
Hipertensión juvenil: una enfermedad silenciosa que avanza en Ecuador
Cada vez más adolescentes y adultos jóvenes son diagnosticados con presión arterial elevada por los malos hábitos de vida
En los últimos años, la hipertensión ha dejado de ser un problema exclusivo de los adultos mayores para convertirse en una preocupación creciente entre adolescentes y jóvenes adultos. En Ecuador, se ha registrado un aumento notable de casos en personas de entre 13 y 40 años. El doctor Gregory Celis, especialista en medicina interna, sostiene que este fenómeno responde principalmente al estilo de vida actual. “Estamos observando una combinación de factores muy comunes: alimentación inadecuada, falta de actividad física, estrés excesivo, consumo de alcohol y tabaco, y un uso prolongado de dispositivos electrónicos que afectan el sueño y el bienestar general”, explica.
Una condición grave silenciosa
Uno de los elementos más alarmantes de esta enfermedad es su carácter silencioso. En muchos casos, los jóvenes hipertensos no presentan síntomas evidentes, lo que dificulta su detección temprana. “La mayoría de ellos no se da cuenta hasta que la presión arterial elevada comienza a provocar daños en órganos vitales, como el corazón, los riñones o el cerebro”, advierte Celis. Esta falta de conciencia genera un riesgo acumulativo que, de no tratarse a tiempo, puede desencadenar eventos graves como infartos o accidentes cerebrovasculares.
Para revertir esta tendencia, el especialista insiste en la importancia de adoptar medidas preventivas desde edades tempranas. Entre ellas, destaca una dieta rica en frutas, verduras, granos integrales y baja en sodio; reducir el consumo de alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas; evitar el alcohol y el tabaco; y realizar al menos 150 minutos de actividad física semanal. Asimismo, recomienda técnicas para gestionar el estrés, como la meditación, y asegurar un descanso nocturno adecuado.
Promoción de mejores políticas públicas
Sin embargo, Celis aclara que la prevención no es solo una responsabilidad individual. Es necesario crear entornos que favorezcan la salud, desde políticas públicas que promuevan una alimentación saludable y espacios para la actividad física, hasta programas educativos que sensibilicen sobre la importancia de controlar la presión arterial desde la adolescencia. “Necesitamos construir una cultura del autocuidado que incluya chequeos médicos regulares, aun cuando no haya síntomas”, enfatiza.
La hipertensión juvenil no solo representa un desafío médico, sino también social. Si no se actúa a tiempo, las consecuencias serán visibles en la próxima generación de adultos con enfermedades crónicas prematuras. Por eso, el llamado de los especialistas es claro: reconocer que esta condición ya no distingue edades, y actuar con decisión para proteger la salud cardiovascular de los jóvenes ecuatorianos.
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