Cultura

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Recorrido. El camino de tierra que bordea el río Daldal, uno de los tantos afluentes del sector de Pungalá.Patricia Oleas / Expreso

Una antigua comunidad andina de Riobamba alimenta a las truchas gigantes

En una parroquia rural, un grupo de familias gesta una actividad turística y productiva. Sus habitantes tienen ascendencias quichua y aymara

Un camino construido con conocimiento ancestral, que recorre la quebrada, lleva a los visitantes hasta orillas del río Daldal donde moran las truchas gigantes. Ubicado en el cantón Riobamba, a 40 minutos de la capital provincial, una comunidad ha desarrollado nuevas formas de subsistencia con base en su historia y recursos naturales.

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Daldal es una comunidad andina ancestral perteneciente a la parroquia Pungalá, que existió mucho antes de la llegada de los españoles con parcialidades como Collana, Chilpac, Daldal, Cebadas y Purguay.

A estos grupos se sumaron cofanes, colorados, atacameños, jíbaros, quichuas, aymaras y algunos uros, provenientes del lago Titicaca, en Bolivia, que llegaron con los incas. Dedicados a la agricultura y ganadería, tienen acceso a varios ríos y lagunas que nacen en los altos del páramo, y que han contribuido a que se desarrolle la piscicultura.

Precisamente, Washington Aisalla, uno de los habitantes de esta rica zona, inició capturando las truchas que nadaban de manera silvestre por el río Daldal.

La trucha se la consume desde hace mucho tiempo. Mis abuelos decían que compartían la fuerza y la magia de los apus (espíritus) en lo alto de los montes sagrados.

Deysi Aisalla,
parte de la familia productora
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“Las lograba coger y las ponía en una piscina de barro, pero se me huían toditas. Saltan y nadan contra corriente”, rememora el hombre de 59 años.

Con el tiempo y su necesidad de buscar nuevos rumbos emigró a otras ciudades donde laboró en diferentes actividades que le brindaron el conocimiento para retornar a su tierra y comenzar de nuevo junto a su naciente familia.

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“Hice unas piscinas ya de cemento, pero seguían huyendo, me dijeron: son salvajes, en el desove se van, luego ya traje unos alevines de laboratorio y comenzaron a crecer, ahí sí comenzamos a comercializar las truchas”, añadió. Gracias a sus cuidados y el reducido mercado, comenzó a notar que algunas llegaban a medir hasta un metro. Esto comenzó a llamar la atención de quienes querían conocer de cerca a las truchas gigantes. Y cada vez más gente quería bajar hasta el criadero.

Aisalla recuerda que para bajar hasta el río era muy complicado, debía hacerlo al filo de un estrecho chakiñan, unos 200 metros en caída. Llevaba el cemento para construir las piscinas a veces en lomo de burro. Cuando transitaba por el sitio miraba una gran riqueza en fauna y flora, además de una belleza admirable del entorno, por lo que se puso manos a la obra y decidió, a punta de combo y pala, agrandar el sendero.

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Washington Aisalla, muestra a las truchas que nadan en un piscina junto al río Daldal.Patricia Oleas / Expreso

En la actualidad, al sitio llega gente de todo el país y hasta del extranjero. “Han venido desde Europa y EE. UU. Nos dicen que esto es hermoso, y se van fascinados haciendo el recorrido y probando nuestras truchas” manifesta Deysi Aisalla, hija de Marco y quien se capacitó para ayudar a su familia con las guianzas. Ella es quien en el trayecto relata la historia de cómo su padre abrió el camino, aseguró las cuevas, puso las bardas de seguridad. Asimismo detalla a fondo cada uso de las plantas que allí crecen. “Este es un quishuar (árbol de papel), este es un pumamaki, que se parece a una garra de puma, además el polvo que tiene en sus hojas se usa como cicatrizante”, explica mientras camina por el ecológico sendero lleno de gigachos, achupallas, uvas y moras silvestres; cucardas y eucaliptos, entre otras especies.

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En el trayecto se descubren plantas nativas, así como animales como el sacha cuy (capibara de páramo), pequeños murciélagos de néctar, gavilanes, raposas y guatusas que coexisten en el sector. También hay miradores donde se aprecia toda la cordillera y, entre el aire corriendo, se escucha el silbido de aves; incluso en la quebrada existe un gran panal de abejas silvestres. “Si no se les molesta, no hacen nada”, explica la guía.

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ECOLÓGICO Y PRODUCTIVO

En otra piscina que tiene agua corrida del río, se desarrolla la trucha terapia, que consiste en sumergir los pies para que cientos de pequeñas truchas se acerquen y los masajeen, en medio de agua con temperatura entre 10 y 12 grados. La terapia es un aliciente antes de emprender el ascenso de retorno. En la misma comunidad, varias familias han visto en el turismo comunitario una fuente de desarrollo, algunas ofrecen hospedaje, lugares para acampar y recorridos a pie o caballo por el páramo.