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'Diario de una madre en cuarentena', por Cecilia Tecchi.M. Maggs/Pixabay

Coronavirus | Diario de una madre en cuarentena, día 20: Etapas en épocas de pandemia

"A través de los grupos de WhatsApp he diferenciado diferentes etapas del desarrollo de la pandemia en Guayaquil". Lee esta nueva entrega.

Hoy pude dormir una siestita. Después de tres semanas de cuarentena y coronavirus mi esposo tuvo un día “libre” y le pedí que, por favor, se ocupara de los niños porque necesitaba dormir.

A mi hija le están saliendo los dientes y se pone especialmente llorona por las noches, así que la llevo a nuestra cama y se duerme tomando pecho y no se despega hasta que llega la hora de despertarse. Eso me hace dormir en unas posiciones muy incómodas y me despierto constantemente. Duermo mal, muy mal, en resumen.

Por otro lado, mi hijo, tiene un nivel de energía superior al regular y nos turnamos para incentivarle a que haga actividades que le permitan liberar todo eso. Desde improvisar un juego de básquet en el patio hasta correr ida y vuelta unas 20 veces por la sala de casa.

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En este preciso momento mis hijos y mi esposo están dormidos. No creo que dure más de 15 o 20 minutos la escena, pero es fantástico que suceda para poder tomarme un café tranquila, escribir y tratar de salirme un poco de la pandemia.

Esta mañana me cansé de pensar todos los días qué cosa vamos a comer, así que hice mi clásico menú semanal a partir de lo que tenemos, también como una manera de racionar la comida. Sinceramente, no quiero salir de mi casa ni que mi esposo lo haga. Por eso me surtí de vegetales que se pueden congelar (como la espinaca, a la cual se la blanquea y puede congelarse ya lista para usar) y aquellos que duran bastante, como papa y zanahoria.

Sigo sin poder usar mucho todos los verdes que tengo. Todavía no logramos incorporarlo a nuestra dieta y siento que nos estamos perdiendo de mucho. Muy distinto es lo que me pasa con la cebolla blanca. En serio, no sé qué hago, pero compro unas 10 cebollas medianas o grandes y me duran tres días. En fin, ojalá esto del menú de cuarentena nos sirva para no continuar gastando tanto dinero en comprar comida.

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Porque hay que ser más inteligente que nunca en el empleo de nuestros recursos. Hay que dosificar las horas de televisión y los huevos porque escasean. Hoy le compré la sandía más cara de mi vida a una vecina, pero bueno, es una de nuestras frutas preferidas y no tener que salir a comprarla casi que vale oro.

También huí de un par de grupos de WhatsApp, agotada de tanta noticia falsa y audios y videos con consejos y cosas sin sentido. Es que, como le decía a mi papá esta mañana y, luego, a un amigo, a través de los grupos he diferenciado claramente diferentes etapas del desarrollo de la pandemia en Guayaquil.

Lo primero fue una queja generalizada sobre el servicio telefónico que se habilitó para llamar en caso de sospechar estar infectado. No atendían o decían que irían a la casa y jamás apareció nadie. Luego, siguió la ola de pedidos de ayuda y/o contactos para lograr hospitalizar a ese familiar o conocido enfermo con COVID-19 y que estaba muy mal en la puerta de un hospital sin que nadie le brindara la atención necesaria.

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La tercera etapa comenzó con los cada vez más insistentes pedidos de contactos para conseguir oxígeno y medicinas. Ya me cuesta imaginar de qué hablaremos cuando estas cadenas de ayuda ya no sean necesarias. ¿Seremos capaces de unirnos para otras batallas?

En un cuarto momento, la desesperación de apoderó de todos aquellos que necesitaban, y muchos aun necesitan, que se retire los cadáveres de sus casas.

Hoy avanzamos un paso más allá. En tres de los grupos de vecinos y amigos de Guayaquil varios preguntaron dónde podían comprar, de manera urgente, cal. Créeme que no vas a querer saber para qué.

¿Cómo vive la cuarentena por el coronavirus una madre de dos niños pequeños en Guayaquil, una ciudad que recién conoce y desbordada por la pandemia? Conócelo en 'Diario de una madre en cuarentena'