
Guardias indígenas: ¿resistencia ancestral o riesgo subversivo?
Bajo el paraguas de la autodeterminación se gesta una estructura organizada para la defensa de los territorios
Un grupo de jóvenes apunta al cielo en la provincia de Imbabura. En sus manos no hay fusiles, pero sí tubos de metal convertidos en improvisados lanzagranadas. El blanco es un helicóptero militar que sobrevuela la zona. La escena, ocurrida esta semana, refleja hasta dónde ha escalado el fenómeno de las guardias indígenas en Ecuador: colectivos cuya razón de ser es defender a sus comunidades, pero que han incorporado tácticas de confrontación directa contra el Estado.
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Hoy, la Policía calcula que existen 1.787 miembros activos en distintas guardias indígenas y comunitarias distribuidas en todo el país. Operan en la Amazonía, la Sierra y la Costa; con nombres como Wio, Arutam, Sinangoe o Yuturi-Warmi, pero con un patrón común: jerarquía interna, entrenamiento físico y un radical discurso político.
En Pastaza, Morona Santiago y Napo se han identificado guardias con hasta 150 integrantes, entrenados en defensa personal, uso de armas de fuego y ancestrales, escudos y toletes, tácticas antimotines y más. Aunque su formación incluye valores comunitarios, la disciplina, la identidad cultural, y la defensa del territorio, para la Policía, su capacidad de acción los asemeja a una fuerza de choque organizada.
Los antecedentes
Los antecedentes son reveladores. En 2016, la guardia Wio del pueblo Sarayaku retuvo a 11 militares que habían ingresado a su territorio. En octubre de 2019, durante las protestas contra el retiro del subsidio a la gasolina, no solo resguardaron marchas, también protagonizaron enfrentamientos violentos.
En 2020 realizaron entrenamientos binacionales en la frontera con Colombia. Para los agentes que los investiga, esto levantó dudas sobre sus posibles vínculos con grupos armados.
Una figura clave
El avance no ha sido improvisado. Una figura clave es Robert Molina, instructor del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), en Colombia, quien ha participado en capacitaciones a grupos como Tallak Runakuna, en Pastaza.
Para la Policía, experiencia colombiana, marcada por la influencia de movimientos armados en territorios indígenas, introduce un elemento inquietante: la profesionalización de la instrucción.
El componente ideológico
A esto se suma el componente ideológico. Líderes como Leonidas Iza han insistido en que los pueblos indígenas son un “grupo vulnerable atropellado por el Estado”. El discurso conecta con planteamientos de izquierda radical que rechazan la institucionalidad.
En encuentros juveniles organizados por la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (Cofenaie) y la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica) se ha resuelto fortalecer las guardias como una “instancia organizativa de cuidado y control de la integridad territorial y socio cultural de las comunidades y territorios indígenas”.
Los entrenamientos más recientes, como el de febrero de 2025 en la comunidad Tsuraku, marcaron un salto: se fabricaron escudos comunitarios, se practicaron técnicas de neutralización de personas y bienes, y se reforzó la comunicación estratégica con radios UHF, satélites y transmisión por streaming. Todo esto configura una red con capacidad de movilización rápida y de impacto mediático.
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