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Arturo Moscoso: Vuelven, pero nunca se fueron

Avatar del Arturo Moscoso Moreno

Así, de un lado y del otro, la democracia se defiende a conveniencia...

Son ellos, los “demócratas precarios” que describe Eduardo Dargent: esos que solo abrazan la democracia cuando son oposición y la tiran por la ventana en cuanto están -o son cercanos- al poder. Antes eran opositores acérrimos al correísmo, con discursos inflamados contra el autoritarismo y la concentración de poder. Con la deriva autoritaria actual, esos mismos celebran con pancartas los ataques a la institucionalidad que, si vinieran con firma de Correa, habrían denunciado como populismo autoritario. Hay quienes lo hacen con entusiasmo genuino; otros, por conveniencia calculada. Mientras tanto, están los que avalan todo con la comodidad del silencio cómplice.

Y esto se acompaña con innovaciones retóricas: lo que ayer era “peligroso retroceso democrático”, hoy se vende como “el nuevo Ecuador”. Un giro de mercadotecnia bien pulido: el mismo autoritarismo, disfrazado de progreso y eficiencia, suena más aceptable.

Pero, ojo, esta precariedad democrática no es monopolio de exopositores reciclados. También está del otro lado: correístas que durante años celebraban cada golpe a la prensa, cada juez obediente, cada ley hecha a medida del líder. Entonces la institucionalidad era un estorbo. Ahora han descubierto -aunque esto seguro que siempre lo supieron- que el abuso de poder es inaceptable y que la independencia judicial es vital. Se indignan con la misma intensidad con la que antes defendían a capa y espada cualquier abuso.

Así, de un lado y del otro, la democracia se defiende a conveniencia: el color de la camiseta define si una medida es un atropello o una muestra de ‘liderazgo’ y ‘firmeza’ (como los de ‘Firmes’, tal cual burros en aguacero). Nos indigna el abuso… pero solo cuando nos toca. Y mientras tanto, el país sigue atrapado en esta lógica de hinchada política, donde la coherencia es un lujo y la memoria colectiva dura lo que un ‘trend’ de TikTok.

No se trata de ideología, sino de oportunismo: hoy aplaudimos el abuso si es de los nuestros, mañana lo denunciamos con furia si es del adversario. Y por eso, los demócratas precarios vuelven, porque nunca se fueron.