
Claudio Spinelli u Octavio Rivero, ¿Quién tiene más gol? | Pateando Tachos
Opinión | Dos estilos distintos que convergen: la eficacia frente al arco y la capacidad de decidir partidos
Spinelli juega en un equipo que hace fútbol de toque seguro: Independiente del Valle. Y es que juega paciente, provoca confianza por su efecto hipnótico, pero a la vez sorprende con un brusco cambio de velocidad en zona de definición. Su velocidad colectiva está relacionada con la precisión antes que con la aceleración.
Claudio Paul, inmune al desaliento, termina ganando por insistencia. A la inspiración hay que merecerla. Desde cualquier lugar del campo en el que esté, su instinto tiene a la portería como objetivo y, si hay obstáculos, los limpia hamacándose. Siempre fue así cuando el talento se encontró con la libertad.
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Tiene frialdad para levantar la cabeza y elegir el tiro colocado con el pie inesperado. Su juego es apto para las asociaciones y para la aventura individual. Pone el balón en su pie y se va para delante con pasos cortos, rápidos y ordenados. Una pelota que nunca recibirá un adorno de regalo, pero a cambio tendrá reservado un destino adecuado.
Como es Spinelli, sabemos que es gol, antes de ser gol. Tiene la admiración de los suyos y el reconocimiento de los otros.
La potencia creativa de Octavio Rivero

Del otro lado de la calle, Octavio Rivero, de Barcelona, siempre está listo para inventar y ejecutar la jugada decisiva. Al balón lo defiende con su cuerpo ancho y potente de falso lento, de ahí que sorprende con arranques inesperados que desahogan el juego demasiado pausado de los mediocampista.
Su instinto no gasta el tiempo en aclaraciones. Cuando el público se le pone en contra, el aire sobrador del ‘9’ alcanza su máxima expresión. De fuerte personalidad, potente remate, excelente cabezazo, pie fuerte y codo preciso, todo lo que haga encierra la palabra categoría.
A veces el espacio que pierde Rivero por velocidad lo recupera por imaginación y técnica; que, como ya quedó escrito, cuando es buena ahorra tiempo. El balón en sus pies parece como una liebre obediente que va quebrantando marcadores, que quedan desairados en el camino.
Donde no llega con la técnica, aparece con fuerza y tenacidad. Hubo días de críticas feroces, pero Rivero ya tenía una larga historia de goles donde refugiarse.
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