
De Sauces a la NASA: La historia de superación del ecuatoriano Pablo Cisneros
El guayaquileño Pablo Cisneros hoy trabaja en la NASA. Apunta a inspirar a más jóvenes a mirar hacia las ciencias espaciales
Cuando era niño, en su casa en Sauces, en Guayaquil, Pablo Cisneros podía pasar horas en el suelo, rodeado de ladrillos de Lego que parecían cobrar vida bajo sus manos. Un día armaba naves; al siguiente, telescopios. De allí nació la ilusión que décadas después lo llevaría a trabajar en el Jet Propulsion Laboratory, un centro de investigación de la NASA en California, Estados Unidos.
Su historia: Su juego de niño se hizo realidad
“Siempre mi papá me regaló cajas de Lego. Yo armaba naves espaciales desde chiquito y me encantaba ver Viaje a las estrellas (Star Trek). Desde entonces decía que quería ser astronauta”, recuerda el ingeniero en Computación y Electricidad, de 47 años.
Hijo de un militar ecuatoriano, Pablo aprendió a mirar el mundo entre largavistas, piezas metálicas y algún armamento que su padre dejaba en casa.
Mientras los amigos del barrio jugaban fútbol en la calle, él se entretenía desarmando cualquier artefacto que encontraba, convencido de que todo -desde un reloj hasta un rifle- podía entenderse con la misma lógica con la que se arman piezas de Lego. “Creo que ahí empezó mi gusto por la ingeniería”, confiesa entre risas a EXPRESO.
Ya de adulto, Pablo estudió Computación en la Facultad de Ingeniería en Electricidad y Computación (FIEC) de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), donde descubrió que lo suyo era crear y resolver problemas con tecnología. Sin embargo, no terminó la carrera debido a la necesidad de trabajar y ganar experiencia.
Tiempo después emprendió un viaje a Estados Unidos, donde enfrentó el duro contraste de que su experiencia ecuatoriana no era reconocida. “Tuve que empezar de cero. Así que estudié lo mismo en California”, relata.
Pero la NASA no tocó la puerta de su casa para invitarlo a trabajar. Durante 13 años, Pablo postuló a la entidad en siete ocasiones. Seis lo rechazaron. “Sabía que ese era mi lugar”, destaca. Mientras tanto, se movía entre empresas tecnológicas e investigaciones universitarias.
En 2022, finalmente fue aceptado. Actualmente labora como ingeniero de confiabilidad (SRE). Su labor es asegurar que los datos enviados por satélites -como el que orbita Europa, luna de Júpiter- lleguen seguros y listos para el análisis científico.

Lleva su identidad guayaquileña donde esté
Y aunque trabaja entre científicos e ingenieros de todo el mundo, Pablo lleva en el alma su identidad guayaquileña.
“Soy de los que ponen salsa choke en la oficina. Una vez les enseñé a mis compañeros americanos a decir ‘chévere’. Les gusta”, dice, y agrega que incluso los ha llevado a probar encebollado y otros platos típicos de la gastronomía de su ciudad y del país.
A su hijo de cinco años, nacido en Estados Unidos, le enseña las mismas expresiones que usaba en Sauces. “Quiero que tenga mis raíces”, sostiene.
Pablo Cisneros busca inspirar a otro
El guayaquileño Pablo Cisneros, ingeniero formado en Espol, hoy trabaja en la NASA Apunta a inspirar a más jóvenes ecuatorianos a mirar hacia las ciencias espaciales
En octubre pasado, Cisneros volvió por unas semanas a Guayaquil y a su querida Espol. Caminó por los pasillos que lo vieron crecer y charló con jóvenes que lo escuchaban con atención.
Los invitó a mirar más allá de las fronteras y atreverse a soñar con carreras espaciales. Porque aunque él no ha dejado de pensar en el espacio, su mayor impulso hoy es inspirar a las nuevas generaciones.
“Quiero ver más latinos y más ecuatorianos en la NASA, porque falta representación”, considera. Ha intentado promover talleres aeroespaciales en Ecuador, pero reconoce que las trabas políticas y la inseguridad frenan muchos proyectos.
“Tenemos talento, pero no apoyo. Colombia y Perú están 20 años adelante en tecnología, y eso es importante. Necesitamos apoyo. Mucho”, reconoce.
No obstante, más allá de inspirar, su otra gran misión no es colocarse un traje espacial (aunque sí lo aceptaría si llega la oportunidad), sino su hijo. “Quiero que sea él quien dé ese paso. Quizás él llegue más lejos, quién sabe. Tal vez encuentre fósiles en Marte, porque también quiere ser paleontólogo”, asegura.
