Salud mental en Navidad
Cuidar la salud mental es un acto de amor propio y, en muchos casos, el primer paso para vivir las reuniones con más calma.FREEPIK

La trampa del anfitrión perfecto: cómo la autoexigencia afecta la salud emocional

La presión de querer hacerlo todo bien en cada reunión puede terminar generando estrés y agotamiento emocional.

Mientras algunos llegan a una reunión listos para relajarse y divertirse, hay quienes la viven con una lista mental interminable de cosas pendientes por hacer. Que nadie se quede sin comer, que todo esté limpio, que la decoración parezca sacada de Pinterest, que el ambiente sea agradable y que cada invitado se sienta cómodo, son algunos de los pensamientos que agobian a quienes se autoimponen la presión de ser el anfitrión perfecto.

Pero, ¿qué hay detrás de esa autoexigencia? ¿Cuáles son los verdaderos motivos de querer impresionar a todos? A continuación, SEMANA dialogó con expertos para descubrir por qué algunas personas cargan con ese peso invisible y cómo aprender a delegar, poner límites y disfrutar las reuniones sin que el estrés sea el invitado principal.

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Cuando agradar se vuelve una carga

El peso invisible de ser el anfitrión perfecto suele estar profundamente ligado a la necesidad de validación externa, al miedo a decepcionar y a la dificultad de soltar responsabilidades, incluso cuando el cuerpo y la mente piden pausa. Así lo explica el psicólogo clínico Diego Guaranda, quien recalca que, en muchos casos, este comportamiento se relaciona con problemas de autoestima, ya que la persona busca aprobación constante para sentirse aceptada y evitar la sensación de no encajar o ser infravalorada. A esto se suman rasgos de perfeccionismo y ansiedad, que refuerzan la idea de que todo debe salir impecable como una forma de reducir la angustia y mantener el control.

Guaranda señala, además, que el componente cultural juega un papel importante, ya que se ha aprendido que el anfitrión “debe” tenerlo todo listo y en orden. Cuando ese ideal no se cumple, aparecen la culpa, el reproche interno y la sensación de haber fallado.

Por su parte, el psicólogo clínico Kevin Ubillús aclara que no todo parte de un lugar negativo. En muchos casos, el deseo de organizar una buena reunión nace de la intención genuina de cuidar a los demás, mantener a la familia unida y expresar amor. Sin embargo, el problema surge cuando ese deseo se transforma en una exigencia extrema, en la que cualquier error se vive como un fracaso total y el bienestar propio queda relegado. “En fechas como la Navidad, esta autoexigencia puede intensificarse, ya que se busca crear la reunión ‘perfecta’ para evitar críticas, tensiones o conversaciones incómodas, usando la organización impecable como una forma de protección emocional”.

¿Soy yo así?

Si se siente identificado con algunas de las características de quienes viven las reuniones con más tensión que disfrute, es posible que la autoexigencia ya esté pasando factura y que el cuerpo y las emociones comiencen a dar señales de alerta. Guaranda advierte que esta sobrecarga puede manifestarse a nivel emocional con irritabilidad, apatía, angustia y ansiedad, afectando no solo el momento de la reunión, sino también la rutina diaria. A esto se suman síntomas físicos como insomnio, fatiga, taquicardia y nerviosismo, claros indicadores de que el nivel de exigencia dejó de ser saludable.¿

Ubillús también explica que una señal frecuente es la dificultad para tolerar errores o imprevistos. Cuando cualquier falla se vive como un desastre total, especialmente en épocas como diciembre, que ya de por sí resultan caóticas para muchas personas, la experiencia deja de ser un encuentro y se convierte en una carga. “Muchas veces el objetivo deja de ser pasar un buen momento con familia o amigos y se transforma en la necesidad de que todo salga perfecto para que nadie se queje y uno quede bien”, señala.

En estos casos, añade Ubillús, la reunión pierde su sentido original. “Se deja de compartir desde el disfrute y se pasa a sostener una imagen de perfección, evitar quejas y quedar bien a toda costa. Cuando la prioridad es demostrar que todo está bajo control, el disfrute se diluye, aparece el agotamiento emocional y la conexión con los demás queda en segundo plano”.

Cuidarse también es celebrar

En medio de agendas llenas, la salud mental suele quedar relegada. Sin embargo, estas fechas también pueden ser una oportunidad para escucharse y reconocer cuándo algo ya no se siente bien. Por eso, Ubillús recuerda que diciembre no debería ser una excusa para postergar el bienestar emocional. “Si hay algo que ya molesta, no tiene por qué esperar al otro año. Si hoy te sientes así y tienes el deseo de hacer un cambio, la terapia puede ser una herramienta valiosa para entender qué está pasando”.

En algunos casos, la necesidad de organizar la cena perfecta o de complacer a todos puede funcionar como una manera de tapar conflictos no resueltos, tensiones familiares o temas incómodos que nadie quiere nombrar. “A veces se busca opacar ese elefante en la habitación con una reunión impecable, con tal de que nada se desborde”. Cuidar la salud mental es un acto de amor propio y, en muchos casos, el primer paso para vivir las reuniones con más calma.

Empezar a soltar sin culpa

Soltar el control no es dejar a un lado su reunión como anfitrión, sino aprender a cuidarse. Para quienes están acostumbrados a hacerlo todo, bajar la exigencia puede generar culpa, pero pequeños cambios transforman la forma de vivir las fiestas:

  • Identifique qué tareas pueden compartirse y aceptar que otros las hagan a su manera ayuda a reducir la ansiedad y a romper con la idea de que solo existe una forma correcta de hacer las cosas.
  • Acepte que los errores son parte del encuentro. Cuando cualquier falla se vive como un desastre, la experiencia deja de disfrutarse. Entender que los imprevistos no definen el valor personal permite vivir la reunión con más calma.
  • Revise sus expectativas internas. Preguntarse si realmente es necesario que todo salga perfecto o si esa exigencia responde al miedo a la crítica o al juicio externo puede marcar un antes y un después.
  • Ponga el bienestar propio en la lista de prioridades. Dormir bien, hacer pausas y no cargarse con todo también forma parte de una reunión sana. El autocuidado no es egoísmo, es equilibrio.
  • Reste peso a las críticas. No todas las opiniones merecen la misma atención. Aprender a no tomarse los comentarios de forma personal ayuda a soltar la necesidad de aprobación y a disfrutar más del momento.

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