
Ardua reconstrucción en Cuba tras Melissa
Unas 150.000 viviendas dañadas en la isla y 50.000 personas continúan alojadas en refugios
Tres semanas después del paso del huracán Melissa por el poblado de El Cobre, en el este de Cuba, Rosa Cintra, de 80 años, acaba de levantar su pequeña cabaña con tablas y materiales recogidos entre los escombros.
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Sin embargo, aún queda mucho por hacer para que los habitantes de las provincias orientales regresen a la normalidad tras el paso de Melissa, que azotó a una isla ya debilitada por una grave crisis económica, la escasez crónica y una epidemia de chikungunya.
“Buscando pedacitos de zinc y cositas, volví a construir el ranchito, y aquí estoy”, cuenta Cintra frente a su modesta vivienda, construida con materiales diversos y piso de tierra.
Antes del paso del huracán, que castigó a Cuba durante la madrugada del 29 de octubre con categoría 3 (de 5) y vientos de 195 km/h, esta anciana se refugió en casa de su nieta, llevando consigo alguna ropa y su “televisorcito”.
“Lo demás lo dejé aquí porque no pensé que iba a pasar lo que pasó”, agrega la octogenaria, que se muestra alegre por haber podido pasar por fin la primera noche en su casa.
Un amplio plan de evacuación permitió poner a salvo a 735.000 personas en toda la región oriental de Cuba, que no tuvo que lamentar pérdidas humanas, pero Melissa provocó la muerte de al menos 76 personas en el Caribe.
150.000 viviendas resultaron dañadas en la isla y unas 50.000 personas continúan alojadas en refugios, según las últimas estimaciones de la ONU revisadas al alza. También quedaron devastadas unas 160.000 hectáreas de cultivos.
En El Cobre, con unos 7.000 habitantes y ubicado en la provincia de Santiago de Cuba, aproximadamente la mitad de la población todavía no tiene electricidad, declaró vía telefónica a la AFP el párroco Rogelio Dean, responsable del santuario de la localidad.
“Está funcionando el suministro de agua al poblado, aunque la calidad del agua todavía no es la mejor”, agregó el religioso que, como muchos enfermó de chikungunya.
Asimismo, “tenemos médicos (...) que hacen un esfuerzo admirables para atender a las personas que se han contagiado, después que terminan sus turnos de trabajo”, acota.
Según las autoridades sanitarias, la epidemia de chikungunya, que comenzó en julio en la occidental provincia de Matanzas, ya se extendió al resto del país. Un 30% de los 9,7 millones de cubanos ya contrajeron este virus o dengue, de acuerdo con cifras oficiales.
Además de restablecer el servicio eléctrico, el gobierno ha distribuido tejas para ayudar a reconstruir las viviendas afectadas, aunque la cantidad aún no es suficiente.
“Me dieron 23 tejas nada más y se lleva 49 la casa completa (...). Faltan 25”, explica Moraima López, de 56 años.
Paralelamente, la parroquia ha organizado grupos de jóvenes voluntarios para ayudar a los habitantes.
“Hemos levantado cuatro casas, una la levantamos desde cero. Dejamos el señor que vive solo” en “su casa ahí, bien cobijadito”, contó Yoismel Correa, que combina su trabajo como cirujano ortopédico en el hospital del pueblo con esta labor voluntaria.
La provincia de Santiago de Cuba, la segunda más poblada del país después de la capital y donde Melissa tocó tierra tras devastar la vecina Jamaica, sigue siendo hasta la fecha la que registra la recuperación más lenta del suministro eléctrico.
A principios de semana, el 58% de los hogares habían recuperado la electricidad, mientras las demás provincias del este tienen casi normalizado el servicio, según el Ministerio de Energía y Minas.
La ayuda internacional sigue llegando a las provincias, en particular la de la ONU, la Unión Europea, China, Venezuela, México y otros países de la región. Dos aviones con ayuda humanitaria, fletados por la arquidiócesis de Miami, llegaron a Santiago de Cuba y Holguín.
El representante de Naciones Unidas en Cuba, Francisco Pichón, destacó la semana pasada que Cuba “enfrenta una gran desigualdad en el acceso a financiamiento para responder a emergencias” debido al embargo de Estados Unidos.
La exclusión de la isla comunista de las instituciones financieras internacionales deja a la isla con menos herramientas, “en comparación con otros pequeños estados insulares en desarrollo de la región, que pueden acceder a mecanismos de seguro contra catástrofes”, detalló Pichón.
Para el padre Dean, “el obstáculo más grande” en la recuperación sigue siendo levantar la moral de los habitantes: “La gente ha llorado mucho, la gente se ha desanimado mucho”, porque “fue muy duro”, afirma.
Aunque Melissa no causó víctimas mortales en Cuba, según las autoridades, azotó una isla que ya lidiaba con numerosas dificultades: una drástica caída de la producción agrícola e industrial, el debilitamiento de los programas sociales, escasez, apagones generalizados e inflación.
“Podemos decir que estamos en circunstancias al límite”, dice Rogelio de Deán, 45 años, cura de la iglesia del santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, que sufrió también daños materiales.
“La situación de tragedia nacional que nos deja el ciclón se suma ahora a la ya difícil realidad cotidiana de nuestro pueblo”, destacó en un comunicado la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, que lanzó una campaña de donaciones.
En efecto, la tristeza y la desesperación reina entre los habitantes de El Cobre y de otros pueblos de la zona.
“Este ciclón nos ha matado porque nos ha dejado destruidos. Nosotros que ya estábamos pasando tremenda necesidad”, se lamenta Felicia Correa, de 65 años, que vive en un caserío próximo a El Cobre.
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