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Guayaquil y Quito, a la expectativa de cambios en las seccionales de febrero

Ambas ciudades enfrentan la revalidación o la búsqueda de un modelo que permita la estabilidad de sus ciudadanos

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El Municipio de Guayaquil ha tenido como alcaldes a figuras del socialcristianismo por alrededor de 30 años.ARCHIVO

Luego de cuatro años de espera, Guayaquil y Quito, como el resto de los 219 cantones del país, se enfrentan a un nuevo proceso eleccionario local el domingo 5 de febrero próximo que, según expertos consultados por Diario EXPRESO, tendrá como principal característica la revalidación de un modelo, en el caso de la urbe porteña, o la búsqueda de uno que brinde continuidad y estabilidad, en el caso de la ciudad capital de la República.

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En los últimos 30 años, Guayaquil se ha convertido en un bastión del Partido Social Cristiano ubicando, en las últimas siete elecciones seccionales, tres alcaldes de la misma organización política. La ‘buena racha’ del socialcristianismo inició con León Febres-Cordero, quien venía desempeñándose como primer mandatario del Ecuador hasta 1988 y, cuatro años después, con un discurso disruptivo, ganó la Alcaldía de Guayaquil con el 65,2% de los votos.

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Tras dos períodos como burgomaestre, León Febres-Cordero cedió su trabajo a Jaime Nebot Saadi, quien fungió como diputado nacional hasta el 2000, y ganó las elecciones seccionales con el 71,81% de los votantes bajo la promesa de continuar con varios proyectos empezados por su predecesor como, por ejemplo, la finalización e inauguración del malecón de la urbe porteña.

La administración de Nebot y el modelo socialcristiano fue revalidado en tres ocasiones posteriores hasta que, en 2019, el partido apostó por Cynthia Viteri, quien tres años antes fue asambleísta nacional, para que continúe con el proyecto político. En dicha contienda, Viteri ganó con el 52,60% de los votantes y, al igual que sus predecesores, bajo la promesa de continuar obras, como la Aerovía, y emprender nuevos proyectos para la ciudad.

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Mientras tanto, en Quito no se puede hablar de un modelo de gestión hegemónico de los últimos años y, más bien, la inestabilidad política y la ingobernabilidad han marcado casi una década con la presencia de hasta cuatro organizaciones políticas al mando de la capital de la República. El último alcalde que contó con un Concejo Metropolitano de mayoría fue Augusto Barrera, quien llegó al cargo con el 43% de votos y auspiciado por la extinta Alianza PAIS.

Su sucesor, Mauricio Rodas, quien llegó a la Alcaldía de Quito por el movimiento SUMA, logró un 58%, sin embargo, no obtuvo un importante número de concejales, lo que complicó su administración, además de las sombras que surgieron alrededor de su administración como alcalde de la capital. Panorama que, en 2019, permitió que Jorge Yunda, quien fue auspiciado por el movimiento Unión Ecuatoriana, llegue al Cabildo quiteño con el 21% de votos.

La baja aceptación ciudadana de Yunda no solo que le impidió llegar con un grupo fuerte de concejales (aunque al inicio contó con una mayoría), sino que, por la dispersión del voto, hizo que su administración llegue débil. Esto, sumado a los escándalos y denuncias de presunta corrupción, desembocó que en 2021 fuera destituido como alcalde de la capital y Santiago Guarderas asuma el manejo de la capital de la República desde la Alcaldía.

Con la llegada de Guarderas, actualmente el Municipio de Quito vive una etapa de transición sin que haya logrado consolidar un respaldo ciudadano y con un Concejo Metropolitano que, luego de la destitución de Yunda, le ha dado cierta tregua, a la espera de estas elecciones seccionales. Comicios que según oficializó el Consejo Nacional Electoral, cuenta con 12 candidatos inscritos que competirán por asumir la Alcaldía capitalina para darle otro rumbo.

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En 1992, León Febres-Cordero, exalcalde de la urbe porteña y ex primer mandatario, instauró un modelo de gestión que ha perdurado por alrededor de 30 años en la ciudad. Una impronta originaria del Partido Social Cristiano que, según expertos consultados por EXPRESO, ya no depende solo de sus figuras, sino del candidato que logre identificar y canalizar las variaciones de una estructura que, según señalan, el guayaquileño promedio no está dispuesto a cambiar.

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“Normalmente la gente anhela un cambio cuando se avecina una elección, pero al votar, el ciudadano evalúa si está contento o no con el modelo actual”, sostiene Jorge León, consultor político y director del Instituto Internacional de Marketing y Comunicación, quien además señala que el común de los guayaquileños “no está dispuestos a aventurarse a algo nuevo cuando ya existe un modelo que, con sus críticas y todo, les funciona”; y que eso es algo que se ha ratificado a lo largo de varias elecciones.

Sin embargo, según continúa, dicha afinidad por el modelo actualmente no está estrechamente ligada con las figuras socialcristianas, sino por aquel candidato que identifique las falencias de la estructura sin que ello implique amenazar con su reemplazo total. “Ninguno de los once aspirantes propone un cambio de modelo porque, de alguna manera, consideran que es el ideal, pese a los cambios que deseen hacerle”, sostiene León.

LEON FEBRES CORDERO
León Febres-Cordero en un recorrido por Guayaquil cuando era alcalde de la ciudad.ARCHIVO

Pese a ello, Oswaldo Moreno, consultor político, recuerda que la búsqueda de ratificar el modelo “no exime (de analizar) los errores que se hayan podido cometer (en la estructura del modelo)” y que esa es una respuesta que los ciudadanos dejarán clara el 5 de febrero próximo, el día de las elecciones seccionales. Decisión que estará influenciada por la autocrítica que pueda hacer la alcaldesa Cynthia Viteri que busca reelegirse o por alguno del resto de candidatos que prometa modificar dichos errores.

Escenario que, según explica Moreno, implica una renovación de ideas, e incluso de liderazgo, en deudas que el modelo también ha dejado. “El tema de los trabajadores informales, el patrimonio cultural y otros son parte de lo que queda por mejorar”, continúa y señala que dichos ‘puntos flacos’ no invalidan las aristas de una estructura que, pese a sus críticas, ya venía funcionando en la urbe porteña. “En el modelo puede haber transformaciones”, sostiene.

Sobre las sombras que han surgido en la última representante del modelo socialcristiano, la alcaldesa Cynthia Viteri, León señala que “las irregularidades pueden incidir (en desechar o no un modelo) siempre y cuando (las investigaciones o dudas) sean corroboradas”. Sin embargo, anota que, actualmente, “el ecuatoriano en general considera que el político es corrupto y lo que le interesa es que quien gane la Alcaldía le resuelva las necesidades de su metro cuadrado. Eso no permea la decisión”.

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El panorama pinta poco halagador. Aunque una de las condiciones para que Quito se enrumbe es que adquiera un mínimo de gobernabilidad y estabilidad política, las posibilidades de que eso suceda con las elecciones seccionales del 5 de febrero parecen muy poco probables.

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Al analista político, especializado en temas de la ciudad, Marcel Merizalde, le parece que dos son los escenarios que hacen prever que ese ambiente de consensos políticos por la capital aún están lejos de concretarse. Por un lado, todo apunta que quien triunfe como alcalde lo hará con un porcentaje bajo, lo que minará su representatividad.

Por el otro, es poco probable que el triunfador llegue a la Alcaldía de Quito respaldado por un buen número de concejales y, por lo contrario, podría tener un Concejo Metropolitano o de oposición total o de mayorías móviles. “Los concejales llegarán de diferentes fuerzas políticas, algunos serán personas sin experiencia política y eso hace prever inestabilidad”, señaló Merizalde.

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El Concejo Metropolitano de Quito liderado por Yunda se caracterizó por las pugnas internas.Archivo/ EXPRESO

Ricardo Buitrón, quien es parte del Cabildo Cívico de Quito, una entidad de la que participan varias organizaciones sociales de la ciudad, incluso dijo que la falta de representatividad que eventualmente podría tener el próximo alcalde podría plantear la necesidad de pensar en un cambio de autoridades, si en los primeros doce meses de gestión no se logran los acuerdos que requiere la ciudad. “Me preocupa mucho que ese sea el escenario que nos espera, que sería muy grave”, señaló.

Mientras tanto, en la ciudad hay una serie de problemas que esperan resolución urgente, que no pueden esperar a que se zanjen las disputas políticas. Merizalde se hace eco del sentir ciudadano que considera que la inseguridad es el mayor problema que aqueja a la capital y que “lo segundo es el tema de la economía que en Quito ha caído dramáticamente y requerirá inversión”.

Buitrón va más allá. Dice que todos los problemas de la ciudad no encontrarán solución si primero no se ataca a dos en particular: las estructura administrativa actual que tampoco ayuda a la gobernabilidad por la existencia de secretarías, administraciones zonales o entidades que no coordinan acciones entre sí y duplican funciones . “Lo otro es el tema ambiental. Quito vive una crisis en ese aspecto, al punto que el Municipio ha sido sentenciado por las descargas de aguas residuales”, dijo.