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Tzach Sarid: Engaños con consecuencias mortales

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En una toma se ve el brazo musculoso de un secuestrador, bien alimentado: evidencia de quién sí accede a la comida y quién no

En los últimos días, grandes medios de comunicación -como The New York Times, CNN, Time Magazine y algunos más- difundieron fotos de niños palestinos extremadamente delgados en Gaza. Se mostraron como prueba de una hambruna causada por Israel. Esa conclusión, tomada sin verificación, es incorrecta y peligrosa.

El caso más viral: Muhammed al-Matouq. Se dijo que su estado era producto del “bloqueo” israelí. La verdad omitida: nació con parálisis cerebral y padece otras enfermedades crónicas que explican su aspecto. En las mismas imágenes aparece su hermano Joud, de tres años, con peso normal. Si hubiese una hambruna generalizada en ese hogar, ¿cómo se explica esa diferencia? Ese dato básico fue ignorado.

A partir de esa y otras fotos, se afirmó que Israel usa el hambre como arma. Antes de repetir titulares conviene preguntar: ¿de dónde salen las cifras que vemos a diario? “Más de 30.000 muertos”, “niños muriendo de hambre”, “colapso total”. Provienen de una sola fuente: el Ministerio de Salud de Gaza.

¿Quién controla ese ministerio? La organización terrorista Hamás, que gobierna la Franja desde 2007. Hamás decide qué se publica, qué se oculta y cómo se presentan datos para presionar a Israel. Así, muchas cifras no han sido verificadas por actores neutrales. Son números entregados por una organización armada con claros intereses políticos.

Esas cifras alarman y moldean la opinión pública, también en Ecuador. Pero la pregunta clave es: ¿qué tan confiable es la fuente y cuál es su objetivo? La verdad incómoda: sí hay hambre en Gaza, pero no como “política oficial” de Israel, sino por la estrategia criminal de Hamás, que roba la ayuda que llega, entorpece su distribución y la usa para autofinanciarse. Mientras tanto, los verdaderamente hambrientos quedan silenciados.

Casi nadie habla de los rehenes israelíes secuestrados por Hamás. Muchos llevan nueve meses bajo tierra, sin luz, atención médica ni alimentación suficiente. En videos recientes, Evyatar David y Rom Braslavski aparecen tan demacrados que apenas pueden hablar o caminar. En una toma se ve el brazo musculoso de un secuestrador, bien alimentado: evidencia de quién sí accede a la comida y quién no. Sobre esto no hay portadas internacionales.

Privar deliberadamente de alimentos a los rehenes es tortura. Los liberados relatan raciones mínimas durante semanas, obligados a mirar a sus captores comer banquetes. ¿Por qué estas historias no conmueven al mundo con la misma fuerza? Porque demasiados medios replican sin cuestionar la narrativa que Hamás impone desde Gaza o carecen del rigor para contextualizar.

El costo de esta propaganda es alto: alimenta el antisemitismo, impulsa condenas basadas en falsedades, anima a Hamás a repetir su estrategia de victimización y sabotea negociaciones para liberar rehenes y acordar altos el fuego. Peores aún son las consecuencias sobre la opinión pública: millones fueron manipulados. Las ‘fe de erratas’ no reparan el daño; la mentira ya circuló.

Se deben disculpas.

No solo a Israel por difamación, si no a los ciudadanos del mundo, por haber sido usados y manipulados en una cruel campaña de desinformación destinada a proteger a un grupo terrorista.