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Mujeres en la política
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Las mujeres como producto electoral

#ANÁLISIS | Con Gabriela Goldbaum y Soledad Padilla, la violencia machista aterrizó en la campaña. Pero todo es hipocresía

Selectiva sensibilidad la de los correístas: el martes de esta semana se conmovían con el testimonio de una víctima de la violencia machista; el miércoles, su líder máximo (y no habrá un alma entre ellos que se atreva a contradecirlo) predicaba la tolerancia ante la pederastia: grabó un mensaje en defensa del baboso abusador de niñas Evo Morales, a quien aspira a ver nuevamente convertido en presidente de Bolivia, y dijo en ese video que “los líderes fundacionales se cuidan, incluso en sus errores”. Vaya errores los de Morales y vaya forma de persistir en ellos. 

Pero, según Rafael Correa, lo de “fundacional” pesa más que lo de pederasta. Hay que cuidarlo. Así cuidaron también, mientras les fue posible, al difunto Jorge Glas, violador consuetudinario de una niña de 12 años a la que embarazó y padre del delincuente homónimo que trabajó cinco años como vicepresidente de la República, a quien cuidan también de sus errores. 

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Por ejemplo, de las acusaciones que esta misma semana volvieron a lanzarse contra él por… ¡violencia machista! Así las cosas, la filosofía correísta está muy clara: en esto de violar niñas y maltratar mujeres, todo depende de quién. Pero no son los únicos...

La teoría feminista

Dice cierta teoría feminista que el cuerpo maltratado de la mujer es el campo de batalla sobre el que se libran todas las luchas de la historia. Esto resultó rigurosamente exacto en lo que concierne a la campaña electoral ecuatoriana esta semana: se peleó sobre los cuerpos de dos víctimas de la violencia machista: Gabriela Goldbaum, exesposa del presidente de la República, y Soledad Padilla, que fue asistente en la prisión del exvicepresidente Jorge Glas. 

Decir que las partes de la contienda electoral, el correísmo y el noboísmo, las utilizaron en provecho propio, es una verdad a medias: en ningún momento ellas han sido ajenas al papel que les corresponde jugar en las estrategias de campaña. Al contrario, de alguna manera también han utilizado la coyuntura para sus fines personales de búsqueda de justicia. En ese empeño, ambas parecen haber descubierto que, si pueden perjudicar los intereses electorales de sus violentadores, tanto mejor.

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Gabriela Goldbaum fue recibida en comisión general por el Pleno de la Asamblea en su sesión del martes 11. Hubo barras gobiernistas que la presidenta Viviana Veloz mandó a desalojar de los graderíos altos cuando empezaron a manifestarse con gritos y carteles. Su testimonio fue uno de los golpes más duros que ha recibido el candidato presidente Daniel Noboa en esta campaña electoral y el correísmo lo aprovechó, difundiendo los segmentos más dramáticos en las redes sociales.

En 2019 Gabriela Goldbaum estaba embarazada cuando se divorció del ahora presidente y su vida, desde entonces, ha sido un calvario judicial en el que ha corrido con desventaja. En juego está el régimen de tenencia de la niña y Noboa movilizó a un enorme equipo de abogados con los que ha llegado a entablar (parece mentira) 42 juicios a su exesposa y su familia. 

Los allegados de Daniel Noboa reclaman que se trata de un asunto estrictamente privado pero hay varios aspectos aquí que reclaman el interés público: la manera como el presidente se ha servido de su posición y su influencia para ejercer presión sobre los jueces, llegando al inaudito extremo de lograr que uno de ellos cambiara a su favor una sentencia ya pronunciada en tribunales (cuando llegó por escrito a los casilleros judiciales de las partes… ¡era otra!); el uso de la fuerza pública (la policía especializada en niños y adolescentes) para intimidar a la madre; las retaliaciones a los suyos, una poderosa familia dueña de una empresa de seguros cuyos contratos con el Estado fueron anulados por el gobierno… Todo lo cual constituye un ejemplo paradigmático de aquello que interesa a la Asamblea: la violencia vicaria.

Violencia vicaria

Violencia vicaria es aquel tipo de violencia machista que se ejerce sobre terceros (generalmente los hijos, pero no sólo ellos, también los padres o hermanos, como en este caso) con el fin de afectar a la mujer. En la Asamblea reposa, desde 2022, un proyecto de reforma al código penal con el fin de tipificarla como un delito específico. 

Y, claro, con el testimonio de Gabriela Goldbaum, el correísmo lo ha desempolvado justo en tiempos de campaña electoral. Nadie parece haber notado el hecho delirante de que sea una conducta del presidente de la República la que sirva para ejemplificar un nuevo tipo penal que se debate en el legislativo. ¿Existe algún antecedente de algo parecido en cualquier país democrático del mundo?

Los que comparten en redes sociales el video de Gabriela Goldbaum en su intervención ante el Pleno de la Asamblea son los mismos que dan la espalda a otra víctima de la violencia machista que, ese mismo día, martes 11 de marzo, pidió ser escuchada en la Asamblea y no obtuvo respuesta. La historia de Soledad Padilla y el acoso al que un rijoso exvicepresidente convicto la sometió por el crimen de haberle dado calabazas es bastante conocida: él, simplemente, quería acostarse con ella y, en su narcisismo, era incapaz de concebir que ella prefiriera a su novio, el hoy asambleísta de gobierno Ferdinan Álvarez. Así que les hizo la vida imposible a los dos. 

El bloque oficialista había planteado que se recibiera también a ella en comisión general pero la presidenta correísta de la Asamblea, Viviana Veloz, se negó. Seguramente porque Glas puede pasar como “líder fundacional” de su movimiento y a los líderes fundacionales hay que cuidarlos por pederastas, violadores o maltratadores (o rateros, sí, también rateros) que sean. Así lo ha dispuesto el macho alfa.

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No se quedó callada Soledad Padilla. En su cuenta de X empezó a difundir chats y segmentos de conversaciones que revelan la parte más truculenta de su historia: la de cómo las mujeres del movimiento político le dieron la espalda y apoyaron a Jorge Glas. Había recurrido a ellas ilusamente convencida de que aquello de la sororidad y el yo-te-creo-hermana tenía algún significado y se dio con la piedra en los dientes. Padilla publica, por ejemplo, un chat con Marcela Aguiñaga: la actual prefecta del Guayas luce más preocupada de lo que pueda publicarse que del daño infligido a la víctima del maltrato. “Eso afectaría a JG, al movimiento y a Luisa”, escribió. 

También cuenta lo que le dijo la asambleísta Sofía Espín: “tienes que disculparlo, él estuvo preso”. Revela que llegó a hablar con el mismo expresidente prófugo (Jerónimo, según su identidad de chat) y que la mandó a callar como mandaría a callar a las víctimas de Evo Morales: por cuidar al “líder fundacional”. Pero la revelación más importante (la más significativa, por lo menos), es la que pensaba soltar en su intervención ante el Pleno de la Asamblea y que compartió con este Diario: lo que le dijo Luisa González, ya en ese entonces candidata para las elecciones de 2023. Dice Padilla que ella le habló con el corazón en la mano: “Querida Luisa, perdón, candidata, espero que recuerde aquellas tres horas de lágrimas en su casa, cuando me dijo que me protegería”. La respuesta fue abrumadora: “Sol, es que para ellos somos un producto”.

Si lo que cuenta Soledad Padilla es cierto, la candidata de Rafael Correa resulta ser mucho más lúcida de lo que parece. Salvo que, imbuida completamente en el papel de producto que le han asignado, no se permite serlo en público.

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