Jenner Rogel Córdova vende antenas y controles remotos para TV, en la Lizardo Ruiz, en Cotocollao, norte de Quito. Desistió de las diálisis, debe trabajar para sobrevivir.
Jenner Rogel Córdova vende antenas y controles remotos para TV, en la Lizardo Ruiz, en Cotocollao, norte de Quito. Desistió de las diálisis, debe trabajar para sobrevivir.Franklin Jácome/ EXPRESO

Entre mendicidad y comercio callejero: así se refleja la crisis en Quito

Cuatro de cada 10 personas no alcanzan a cubrir sus gastos al mes en la capital, dice Secretaría de Inclusión del Municipio

Los especialistas explican que los síntomas de la precariedad se reflejan con crudeza en las calles: mayor mendicidad, adultos mayores y familias sin techo, y explosión de comerciantes autónomos en las aceras o en zonas concurridas. La dificultad para subsistir, incluso para adquirir productos tan básicos como los alimentos, se torna parte de la rutina de cierta población en Quito.

Jenner Rogel Córdova, de 54 años, nació en Machala, pero llegó a la capital cuando tenía 11; se graduó de bachiller en el Colegio San Pedro Pascual, en el centro. Basta conversar unos minutos con él para notar que sufre. Acepta la entrevista y cuenta que todos los días compra el diario Extra, de Granasa; sostiene un ejemplar en las manos. Llena el crucigrama.  

Sentado en la grada de acceso a una tienda, coloca frente a él, en la acera, alrededor de 50 objetos: antenas, controles remotos para televisor y estuches. También su muleta. Desde hace 40 años vende en las calles; antes de la reubicación en los centros comerciales del ahorro, en el 2003, se movía por La Marín. Ahora trabaja en la calle Lizardo Ruiz, en Cotocollao, norte de la urbe.

“No hay dinero. La gente no tiene. Si no hay ventas, reúno 3 dólares y en un buen día, 20. Entonces compro un pollo, en 5 dólares, y cocino en casa con mi pareja, que vende pinzas de ropa por el centro”, cuenta.

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Desistió de las diálisis porque debe trabajar para sobrevivir

Por la crisis, a Rogel le alcanza para dos comidas diarias: desayuno (café negro con pan) y cena. Arrienda un lugar en el Mercado Mayorista, en el sur, por $150 al mes. En la calle pasa de 09:00 a 17:00 y llega a casa a las 19:00, luego de tomar la Ecovía y un autobús en La Marín.  

Con la mano se seca las lágrimas cuando relata que hace tres años se le detectó insuficiencia renal en el Hospital Pablo Arturo Suárez. “Estoy desahuciado. Renuncié a hacerme las diálisis, yo no tengo quién me cuide, trabajo para vivir”.

En Quito, 40 % de la población vive con menos del Salario Básico

Esos testimonios van de la mano con los datos preliminares de un estudio que se presentará próximamente y que compartió Jacques Ramírez, secretario de Inclusión del cabildo: el 40 % de la población en Quito vive con menos del salario básico (470 dólares al mes) y cuatro de cada diez personas no alcanzan a cubrir sus gastos mensuales. Además, recordó que, al igual que pasa a escala nacional, cuando se les pregunta a los jóvenes, buena parte de ellos planea migrar.

Las administraciones zonales reportan más adultos mayores abandonados. Hay empobrecimiento de la población; por la falta de empleo pleno, trabajan en la calle.

Jacques Ramírez/ Secretario de Inclusión

Otros testimonios de la pobreza en Quito

También por la Lizardo Ruiz, a unos pasos de la calle John F. Kennedy, frente a la feria libre de La Ofelia, Silvia Oña, de 50 años, les da vuelta a tortillas de maíz con queso. Vende cinco por un dólar. En cada jornada, de 07:00 a 19:00, busca despachar 200. Así ha mantenido a sus cuatro hijos, de 23, 22, 21 y 12 años, desde su primer embarazo.

A la mujer le parece que en este último año (2025) la situación económica se ha puesto más dura. La gente ya no avanza a gastar en comida preparada, dice, entrevistada el jueves 2 de octubre del 2025.

“No hay trabajo. Nosotros ganamos al día”, remarca y recuerda que los viernes la calle se llena, pues llegan vendedores de morocho, salchipapas, empanadas, pizza, habas con choclos... “Cuentan que les han botado de los trabajos y no tienen otra forma de ganarse el sustento”.

"La gente solo busca sobrevivir"

Silvana Haro, especialista en políticas de protección social, afirma que el trabajo infantil, la mendicidad, la presencia de adultos mayores en la calle, así como el trabajo autónomo, son la muestra concreta de las dificultades económicas y del incremento de la pobreza en ciudades como Quito.

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Los mecanismos de protección se diluyen y la gente busca sobrevivir”, señala Haro. Grandes tiendas, comenta, entregan a consignación productos chinos a los vendedores y ellos, al fin del día, obtienen pocas ganancias.  

“En las calles se mimetiza la presencia de niños y niñas en condiciones de trabajo infantil y venta y consumo de drogas. La pobreza, siempre decimos, es la madre de todas las violencias, envuelve a las personas más vulnerables. No hay equipos suficientes para darles atención integral y sacar a guaguas expuestas de estos espacios”.

Más niños "trabajadores"

Según Andrés Real, coordinador de servicios sociales del Patronato, en este año han identificado un incremento de la mendicidad y de habitantes de calles o personas sin hogar, que en su momento tuvieron una mejor situación económica y ya no pueden sostenerse. Además, han ubicado a padres que señalan que “les están enseñando a ser responsables a sus hijos”, aportando a la casa a través del trabajo infantil.

“Es un patrón cultural, quieren ‘dar pena’, por eso llevan a niños a semáforos, parques y plazas, para recibir monedas o que les compren sus productos”.

Hay 13 Centros Guardianes de la Niñez, en Chiriyacu, La Ofelia y Calderón, etc., para combatir el trabajo infantil. Así los padres tienen un lugar para dejar a sus hijos.

En la 6 de Diciembre y Granados, norte de Quito, hombres esperan con herramientas, en busca de trabajos ocasionales.
En la 6 de Diciembre y Granados, norte de Quito, hombres esperan con herramientas, en busca de trabajos ocasionales.EXPRESO.

La rutina de un adulto mayor

Andrés, de 74 años, arrienda un espacio en Santa María de Cotocollao Alto. Tiene ocho hijos, pero vive solo. Vende bolos helados desde hace diez años, en un coche que mueve por las calles de La Delicia y traslada en bus. Gana seis centavos por cada bolo.  

“En agosto, una brigada del MIES dijo que me daría el bono, pero no sé si me aprobarían, quisiera saber dónde averiguar porque necesito”, apunta. ¿Almorzó? “Traigo arroz con carne en tarrina, para comer, aunque sea frío, mientras trabajo porque recorro de 10:00 a 16:00, para reunir algo”.

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