
Calidad del aire en Samborondón: Estudio alerta nivel "pobre" y riesgos por calor
n monitor en La Puntilla detecta partículas nocivas y altas temperaturas entre las 12:00 y 16:00
Un estudio piloto realizado por la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES) en La Puntilla, Samborondón, ha calificado la calidad del aire en la zona como "pobre" tras los primeros diez días de medición. El dispositivo utilizado detectó la presencia de material particulado (PM 2.5) capaz de ingresar al torrente sanguíneo, además de registrar índices de calor peligrosos entre el mediodía y la tarde.
Un estudio a la calidad del aire local
El aire no se ve, pero eso no significa que esté limpio. Bajo esa premisa, y ante la necesidad de “ponerle número” a una realidad invisible, la UEES instaló en La Puntilla un dispositivo de monitoreo ambiental denominado Kunak.

Se trata de un estudio piloto que, aunque incipiente, ya arroja las primeras alertas sobre lo que respiran los ciudadanos en esta zona de alta plusvalía y tráfico vehicular: en los primeros diez días de medición, el promedio de la calidad del aire se situó en la categoría de “pobre”.
El aparato, ubicado estratégicamente en el campus universitario por su centralidad entre la población estudiantil y urbana, no solo mide la temperatura. Su función es monitorear contaminantes atmosféricos críticos como: Ozono, Dióxido de nitrógeno, Monóxido de carbono y Material particulado (PM).
“En promedio, en estos primeros días, la calidad del aire es pobre en Samborondón. Hubo un día en que tuvimos una calidad muy pobre”, explica Iván Chérrez, alergólogo e investigador principal del proyecto.
El especialista detalla que el índice de calidad (AQI) —basado en una tabla europea— maneja rangos que van desde bueno hasta extremadamente pobre. Al superar el valor de 100, la situación se torna crítica.
PM 2.5: El enemigo invisible en la sangre
El hallazgo más preocupante identificado hasta ahora tiene un nombre técnico: material particulado 2.5 (PM 2.5). Son partículas microscópicas, con un grosor inferior al de un cabello humano, capaces de sortear las defensas naturales del cuerpo.
“Nosotros la podemos inhalar y penetra al pulmón. Pero no solamente penetra al pulmón, sino que también puede pasar a la sangre”, advierte Chérrez.

A largo plazo, la exposición a estas sustancias se vincula con enfermedades cardiovasculares y crisis en pacientes con asma, enfisema o bronquitis crónica.
Ante esto, Daniel Simancas, epidemiólogo y experto en salud pública, sostiene que la calidad del aire es un determinante ambiental crítico del cual pocos políticos hablan.
“Ecuador no está lejos de posicionarse como un país peligroso para respirar. Respirar aire limpio no es un privilegio, sino un derecho humano fundamental”, sentencia Simancas.
El experto añade que prevenir la exposición debe ser una estrategia esencial, pues "el uso de mascarillas es solo una consecuencia de la inacción".
Índice de calor: Precaución extrema al mediodía
Más allá de los contaminantes, el dispositivo de la UEES ha arrojado luz sobre otro factor que golpea a la ciudadanía: el índice de calor. Esta métrica combina la temperatura real con la humedad para determinar qué tan caliente se siente el ambiente para el cuerpo humano.
Los registros de la última semana son preocupantes. Entre las 12:00 y las 16:00, el índice entra en rangos de “precaución” y “extremada precaución”.
“Al haber este índice muy alto, nosotros en esas horas tenemos más riesgo de deshidratarnos. Los abuelos tienen más chance de que tengan calambres, desvanecimientos o fatiga”, detalla Chérrez.
Una hoja de ruta para los próximos 5 años
Juan Calderón, médico de la UEES, explica que las partículas suspendidas en el aire impiden que el calor se disipe correctamente, incluso de noche, creando un “círculo vicioso” que afecta la salud cardiovascular y desincentiva la actividad física al aire libre.
“No necesariamente hay que esperar ver esa neblina tipo smog (como en Beijing) para decir que el aire está contaminado”, aclara Calderón.
La versatilidad del equipo permite su traslado. Juan Camilo Sagñay, médico del equipo investigador, adelanta que se planea instalar el medidor en cuatro puntos diferentes a futuro, abarcando el inicio, medio y fin de Samborondón, e incluso instalándolo en postes de luz a lo largo de la ciudad.
La meta final, según Chérrez, es trazar una hoja de ruta a cinco años. Con la evidencia en mano, se podrán emitir recomendaciones precisas a las autoridades, desde horarios seguros para ejercitarse hasta estrategias de reforestación urbana.
“Tenemos que encontrar las indicaciones adecuadas... Disminuir el uso de automóviles a lo mejor, sembrar más árboles”, concluye el investigador.
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