
Estas son las obras de Puccini que se escucharán en la Loma Grande, en Quito
La Escuela Lírica y la Banda Sinfónica Metropolitana de la capital interpretarán once arias y cuartetos
El descanso en una posada o el ascenso a una montaña son parte de las historias que se ensamblan esta semana en el Centro Cultural Mama Cuchara.
La soprano María Fernanda Argotti, la mezzosoprano Andrea Cóndor, el tenor Jorge Cassis y el barítono Olmes Nogales (integrantes de la Escuela Lírica) han ensayado con la Banda Sinfónica Metropolitana de Quito (BSMQ), bajo la dirección del maestro Edison Gualotuña, un repertorio de arias y cuartetos de once óperas y zarzuelas. Algunas son testimonio de supervivencia pese a las guerras mundiales.
El concierto se realizará el jueves 7 de agosto a las 19:00 en el Auditorio Raúl Garzón, de la Loma Grande, lugar habitual de los ensayos de la BSMQ, donde se han paseado por estos días fragmentos de compositores del periodo conocido como ‘resurgimiento de la ópera’: Bert Appermont (1902-1968), Federico Moreno Torroba (1891-1982), Ruperto Chapi (1851-1909), Francisco Asenjo Barbieri (1823-1884), Eduardo Di Capua (1865-1917), Ernesto Tagliaferri (1889-1937), Luigi Denza (1846-1907) y Giacomo Puccini (1858-1924). El acceso al recital es gratuito.
Sobre los arreglos (y adaptaciones)
A partir de la influencia del Romanticismo –y su sentimiento épico, amoroso o nostálgico– se configuró la banda sonora del nacimiento de Italia, con Giuseppe Verdi (1813-1901) a cargo de la composición de acordes patrióticos. Sin embargo, la renovación estuvo en manos de Puccini, a quien su biógrafo británico, Julian Budden, considera sucesor del primero hacia la Opera resurgens, alrededor de 1860-1900.
Al interpretar a este renovador, la idea es hacer adaptaciones que respeten las obras originales, explica el compositor Marcelo Beltrán. El contrabajo es el instrumento único de cuerda en la Banda Sinfónica, a diferencia de las orquestas; por lo cual el trabajo del arreglista consiste en “llenar los vacíos con esa instrumentación, es una transposición de un cuerpo orquestal a otro, de características diferentes”.
El maestro Beltrán –que al igual que los músicos académicos de la BSMQ y de la Escuela Lírica trabaja en el citado Centro Cultural, de la Loma Grande– se refiere a dos arias de ópera: E lucevan le stelle («Tosca»), que tendrá como voz solista a Jorge Cassis; y, a La Frugola (Acto I): Se tu sapessi gli oggetti strani («Il Tabarro»), con Andrea Cóndor.

“El trabajo de cantantes con la Banda Sinfónica amerita cierta delicadeza en el tratamiento orquestal”, explica Beltrán: “el sonido de sus instrumentos de viento es mucho más denso, pesado, potente que el sonido del grupo de cuerdas de una orquesta sinfónica, capaz de interpretar a un volumen muy sutil, que pueda acompañar la voz humana sin anularla”.
Para la reinterpretación de dos canciones napolitanas, de música popular, sí hubo más libertades creativas al hacer los arreglos: María, Marí y Funiculì, Funiculà. “Fueron concebidas probablemente en un ambiente mediterráneo, pensando en un acordeón o algún instrumento de percusión de esas regiones”, comenta Beltrán para graficar el trabajo con la partitura, sin olvidar las limitaciones propias del estilo que distintas interpretaciones no han removido a lo largo de la historia.
Funiculì, Funiculà y El barbero de Lavapiés («Cuarteto») contarán con las voces de Argotti, Cóndor, Cassis y Nogales, a diferencia del resto de piezas (nueve) con una voz sola. La segunda tuvo arreglos del maestro César Espinoza, que es director musical de la Fundación Teatro Nacional Sucre.
Los maestros Luis Castro y Giovanni Mera hicieron los arreglos en zarzuela La Marchenera («La Petenera») y de Las hijas del Zebedeo («Carceleras»), respectivamente.
Puccini y un recuerdo de la guerra
El maestro Marcelo Beltrán aclara que el compositor Giacomo Puccini, al usar recursos técnicos propuestos por Wagner, como el leitmotiv, es un renovador de la ópera italiana: “su orquestación nada tiene que ver con la orquestación verdiana, aunque sus últimas obras al ser más atrevidas pudieran tener un hilo de continuidad con Puccini; es más: los italianos en el ámbito operístico están seriamente divididos entre italianos y puccinianos”.
“Puccini puso de nuevo las pasiones humanas en el centro de sus obras, como La bohème, Tosca, Madama Butterfly y Turandot”, escribió el periodista Abel G. M. en una reseña histórica de La Ópera publicada por la revista National Geographic. La muerte le impidió a Puccini terminar Turandot. De esta última, el periodista Pablo L. Rodríguez, del diario El País destaca su acto final, “Nessun dorma, la romanza que Luciano Pavarotti convirtió en una especie de éxito pop, en 1990, durante el Mundial de Fútbol de Italia y el primer concierto de Los Tres Tenores”.
En su historia social de ‘La ópera’, el investigador histórico Daniel Snowman cuenta que en la temporada romana de 1943-1944, el célebre barítono Tito Gobbi (1913-1984) y el tenor Beniamino Gigli (1890-1957) cantaron juntos mientras Italia vivía la Segunda Guerra Mundial, como un testimonio de las esquirlas que puede prevalecer en la memoria musical:
“Fue en ocasión de una representación de «Tosca» que se había montado especialmente para la Wermacht (fuerzas armadas unificadas de la Alemania nazi)” que “tras acabar la función se pidió a los principales intervinientes que se sometieran a una entrevista para la radio. Gigli alegó sentirse enfermo y la soprano (Maria Caniglia) se escabulló de allí sigilosamente, camuflada bajo un grueso capote y haciéndose pasar por una mujer de la limpieza. Eso dejó prácticamente solo a Gobbi, quien posteriormente describiría la forma en que fue conducido, con el cañón de una ametralladora apoyado en su espalda, hasta un micrófono que alguien había improvisado en un pasillo de la parte posterior del escenario”.
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