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El médico les entrega fundas de leche, pan y medicinas para disminuir el daño que les provoca la droga.JIMMY NEGRETE

El médico que lleva el pan de cada día a las calles para reducir el consumo de drogas 

Rómulo Bermeo recorre sectores populares de la ciudad para brindar asistencia a personas con adicciones. Hace cuatro años aplica un plan con tratamiento

Su llegada es cual Papá Noel en Navidad. Pero en lugar de juguetes, Rómulo Bermeo Sañudo, un médico diplomado en adiccionología sobre prevención de consumo de sustancias psicoadictivas, lleva pan, leche y medicinas a decenas de mujeres y hombres entre adolescentes y adultos que lo esperan para desayunar en las calles de Guayaquil.

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Provisto de su mandil y sin ninguna seguridad policial, el profesional recorre y se adentra todas las mañanas en sectores populares de la ciudad, para llevar no solo alimento a personas con adicciones a sustancias nocivas para su salud, sino para darles una breve charla del daño que causa el consumo de drogas;además de instarlos a un tratamiento para reducir su adicción, dentro de un plan experimental en el que asegura tienen tres grupos, el primero con tres años de trabajo y que no ha caído en consumo de drogas.

La labor humanitaria la despliega desde hace 20 años, pero hace 4 dentro de la Comisión de Proyectos Comunitarios y Prevención de Consumo de Drogas, del Colegio de Médicos del Guayas, de la que es director.

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Los vecinos de la 44 y la P lidian a diario con la presencia de consumidores; unos del barrio, pero la mayoría de otros sectores y duermen bajo el techado de una casa abandonada.JIMMY NEGRETE

“El problema de las drogas no es el consumo en sí, en mi concepto, el problema fundamental son las razones que una persona representa para consumir la sustancia. Qué pasa en ellos para que prefieran la calle, estar comiendo de basura, a no estar en su casa, cuál es la álgida situación familiar que los lleva allá”, explica el profesional al sostener que la vacuna contra las drogas es la prevención.

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De allí que se requiere trabajar también en niños de 9, 10 y 11 años, que son de quinto, sexto y séptimo de básica de escuela, en quienes se debe fomentar valores para que, “cuando lleguen al colegio, no sean presa fácil del consumo por presión grupal o experimental”.

Y lo fundamenta en estudios que han realizado como comisión médica, y de los cuales se advierte que el 72 % de todos los adolescentes que consumen droga viene de hogares disfuncionales. El grupo que consume la H, una droga muy tóxica, es de 12 a 18 años, los de colegio. De allí el proyecto de fortalecer a los niños.

La mañana del 23 de septiembre, Bermeo acudió al Infiernillo, un sector de las calles 44 y la P, en el suburbio de Guayaquil, donde fue recibido con las manos en alto en señal de saludo y la sonrisa de dos mujeres, una de ellas de 23 años, embarazada de tres meses, y con dos hijos pequeños a quienes no les dio de lactar por su situación. El médico le recomienda ir a control y le advierte que su condición física no es buena para la criatura.

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De 20 jóvenes que a diario llevan desayuno, tres a cuatro van a tratamiento, disminuyen el consumo, pero las condiciones psicosociales los vuelca al consumo.JIMMY NEGRETE

En minutos, en el sitio aparecen otros jóvenes en la misma condición, para pedirle al médico el desayuno. La mayoría, provistos de mochilas y ropa sucia, se muestra tranquilo y agradecido. Uno decide alejarse refunfuñando al ver la cámara de EXPRESO.

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“Gracias compañerito”, le repite Yuli al médico, abrazada a los panes que ha recibido mientras busca en la vereda de una esquina del Infiernillo donde sentarse para desayunar. Tiene 30 años, pero su rostro la hace ver de casi el doble de edad. Según dice, está en esa situación de consumo desde hace 20 años. No tiene hijos. “Quiero que me ayuden para dejar esta cosa”, pide. ¿Y cómo? Anhela un lugar donde dormir, donde comer, alguien que vele por ellos. “Gracias a Dios que nos ha enviado este ángel que nos da desayuno y medicina”, exclama la mujer, quien señala que para consumir H sale a “molestar por ahí”.

Bermeo explica que se sataniza mucho la sustancia, pero es la persona quien la busca y eso es periódico. “Ahora es la H, en la década de los 80 fue la solución, un ejército de niños por la Victoria (parque), por el centro de Guayaquil que inhalaban eso con un daño tremendo, lo consumían chicos de menor edad que consumen la H, de 6 a 10 años (...) en la década de los 50 había la guanchaca (alcohol artesanal), también un ejercito de consumidores en las calles Sucre y Pedro Moncayo, 10 de Agosto, 6 de Marzo, Colón”.

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Para enfrentar la situación, insiste en que el consumo es una enfermedad que “no se controla con insultos, cadenas, golpes. Se controla con medicación, con psicoterapia, reinserción laboral y social, con un tratamiento integral”. Y, en función de eso, lo que buscan es quitarles ese estigma que los ven como delincuentes. En su mayoría, son chicos que se dedican al reciclaje y lo que hacen, de 3 a 4 dólares, lamentablemente lo utilizan para volver a consumir porque no encuentran una mejor situación a su alrededor.