
Proponen en Guayaquil calles que integren y protejan a peatones con un diseño seguro
Otra propuesta del grupo Guayaquil Bicentenario. Se plantean vías que prioricen la seguridad, el desarrollo social y la salud
Cruzar las calles en Guayaquil es como una carrera de obstáculos, en la que los peatones se juegan la vida. Ejercer el derecho a movilizarse de manera segura no siempre es posible, por conductores que aceleran y pitan obsesionadamente para que las personas se hagan a un lado, desaparezcan de la vía y los dejen pasar.
La pirámide de movilidad invertida es una herramienta que jerarquiza el diseño urbano y el comportamiento de los actores viales. Los peatones y biciusuarios, por su vulnerabilidad, tienen prioridad. Les sigue el transporte público y luego los vehículos motorizados. Pero en Guayaquil funciona al revés.
“Cuando me movilizo a pie por Guayaquil, siento que cada trayecto es una mezcla de resistencia y esperanza. Algo que debería ser tan simple, se ha vuelto un ejercicio constante de alerta”, resume Clara Carrillo, una peatona que se moviliza por sectores del norte y centro.
“Cuando estoy por cruzar una calle, rara vez alguien cede el paso. Más bien aceleran, como si la prisa de ellos valiera más que mi derecho a pasar. Te toca estirar la mano, avanzar con decisión, casi rogando que el chofer tenga un mínimo de sentido común y no se lance como si fuera el único dueño del espacio”, cuenta Carrillo.
Esta violencia vial ha sido registrada por EXPRESO en varias ocasiones. En octubre pasado, contamos sobre el ‘coctel de riesgos’ que viven a diario los peatones en la intersección de las avenidas Francisco de Orellana y Domingo Comín, entre dos de los centros comerciales más visitados del norte.

En noviembre, mostramos cómo las personas deben esquivar autos estacionados en las aceras de varias zonas, lo que incluso generó la reacción del alcalde Aquiles Álvarez y los concejales en una sesión.
Y hace menos de un mes, recogimos el riesgo que enfrentan las personas al cruzar en el vecino cantón Durán, donde los semáforos apagados y la ausencia policías de tránsito aumentan el peligro de movilizarse a pie.
Ante esta problemática, el ingeniero civil Rafael Pezo Zúñiga cree que Guayaquil debe apuntar hacia la construcción de calles integrales, para que “no se priorice al usuario de vehículos motorizados sobre el peatón ni sobre el ciclista, y que se distribuya de mejor manera el espacio público para beneficio de todos los usuarios”.
Su propuesta fue recogida en el libro ‘Guayaquil frente al futuro: ciudad-región’, publicado hace casi un mes por la agrupación Guayaquil Bicentenario, que nació por iniciativa de Francisco Huerta Montalvo, quien fue subdirector de EXPRESO.
“Calle integral se refiere a un concepto que, manteniendo un mismo derecho de vía (ancho disponible), se lo distribuye de una manera tal que promueve la seguridad de los usuarios y la disminución de las velocidades de circulación de los vehículos motorizados”, especifica Pezo.
Al ensanchar las aceras en las esquinas “se estrecha visualmente el carril y eso obliga al conductor a dar giros más lentos”, explica la urbanista y docente Carolina Morales.
Esto también permite que las personas tengan más espacio para cruzar. Pezo destaca la implementación de cruces tipo pompeyano, que son aquellos que elevan la calzada al nivel del peatón, para que no tenga que subir y bajar desde la acera. Esto también funciona como reductor de velocidad.
Para Boris Forero, docente de Arquitectura, estas son medidas que pueden generar polémica, pues hay quienes creen que esto les quita carriles a los vehículos y que, por ende, aumentará la congestión. Pero no es así.
“Se trata de acciones que a la larga son necesarias, porque obligarían a que los vehículos no vayan tan rápido; a que incluso se mejore el comercio en esas zonas, porque vas a tener más espacio para realizar actividades o para exhibir el frente de tu local”, resalta Forero.
El impacto también lo sentiría lo social
Además de lo económico, el docente cree que también impactará en lo social, porque hay la percepción de que movilizarse es llegar lo más pronto a un destino, sin hacer esas pausas que “obliguen a percibir y vivir la ciudad”. Incluso, puede aumentar la presencia de personas en las aceras, lo que ayudará a enfrentar la inseguridad.
La idea de Pezo se muestra, de algunas maneras, en la Guía de Diseño de Calles que la Alcaldía publicó este año, pero que no se ha visto plasmada en cambios de la infraestructura, por décadas pensada para los vehículos a motor.
En el documento se menciona que “la planificación debe ser multidimensional e integral, promoviendo el desarrollo de calles multimodales que faciliten el transporte eficiente de personas y bienes, al mismo tiempo que se convierten en espacios recreativos”.
Sin embargo, no siempre se planifica, y se termina haciendo “intervenciones puntuales o aisladas, sin una proyección a futuro”, advierte Morales. “Independientemente de quién lleve la administración local, se debe pensar en un desarrollo urbano integral en beneficio de la ciudad”, insiste la urbanista.
Existen instrumentos y propuestas. Solamente falta que las autoridades, como dice Forero, se ‘arriesguen’ a apostar por los peatones, para que movilizarse a pie no sea sinónimo de peligro inminente. Así lo resume Carrillo: “Yo solo quiero poder caminar tranquila, sin tener que prepararme como si saliera a una guerra urbana. Y sé que no soy la única”.
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