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A veces elegimos sin saberlo lo que nos dueleFREEPIK

¿Por qué repetimos los mismos errores?

Aunque duela, repetimos errores porque en ellos hay algo que nos protege, nos alivia o nos hace sentir en control

Los seres humanos tropezamos más de dos veces con la misma piedra. No nos damos cuenta de ello; suelen ser los otros los que nos dicen que estamos repitiendo un viejo error. De repente, nos sorprendemos de ello y nos preguntamos por qué habríamos de caer más de una vez en el mismo lugar. Dos escenarios nos permiten esclarecer este misterio. El primero es el de un estudiante de colegio, a quien una fiebre alta le impide ir a clases.

A pesar del molesto malestar, él está feliz, pues su enfermedad le procura un beneficio secundario: quedarse en casa y jugar videojuegos, tener más tiempo para prepararse para un examen para el que no se siente listo o evitar a la compañera que no le respondió favorablemente a su invitación a salir.

El segundo lo ilustra la adicción al juego. Cuando la rueda aún gira o cuando los dados no han caído, el apostador siente que, esta vez sí, será capaz de ganar, de recuperar lo perdido, de vencer de una vez por todas a la suerte, lo que lo envuelve en una placentera sensación de control.

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Estas dos ventajas, el beneficio secundario y la sensación de control, son parte necesaria de los síntomas por los que consulta un paciente. Tómese como ejemplo el caso de alguien que se queja de que todas sus relaciones románticas resultan en el mismo tipo de sufrimiento.

En terapia podrá reconocer que sus elecciones en el amor tienen en común que cada una de ellas está marcada por signos que anuncian el desenlace del que finalmente se quejará. Elige sufrir por una relación fallida en vez de arriesgarse a creer en el porvenir de una relación incierta para protegerse de perder el amor que espera encontrar.

Reconocer el síntoma

Solo cuando el síntoma es reconocido como una elección, cuando admitidos su cara de dolor que nos hace sufrir, pero también su lado conveniente, que nos produce placer o nos conviene, ganamos la capacidad de elegir un camino distinto. Si no lo hacemos, seguiremos tropezando con el mismo error, imponiendo con necedad nuestros anhelos a la realidad, esperando que su cumplan de manera fantasiosa.

Admitirnos como parte interesada de nuestro malestar es el primer paso para aceptar las condiciones y los riesgos que la realidad nos exige para la realización de nuestros deseos.

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