
Guayaquil: Actuar por el ambiente para tener una ciudadanía ‘verde’
La educación ambiental ayuda a preparar a la población, pero hay que alentar la participación ciudadana, dice estudio
Estero contaminado, vehículos que dejan una estela de humo oscuro a su paso, tala de árboles sin criterio técnico, botaderos de basura a cielo abierto, bosques protegidos afectados por incendios. Son hechos que se han vuelto cotidianos en una ciudad con grandes desafíos para preservar su medioambiente.
Entre cuestionamientos, las autoridades trazan planes para intentar remediar los daños ambientales, pero la ciudadanía juega un papel importante en la prevención y en la acción que se necesita para impulsar cambios que perduren en el tiempo.
Este poder de acción se construye con hábitos, pero también con conocimiento relacionado con la protección del medioambiente, el fomento de un estilo de vida sostenible y la construcción de sociedades resilientes.
Es lo que se denomina ciudadanía verde, que “depende de dimensiones personales que se pueden desarrollar en la escuela, como los conocimientos, valores y capacidad de acción, los cuales, a su vez, están moldeados por factores socioeconómicos y contextuales como las normas sociales, la confianza social y la confianza en las instituciones”.
Así lo señala el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en su estudio “De la Educación a la Acción: Ciudadanía Verde en América Latina”, publicado este mes. Allí se recoge que el 76 % de los 19.214 encuestados en la región considera que “en su vida cotidiana realiza acciones específicas para preservar el medioambiente”. “La educación también cumple un papel clave; a mayor nivel educativo, mayor compromiso ambiental”, se afirma en el documento.

Pero, ¿cuánto sabe la ciudadanía en Guayaquil sobre la importancia de cuidar el medioambiente y cómo lo aplica en su vida cotidiana? “La ciudadanía tiene muy pobres conceptos de educación ambiental y de cuidado ambiental”, afirma a EXPRESO el biólogo y director del programa marino de Conservación Internacional, Xavier Chalén.
Para él, es clave trabajar en la educación en escuelas y colegios, pero sobre todo desde la familia. “Si una familia no ve como un tema prioritario enseñar a sus hijos que el cuidado ambiental es un factor de educación básica y de buen vivir, del comportamiento adecuado del ciudadano, entonces hemos perdido el tiempo sobre las bases principales vinculadas a la familia”, menciona.
La educación ambiental son procesos que llevan tiempo
Para Jaime Salas, biólogo y docente de Ecología en la Universidad de Guayaquil, “existe una alta demanda de eventos de sensibilización ambiental, pero eso no quiere decir que sean educación ambiental; son cosas distintas”, advierte.
“La educación ambiental son procesos educativos y formativos que llevan tiempo, años, y que a la larga buscan crear conciencia para que las personas tomen decisiones informadas sobre ciertos procesos y consumos que deben orientarse hacia la conservación del ambiente y del entorno”, explica.
Salas considera que la sociedad guayaquileña está acostumbrada a campañas y eventos temporales, pero no a procesos sostenidos de educación ambiental. Por eso, dice que es necesario trabajar desde la temprana infancia.
Recién este año, en Ecuador se incluyó en el currículo educativo la materia Educación para el Desarrollo Sostenible, que “busca fomentar en los estudiantes una conciencia crítica y un compromiso activo con la sostenibilidad, abordando temas como el cambio climático, la conservación de recursos naturales, la equidad social y la economía sostenible”.
Aunque este es un primer paso importante, debe tomarse en cuenta también la capacitación a docentes, para que dicten la materia de manera atractiva, y trabajar en la formación de liderazgo juvenil. Así lo considera Cecilia Torres, de la fundación Mingas por el Mar. “Lamentablemente, en nuestro país siempre estamos buscando que alguien tome la iniciativa, sea el alcalde, el prefecto o el jefe comunal”, menciona la activista.
Esa inacción, asegura Torres, proviene de una desconexión con la naturaleza. A diferencia de quienes viven en el campo o en zonas rurales -más apegados al manglar, los bosques o los océanos-, en las ciudades se vive a un ritmo acelerado, con preocupaciones económicas y en busca de una retribución inmediata. “La comodidad nos ha hecho también ser una especie a la que no le importa cuál es el rastro que deja”, lamenta Torres.

La gestión de los residuos y desechos comunes es algo que se ha venido mejorando, aunque “todavía tenemos camino por recorrer”, asegura Isabel Tamariz, directora municipal de Ambiente. Ella destaca el programa “La sostenibilidad va a tu aula”, que fomenta el reciclaje entre niños y jóvenes por segundo año consecutivo.
Hay personas que durante los últimos años han cultivado hábitos de cuidado ambiental. Clara Reyes es una de ellas. Aunque considera que la educación ambiental de la ciudadanía es “bastante incipiente”, está convencida de que “tener una mirada más amigable con el entorno es algo que se puede construir con decisión”.
En su caso, aprovecha su rol de comunicadora para transmitir mensajes y contenidos a través de redes sociales y un programa de radio. En su casa practica el reciclaje no solo de la basura común, sino también del material orgánico.
“Hoy en día no puedo botar una cáscara de banana o de naranja a la basura tradicional porque me siento rara, como si estuviera arrojando algo en el lugar equivocado. No boto una botella plástica donde van los cartones porque siento que ya no es parte de mi sistema. Todo es un hábito que amerita una decisión”, explica.
Esa costumbre ecológica también se forma desde temprana edad. Gabriela Bravo, de 16 años, tiene una pasión enorme por los animales y las plantas. Valora mucho que en su colegio exista un huerto escolar, del que están pendientes constantemente.
“Todos los martes y jueves vamos a hacer inspección a ver cómo está, si no le ha caído alguna plaga, y considero que es una buena forma de empezar a fomentar el cuidado ambiental”.
¿Qué hace un adolescente para intentar reducir el riesgo de un incendio forestal?
En el caso de Santiago Roca, de 17 años, reciclar es una acción concreta. En su institución educativa comenzaron este mes una campaña de recolección de botellas plásticas y electrodomésticos.
Él también valora el tema del liderazgo y por eso sueña con crear un Instituto de Comunicación para fomentar líderes que generen conciencia y cambios en la sociedad.
Ese espíritu de activismo es algo en lo que Ecuador destaca, según el estudio del BID. Torres resalta que el país es uno de los que más voluntariado tiene, aunque advierte que falta comunicación con las autoridades y apoyo para ejercer esa labor.
Cambiar los hábitos y ampliar el conocimiento en temas ambientales puede parecer complicado, pero no lo es. Así lo asegura Eduardo Luzuriaga, quien se moviliza en bicicleta, por ejemplo, para aportar a la reducción de la contaminación.
Él resume lo que la educación ambiental puede aportar no solo a las personas, sino a la ciudad, ahora y en el futuro: “Es cuestión de que hagamos un poco de conciencia y empatía con lo que está sucediendo, con lo que le estamos dejando a nuestras futuras generaciones”.
¿Te gusta leer Diario EXPRESO? TE PUEDES SUSCRIBIR AQUÍ