba con un emprendimiento a cuestas que podía hacerlo despegar a nivel internacional. Y aunque el momento parecía oportuno para mostrar la moda latina, no quería apresurarse.

Fue recién hace dos meses cuando retomó su faceta de emprendedora. “En cada verano me ponía mis diseños y las noruegas se me acercaban a preguntar dónde había comprado tal vestido, porque acá es difícil encontrar moda latina, entonces les decía que yo misma los hacía, pero que no tenía prendas a la venta...Y así ocurría cada vez más. La insistencia era tal que le dije a mi esposo, me voy a Ecuador para confeccionar diseños y vender acá”.

Y el resultado fue mejor de lo que esperaba. Volvió con colecciones para mujeres y hombres para imponer en verano. “Descarté la confección en Noruega porque quería seguir dando trabajo a las costureras que me han acompañado desde que empecé en la moda”.

Si bien en Ecuador su marca se llamaba Lovette, ahora cambió el nombre por Ivette Helle Design. Ya ha podido vestir a artistas reconocidas de ese país, como Raylee, y su principal plataforma de venta es el Instagram. “Incluso ya me escriben chicas porque quieren ser parte del staff de modelos de mi marca”, cuenta sorprendida.

Aunque sus prendas claves son los vestidos y camisas para hombres, aspira a lanzar ropa más abrigada para la temporada invernal, pero siempre con el toque ecuatoriano. “Soy orgullosamente latina”, dice.

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Lo arriesgó todo

Al hablar sobre el gusto por diseñar se remonta a su niñez en Guayaquil. Las muñecas Barbie servían de maniquíes y les hacía minitrajes de gala. Así, con retazos de tela o papel, jugaba y fantaseaba.

Ya de adulta el hobby empezó a tomar fuerza por cosas del destino. “La familia del papá de mi hijo (su ex pareja) tenía negocios de ropa. Pero por un tema de importaciones se vieron en la necesidad de comenzar a fabricar en Ecuador, entonces ahí empecé a involucrarme y aprendí”, recuerda. Y añade: “Le pedí de favor a una costurera que me enseñara todo sobre moldería y costura. En ese entonces estaba embarazada y me iba todas las tardes a ver cómo ella trabajaba. Y confirmé que la práctica te hace”.

Luego se apuntó en talleres de moda, aunque confiesa que la práctica fue mucho mejor que lo teórico. “Recorría las calles del centro donde venden telas ¡Y para mí eso era un sueño! Tocaba las texturas e imaginaba lo que iba a crear”.

Lanzarse a emprender fue un viaje cuesta arriba. Lo decidió una vez que se separó de su ex pareja. ”Me inspiré en una mujer empoderada, independiente y segura de sí misma. Que se mire al espejo y le encante cómo se ve. Entonces ahí creé colecciones bajo el nombre de Lovette”.

Para eso tenía el apoyo de costureras. Primero llegó Margarita, luego Gisella, después Sandra y también Magaly. “Ellas son unas damas de oro”, dice orgullosa, pues hasta ahora siguen trabajando con Ivette.

Para sacar su marca a flote, las ventas al inicio eran solo por recomendación y también le daba a sus amigas para que vendan y se ganen un porcentaje. Con el tiempo llegó a imponerse en tiendas fuera de Guayaquil, como Naranjal, Portoviejo, Calceta y Machala.

“Tenía aparte un trabajo de oficina, entonces separaba un dinero del sueldo para invertirlo en compras de telas e insumos. No era fácil. Tenía mis hijos y era un malabar mantener todo a la vez”.

Era el 2016 y vino la primera crisis. “Había conocido a una persona que me ayudaba a vender en las tiendas fuera de la ciudad. Y si bien al principio iba todo bien, luego hubo problemas. Me estafó con cheques sin fondos y dinero que había invertido en telas. Fueron más de 12 mil dólares”, recuerda.

Tras haber superado las vicisitudes, Ivette se animó a algo más grande: crear ropa para revistas de catálogo que se vendían a nivel nacional.

“Junté mis ahorros y presté algo de dinero para poder hacer las colecciones... Esto me comenzó a tomar más tiempo, así que decidí renunciar al trabajo de oficina. La verdad tomé esa decisión porque ya no quería trabajar para otros, quería ser mi propia jefa. Y me di cuenta de que arriesgar todo por mi marca no fue un error”.

En la actualidad, ya son doce años dedicados a este rubro y eso la ha hecho ser muy soñadora con lo que quiere para sí misma.

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Se adaptó rápidamente

“Mi esposo es noruego al 200%”, bromea. Allá, su familia es él, y los hijos de Ivette.

“Traté de adaptarme a esta cultura ni bien llegué. Aprendí el idioma para comenzar a trabajar y tener ingresos”, comenta.

Su primer trabajo fue como chef en el restaurante ISS, cocinaba para 70 personas todos los días. Y luego, gracias a que sabe 3 idiomas (inglés, noruego y español), comenzó a trabajar como guía turística de una empresa austríaca que tiene base en Noruega. Ese es su oficio hasta ahora y parte del ingreso lo invierte en su marca de ropa.

Dice que vivir en Ålesund también le ha influido un estilo de vida más saludable. “Subo mucho a las montañas. Lo hago máximo 3 o 4 veces a la semana. Sentarme en la parte más alta me relaja y me llena de energía”, cuenta.

Otro de su hobby es la fotografía. “Yo misma dirijo acá las producciones para la marca. Y acá tenemos unos paisajes increíbles”.

Sobre la comunidad latina dice que no hay muchos “y eso es una desventaja al momento de querer compartir algo de la cultura ecuatoriana”.

“No fue fácil la adaptación, sí fue complejo. El tema de la luz, por ejemplo, tenemos dos meses donde no aparece el sol, entonces es de noche todo el día, sin importar la hora que sea. Asimismo, el clima, hay tormentas, y el frío baja hasta nada más y nada menos que -35 ºC... Para vivir en Noruega debes tener los pantalones bien puestos, sobre todo en invierno”, confiesa.

Sin embargo, ahí está ella para ponerle color a los días grises.