
Parroquia García Moreno, un mirada a un sector olvidado de Guayaquil
García Moreno acoge sitios icónicos de Guayaquil como la iglesia del Cristo del Consuelo o las casas colectivas
La parroquia García Moreno fue escenario, esta semana, de dos hechos que sacudieron a sus habitantes. El domingo, un estallido alarmó a los vecinos de las calles Tulcán y Argentina, en el suroeste de Guayaquil: un cilindro de gas explotó y provocó un incendio que destruyó una vivienda, aunque no se registraron víctimas. Dos días después, el martes, un confuso incidente -que aún es investigado por la Policía- dejó a un supuesto delincuente abatido en las calles Carchi y Colombia, a apenas tres cuadras del primer suceso.
Estos hechos volcaron la mirada hacia este sector guayaquileño, que vive a diario con problemas de inseguridad, falta de iluminación y mala disposición de basura, pero en el que aún sobrevive ese espíritu de barrio y cuyos habitantes luchan por sacarlo adelante.
La situación de la parroquia García Moreno de Guayaquil
La parroquia García Moreno alberga uno de los espacios religiosos más emblemáticos de Guayaquil: la iglesia del Cristo del Consuelo, que cada Viernes Santo congrega, en sus calles aledañas, a miles de feligreses católicos, quienes acuden a agradecer los milagros recibidos o a encomendar sus preocupaciones.
Sin embargo, desde hace años es común ver a consumidores de droga ocupar esquinas y otros espacios públicos.
“El Cristo del Consuelo siempre ha sido una zona peligrosa. Por más que la Policía dé vueltas, usted a cualquier hora ve a los ‘hacheritos’. Aquí no hay orden y no sé si algún día lo tendremos”, expone Luisa Rugel, quien reside desde hace más de 30 años en este sector.
Han “aprendido a convivir con el peligro”, dijo la ciudadana. Es lo que les queda ante la inacción de las autoridades.
La parroquia García Moreno también acoge un tramo de las calles Los Ríos y Esmeraldas, que conectan el norte con el sur de la ciudad y viceversa.
En estas vías están establecidos corredores para el paso de líneas de buses urbanos. Pero su uso es irrespetado: hay paraderos en mal estado, con techos dañados y ubicados en zonas oscuras.
Los usuarios, para evitar ser víctimas de asaltos, no buscan precisamente los paraderos, sino los espacios más iluminados al momento de esperar el bus.

El criterio de moradores y residentes
Roberto Naranjo vive en las calles Los Ríos y García Goyena. Fue víctima de un asalto hace tres meses. “Eran las 7 de la noche, salía a la U y me cayeron dos tipos caminando. Con revólveres, los dos me apuntaron y tuve que darles todo: mi maleta y el celular”, contó.
La velocidad con la que cruzan ciertas unidades de transporte urbano por esos tramos es otro problema que aqueja a los moradores.
“Van haciendo competencia (los buses). Esos buses que se caen a pedazos siguen dando el servicio; a veces no paran, sobre todo en las mañanas. El mismo problema de siempre”, señaló Mónica Daquilema, residente en la avenida del Ejército y Vacas Galindo.
Los tallarines forman parte del paisaje, pero es un paisaje desagradable. Incluso, en Carchi y Colombia, un poste está inclinado por el peso de los cables. Ese enredo es notorio en la mayoría de las cuadras.
Otro de los espacios reconocidos de la parroquia Febres Cordero es el mercado Jockey, ubicado en las calles José de Antepara y Bolivia.
Residentes de ese sector insisten en que un paso peatonal, ubicado a una cuadra, es un punto de insalubridad y refugio de consumidores de droga.
“El Municipio viene a limpiar, pero los consumidores vuelven. Siempre uno ve tirados cuchillos; el año pasado dejaron un machete. Es gente peligrosa la que se pone en el puente (paso peatonal). Y la gente tiene miedo de cruzar, lógicamente. ¿Cómo va a cruzar si le pueden robar? Y aquí cerca hay una UPC”, lamentó Clemente Hidalgo, habitante del sector.
El ciudadano indicó que en algunas ocasiones ha discutido con los consumidores para retirarlos del sitio. “Yo no tengo miedo de sacarlos. Sé que algunos andan armados, pero si no ponemos orden, nadie más lo va a hacer”, manifestó.
Al avanzar hacia el centro de la ciudad, en las últimas cuadras de la parroquia, aparecen las casas colectivas del IESS, asentadas entre Gómez Rendón y la avenida del Ejército. El conjunto, de fachadas repetidas y pasillos largos, es icónico en la urbe.

La realidad de esta zona del sur de Guayaquil
Al caminar por esas calles, el entorno transmite una calma engañosa. El ruido del tránsito es intenso, algunos vecinos cruzan sin prisa y los comercios cercanos mantienen sus puertas abiertas. Nada parece fuera de lugar. Sin embargo, esa tranquilidad contrasta con la realidad que, según denuncias reiteradas, se vive puertas adentro de este espacio residencial, convertido con los años en un símbolo de abandono y preocupación.
“¿Qué vienen a hacer acá? Me están poniendo nervioso y yo me porto mal cuando me pongo nervioso”, fue la advertencia que lanzó un ciudadano apenas notó la presencia de un equipo de este Diario, como primera reacción al verlos llegar al sitio, la tarde del pasado miércoles.
moradora del sector
Otros dos ciudadanos, que segundos antes habían inhalado una sustancia blanquecina desde una funda, se sumaron al recorrido, vigilando de cerca cada movimiento para verificar qué fotografías se iban a tomar.
Un habitante del sitio, quien no quiso identificarse, reveló que el lugar sigue tomado por bandas criminales, a pesar de la presencia policial. “No hay forma de que algo se arregle acá. Ya uno conoce quién vende (droga), quién anda en cosas chuecas, pero ¿cómo se los va a denunciar? Estamos a la deriva en las colectivas y seguiremos así”, lamentó.
Quienes viven en esta parroquia esperan ser tomados en cuenta para una regeneración urbana en sus cuadras y no perder esa vida de barrio que aún sigue vigente. Y también, por supuesto, exigen seguridad y paz.