Repites Patrones Amorosos: La Ciencia del Cerebro y el Apego Según Expertos.
¿Sientes que repites el mismo patrón de relación con diferentes personas? Descubre la respuestacanva ia

¿Por qué siempre eliges al mismo tipo de persona? La psicología de los patrones

Un experto en sexología explica por qué elegimos siempre el mismo tipo de pareja

Tal vez se ha dado cuenta de ese amigo que cambia de pareja, pero es como si fuera la misma persona solo que con otro nombre. O quizás, en su propia vida, ha sentido una inquietante familiaridad en sus relaciones, una sensación de que, a pesar de cambiar el rostro, el guion es similar. No es una casualidad. La ciencia y la psicología confirman que tenemos una tendencia profunda a repetir patrones de actitud, personalidad e incluso rasgos físicos al buscar una pareja.

La explicación es multifacética y se arraiga en los mecanismos más íntimos de la psique. Según el sexólogo Diego Guaranda, “desde el psicoanálisis, por ejemplo, se busca constantemente repetir estos patrones como una forma de reparar o de revivir estas experiencias emocionales, así mismo como la proyección de ciertos aspectos inconscientes que la persona aún no ha sanado”. Existe una compulsión a recrear dinámicas pasadas con la esperanza de resolver asuntos pendientes.

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La familiaridad: Un iman poderoso (aunque sea dañino)

Pero no toda la repetición busca la reparación. A menudo, la familiaridad es un imán poderoso. Guaranda añade que “desde otras perspectivas, el ser humano busca la familiaridad, lo que genera esa seguridad, para poder sentirse atraído hacia algo que comparte dependiendo de su sistema de creencias y lo que busca en las relaciones interpersonales”. El cerebro prefiere lo conocido, incluso si es disfuncional, porque representa un territorio predecible y, por lo tanto, más seguro a lo desconocido.

No es casualidad, la ciencia confirma que repetimos patrones

Investigaciones con neuroimágenes de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), indican que las experiencias emocionales tempranas moldean literalmente los circuitos neurales. Cuando un adulto se encuentra en una situación que replica dinámicas de su infancia, su cerebro puede activar las mismas respuestas emocionales y químicas. La búsqueda de esa ‘chispa’ o de esa intensidad, a menudo negativa, puede ser en realidad la búsqueda de un estado neuroquímico familiar.

Romper el ciclo requiere un acto de consciencia. No se trata de un cambio simple, sino de un proceso de autodescubrimiento que a menudo necesita de acompañamiento terapéutico. Implica identificar los patrones, entender su origen y, sobre todo, reconocer que la familiaridad no siempre equivale a compatibilidad o bienestar.

El primer amor que marca todo: La teoría del apego

Una de las teorías para explicar este fenómeno es la teoría del apego, desarrollada originalmente por John Bowlby y Mary Ainsworth. El estudio demuestra que los estilos de apego formados en la infancia (seguro, ansioso o evitativo) actúan como un plano para las relaciones adultas.

El sexólogo explica que “Desde un modelo basado en el apego, la elección del mismo patrón en las relaciones interpersonales se basa en las primeras experiencias con nuestros cuidadores y la búsqueda constante de interacciones”. Un individuo criado por figuras distantes o impredecibles puede sentirse inexplicablemente atraído por parejas que replican esa frialdad, porque esa dinámica le resulta familiar. Su “radar’ emocional está calibrado para detectar lo que ya conoce.

  • Se confunde el drama con el amor. A veces, la ansiedad y la incertidumbre de una relación inestable pueden sentirse como “mariposas en el estómago” o pasión. Esto puede convertise en una adicción a esa montaña rusa de emociones.
  • Buscamos lo que creemos merecer. Si no tiene buena autoestima, es posible que elija parejas que lo traten como cree que se merece.
  • Copia el modelo de sus padres. Sin darse cuenta, tiende a repetir las dinámicas de la relación que vio en casa durante su infancia, porque fue su primer ejemplo del ‘amor’.
  • Lo nuevo da miedo. Cambiar significa enfrentarse a lo desconocido. A veces, se prefiere mantenerse en una situación que le hace daño, pero que sabe controlarla, antes que arriesgarse a algo diferente.

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