
Guerra entre Rusia y Ucrania: Territorios en disputa y origen del conflicto
Desde 2022, el conflicto entre Ucrania y Rusia a subido de escala
Desde febrero de 2022, Europa vive una guerra que ha transformado el equilibrio geopolítico mundial. La invasión rusa a Ucrania no solo ha dejado miles de muertos y millones de desplazados, sino que ha reconfigurado alianzas, tensado las relaciones entre potencias y puesto en juego el futuro de regiones históricamente disputadas como Crimea y el Donbás. Aunque los combates continúan, las negociaciones diplomáticas se intensifican, con propuestas que incluyen concesiones territoriales y garantías de seguridad.
El conflicto, sin embargo, no comenzó en 2022. Sus raíces se hunden en décadas de tensiones, acuerdos incumplidos y disputas por la identidad nacional. Crimea, Donetsk y Luhansk no son solo territorios: son símbolos de poder, memoria y estrategia.
Crimea: el punto de quiebre
La península de Crimea, con acceso estratégico al mar Negro, ha sido objeto de disputa entre Rusia y Ucrania durante siglos. Tras formar parte del Imperio ruso desde 1654 y luego de la Unión Soviética, fue transferida a Ucrania en 1954. Sin embargo, en 2014, tras la caída del presidente ucraniano Viktor Yanukovich, Rusia anexó Crimea mediante un referéndum considerado ilegal por la ONU, la OTAN, la Unión Europea y Estados Unidos.

La anexión de Crimea marcó el inicio de una nueva etapa de confrontación. Rusia justificó su acción alegando la protección de la población rusoparlante, mientras Ucrania y Occidente denunciaron una violación flagrante del derecho internacional. Desde entonces, Crimea ha sido militarizada, con la construcción del puente de Kerch como símbolo del control ruso. Ucrania, por su parte, nunca ha renunciado a recuperar la península, lo que convierte a Crimea en uno de los principales obstáculos para cualquier acuerdo de paz.
Donetsk y Luhansk: el corazón del Donbás
Además de Crimea, Rusia exige el reconocimiento de su control sobre las regiones de Donetsk y Luhansk, en el este de Ucrania. Según reveló el Financial Times, el presidente Vladímir Putin considera que la entrega de estos territorios es condición indispensable para poner fin a la guerra. Estas regiones, de mayoría rusoparlante, han sido escenario de combates desde 2014, cuando grupos separatistas proclamaron repúblicas independientes con apoyo del Kremlin.
La guerra en el Donbás se ha intensificado desde la invasión de 2022. Rusia ha logrado avances territoriales significativos, especialmente en Chasiv Yar y Kostiantinivka, puntos clave para el abastecimiento ucraniano. Ucrania, sin embargo, resiste con fuerza, y su presidente Volodímir Zelenski ha reiterado que no aceptará concesiones territoriales que comprometan la soberanía nacional.

Las negociaciones actuales, impulsadas por Estados Unidos y algunos países europeos, contemplan fórmulas que incluyen la neutralidad de Ucrania, garantías de seguridad y la renuncia a ingresar a la OTAN. Pero Zelenski insiste en que la paz debe ser duradera y no una pausa que permita a Rusia reorganizarse para futuros ataques.
¿Qué se pelea realmente?
Más allá del conflicto territorial que persiste entre Rusia y Ucrania, el interés también reside en la influencia occidental y la amenaza que esto representa para el Kremlin. Ucrania siempre ha expresado públicamente sus deseos de se miembro de la OTAN, sin embargo, esta posible anexión significaría una influencia mayor y más cercana de Europa, algo que incomoda a Rusia.
Putin ha enmarcado la guerra como una “operación militar especial” para “desnazificar” Ucrania, una narrativa que ha sido ampliamente cuestionada por medios internacionales y analistas políticos. En contraste, Zelenski ha utilizado los medios y redes sociales para mostrar la resistencia de su pueblo, el sufrimiento civil y la voluntad de defender cada centímetro de territorio.

La guerra también ha revelado el papel de los medios en la construcción de narrativas. Mientras los medios rusos minimizan los ataques y presentan a los soldados como liberadores, los medios occidentales destacan las violaciones a los derechos humanos, los bombardeos a infraestructura civil y el drama de los refugiados.
¿Hay salida?
Las negociaciones recientes entre Putin y Trump en Alaska, aunque sin resultados concretos, han abierto la puerta a una posible cumbre trilateral con Zelenski. Trump ha sugerido que Ucrania podría “acabar la guerra casi de inmediato” si renuncia a Crimea y a su ingreso en la OTAN, una postura que ha generado preocupación en Europa por el riesgo de presionar a Kiev para aceptar condiciones desfavorables.
Mientras tanto, los combates continúan. Rusia intensificó el mes de julio su ofensiva en regiones como Járkiv y Sumy, y Ucrania responde con ataques a puntos estratégicos, incluyendo bases aéreas y el puente de Crimea. La guerra de drones, la escasez de armas y el desgaste humano configuran un escenario complejo, donde cada avance militar tiene un alto costo.
La paz, si llega, será el resultado de concesiones difíciles, presiones internacionales y decisiones que marcarán el futuro de Europa. Pero para millones de ucranianos, lo que está en juego no es solo territorio sino su derecho a existir como nación libre y soberana.