
Noboa hereda, de él mismo, un Ecuador casi irreconocible
Noboa asume el poder de un Ecuador que no es el mismo que Correa heredó de Palacio y tampoco el mismo que heredó Moreno
En muy raras ocasiones en la historia del Ecuador, un presidente entrante ha tenido que hacerse cargo del legado que quedó tras un mandato suyo propio. Ocurrió con Rafael Correa, que fue reelecto en dos ocasiones: luego de la Constituyente de Montecristi en 2009 y en 2013. Con el acto de posesión del sábado 24 de mayo va a repetirse el fenómeno, esta vez con Daniel Noboa, que repite luego de las elecciones extraordinarias de 2023 que se produjeron después de que el entonces presidente Guillermo Lasso aplicó el recurso de la muerte cruzada.
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Independientemente de la calidad de su gestión durante ese año y medio, el caso de Noboa es extraordinario. Extraordinario no por la calidad de su gestión (buena o mala), sino porque difícilmente es un caso comparable con el resto: fue reelecto y no sufrió de protestas sociales a pesar de que tomó decisiones que antes habrían desequilibrado a cualquier gobierno por la protesta social. Eliminó el subsidio a la gasolina en 2024 y subió el Impuesto al Valor Agregado (IVA) del 12 al 15 %, con el agravante de que lo hizo no para lo que ofreció públicamente (invertir en seguridad), sino que fue utilizado para equilibrar las cuentas del Estado que estaban en situación crítica.
Noboa atravesó momentos críticos que difícilmente habría soportado la gobernabilidad de otro mandante, como los cortes de energía eléctrica, que fueron un calvario para la sociedad ecuatoriana y que en otro momento de la historia del país seguramente habrían disparado una ola de irritación social en las calles. Tampoco fue capaz de mejorar la situación de seguridad en el Ecuador, que es quizá la mayor preocupación de la sociedad y de la que dijo en campaña que iba a ser su más importante tarea.
En resumen, el primer gobierno estuvo marcado por fenómenos graves que no solo habrían puesto en riesgo la gobernabilidad de otro gobierno sino que, además, habrían hecho impensable una reelección. No hay cómo dejar de tomar en cuenta que, poco antes, las protestas que hubo en 2019 y 2022 por el alza en el precio de las gasolinas fueron terriblemente fuertes y violentas. Los gobiernos de Moreno y Lasso tuvieron que dar marcha atrás en su decisión.
Dentro de ese escenario aparentemente apocalíptico, Noboa no solo que no sufrió de protestas sociales como sufrieron sus tres antecesores, incluido Correa, sino que logró conservar su popularidad. Sí, fue reelecto a pesar de que el Ecuador es un país cuya sociedad es inmensamente proclive a los cantos de sirena del cambio y la refundación.
Noboa recibe a su "nuevo Ecuador"
Encontrar una explicación a este fenómeno no es sencillo y es, por principio, tarea para la academia. Sin embargo, hay algo que es seguro: el Ecuador que Noboa hereda, que es el Ecuador que gobernó durante un año y medio, es muy distinto al que había antes de su primer mandato.
Emocionalmente el Ecuador no es el mismo y esa diferencia lo hace, entre otras cosas, impredecible: es un país al que no se lo acaba de conocer del todo aún. Ni mejor ni peor, es un país diferente: lo cual puede deberse a un cambio generacional (el niño que nació en 2007 cuando Rafael Correa llegó al poder, hoy tiene 18 años) o por una transformación de las estructuras sociales y culturales en la sociedad.

Los ecuatorianos han soportado las crisis
Noboa asume en las próximas horas el poder de un Ecuador que no es el mismo que el de 2006, cuando Rafael Correa heredó el país de manos de Alfredo Palacio (+) y que tampoco es el mismo que heredó Lenín Moreno de Correa, o Guillermo Lasso de Moreno. Para bien o para mal, es una sociedad que, por lo que se ha visto durante su mandato, está dispuesta a soportar estoicamente y casi en silencio las miserias de los apagones, el incremento del precio de la gasolina, el aumento de la violencia y los riesgos del autoritarismo.
Y todo esto con los riesgos que ese estoicismo conlleva: ¿es el escenario para el advenimiento de un gobierno dictatorial? Sin duda eso es posible; tan posible como que puede ser, asimismo, el escenario perfecto para la consolidación de una sociedad que logre defender el sistema democrático y que se ponga al hombro la tarea de mejorar las condiciones de vida y convivencia.
Y si no hay cómo perder de vista el país que hereda Noboa en este nuevo mandato suyo, tampoco hay cómo perder de vista al Noboa que desde las próximas horas volverá a gobernar el país y cuyo mandato deberá durar cuatro años. Se trata de una figura cuya praxis política fue autoritaria y muchas veces nada democrática.
El irrespeto de Noboa a las normas
Aunque haya respetado a la prensa y a la disidencia mucho más que el atarbán de Rafael Correa, tampoco hay que dejar de considerar que desconoció las reglas del juego republicano, como cumplir las normas constitucionales en el caso de su vicepresidenta Verónica Abad, y que activó las palancas que tuvo gracias a estar en el poder para herir de muerte a las empresas de la familia de su primera esposa, o para hacer un negocio inmobiliario en la playa con graciosos permisos ambientales conferidos por sus propios funcionarios.
El Ecuador que hoy recibe Noboa es un país distinto y aún muy difícil de identificar. A pesar de todas las dificultades, errores de gestión y gestos de autoritarismo que soportó durante el reciente año y medio, fue una sociedad dispuesta a darle el voto para que sea reelecto por cuatro años más. El Ecuador que ahora Noboa hereda de él mismo es distinto y, por el momento, un misterio.
Las estridencias del cleptocrático y autoritario correísmo se van apagando con su máximo líder en estado de decrepitud; pero eso no es, necesariamente, garantía de que las ansias de autoritarismo se apaguen definitivamente. Ese es el Ecuador que Noboa hereda de Noboa: promisorio pero también peligroso.
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