
Romance y nostalgia: el centro de Guayaquil conserva su lugar en los álbumes
Expertos explican cómo la luz y la estructura de los bienes patrimoniales de la ciudad logran postales inigualables
Está en la fotografía, detrás de la gente y de sus recuerdos; guardada en álbumes viejos, en registros históricos y hasta en la web de este Diario: Guayaquil y sus paisajes han sido escogidos por su gente para inmortalizar su vida, y motivos hay varios.
Un escenario romántico y patrimonial
Ya el alcalde Aquiles Álvarez había resaltado en sus redes cómo las parejas recién casadas aprovechan la arquitectura del Municipio para sus postales, pero Guayaquil siempre ha ofrecido varios espacios para el amor.
Que belleza. https://t.co/0vnxxt8rPf
— Aquiles Alvarez Henriques (@aquilesalvarez) November 29, 2025
“Fue un regalo que Guayaquil sea escenario de ese momento”, recordaron María Accini Sotomayor y María José Acosta, quienes tienen sus postales matrimoniales de 2024 en el centro de la ciudad, en una plaza San Francisco que, por obra pública, dentro de unos meses será totalmente diferente a la que registraron en la foto. La sugerencia del lugar la hizo la fotógrafa de la ocasión, Luisa Carvajal.

“Al tener rincones donde se mezcla la historia, la humanidad y la naturaleza, fue ideal. Realmente es un ambiente donde uno se deja llevar”, sentenció la pareja.
Carvajal, quien también es coordinadora de la carrera de Fotografía en Lexa, comentó que en la urbe existe un romanticismo arquitectónico que lucha por sobrevivir ante la falta de espacios verdes. “Al menos en Guayaquil, encontrar espacios que sean visualmente agradables al aire libre es complejo. No tenemos muchos parques. Por eso, las parejas buscan refugio en la seguridad y la estética de los ‘venues’ cerrados con aires patrimoniales”.
Carvajal explica como el Club de la Unión o el Bankers Club se convierten en cápsulas del tiempo. Allí, entre óleos y alfombras clásicas, muchas familias no solo buscan una foto bonita, sino reconectar con su linaje.
“Hay personas cuyos familiares son socios y buscan que esos retratos y piezas patrimoniales sean parte de sus fotos. Es una forma de mantener a la familia cerca, de reconectar con los que ya no están”, detalló la fotógrafa..
La mirada que despierta la ciudad
Para el fotógrafo y arquitecto Amaury Martínez, la respuesta está en la observación. “Es estéticamente poderosa, pero no como París o Nueva York. Es una ciudad calurosa, de cielos grises, pero con una luz de atardeceres única en el suroeste y una atmósfera cultural propia”, reflexionó.
Martínez citó a su profesora Marina Paolinelli: “Hay que saber ver”. Para él, la cámara no registra la ciudad: la mirada la despierta.
“Podemos descubrir situaciones fotogénicas en un panadero de la Víctor Emilio Estrada, en un vendedor de granizados o en las sombras de un edificio descuidado. Guayaquil tiene una belleza latente que los fotógrafos revelamos”.
Ese ejercicio genera un sentido de pertenencia complejo. Martínez confesó que, al caminar por la zona no regenerada o la calle Rumichaca, siente el pulso real de la urbe.
“Me gusta el caos y la energía de sus calles. Los lugares asépticos como Puerto Santa Ana me generan distancia”. Fotografiar lo que queda es su resistencia al olvido, una nostalgia por aquel Guayaquil de los noventa donde documentar la vida urbana no implicaba el miedo actual a la delincuencia.
En esa misma línea, la fotógrafa Romina Ordóñez identifica una tríada estética: la arquitectura que narra el tiempo, la naturaleza y, sobre todo, la gente. “La fotografía aquí es un ejercicio elemental para conocer la historia. Un buen observador revela más que la belleza, (también) la realidad y la esencia de esta ciudad”.
Memorias ciudadanas y permisos
Esa curiosidad no es exclusiva de los profesionales. Para la estudiante Doménica Cobos, la estética local radica en su gente y en esa mezcla de arquitectura antigua con moderna. “En mi caso romantizo la cotidianidad... Amo esta ciudad no porque sea hermosa, sino porque tiene carácter”, expresó, cámara en mano, tras recorrer la urbe de norte a sur.

Como ella, otros capturan momentos que ganarán peso emocional con los años. Lissandro Arias buscaba tomarse una foto con su hijo, que aprendía a andar en bicicleta en el malecón Simón Bolívar. El pequeño tiene su mismo nombre y vestía del mismo color. De fondo, las casas del cerro Santa Ana y las cabinas de la Aerovía.

Lissandro Arias
Ante las dudas sobre las restricciones, el Municipio aclaró que las fotos matrimoniales “habituales o espontáneas” no requieren trámite previo. Solo si la sesión implica “cámaras profesionales, equipo técnico o montaje” se exige un permiso vía Ventanilla Universal para “garantizar el orden”.
El Cabildo le aseguró a EXPRESO que valora esta práctica como un síntoma de “apropiación ciudadana” y del rescate del espacio público para crear recuerdos.
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