
Zapatos, papel y biocombustible hechos con residuos agrícolas y bacterias
Universitarios desarrollan soluciones para la industria y el consumo responsable
¿Se imagina usar unos zapatos elaborados de bacterias cultivadas? La Universidad de Guayaquil, con el apoyo del Centro de Emprendimiento Innovug, impulsa las ideas de negocios que tienen sus alumnos, lo que ayuda a que al graduarse creen negocios y, con ello, nuevas plazas de trabajo.
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La Facultad de Ciencias Químicas ha convertido la investigación en un motor de innovación sostenible. Bajo la dirección de la docente investigadora Augusta Jiménez, se desarrolla el proyecto de polímeros con propiedades antimicrobianas, que aprovecha residuos agroindustriales para transformarlos en materiales de alto valor agregado.
Jiménez trabaja junto a otros investigadores como Jorge y Teresa Mesa, quienes cultivan la bacteria Acetobacter xylinum. Esta, a través de su metabolismo, genera nanofibras que se convierten en láminas de celulosa bacteriana. “Este material puede reemplazar al cuero y servir para fabricar zapatos que podrían costar entre 20 y 30 dólares”, explica.
La celulosa bacteriana se alimenta de residuos de café o té, lo que convierte el proceso en un ejemplo de economía circular. A partir de ella y de otros subproductos agrícolas, el equipo de alumnos y profesores ha desarrollado otros tipos de productos como el papel hecho con pitahaya y raquis (tallo que sostiene los racimos) de banano y maíz; tableros de cascarilla de arroz; o paneles de coco para construcción y bioplásticos a base de cáscara de banano con aceites esenciales.

Incluso han incorporado nanopartículas de cobre y zinc para crear envolturas con efecto antimicrobiano, capaces de proteger alimentos de la contaminación bacterial.
El estudiante José Caicedo, de décimo semestre de Ingeniería Industrial, aporta con un emprendimiento que surgió de su afición por la parrilla: briquetas ecológicas elaboradas con cáscara de coco, un residuo abundante en Guayaquil.
“A diferencia del carbón tradicional, que proviene de la tala de árboles, nuestras briquetas son reciclables, ecológicas e innovadoras. Generan menos humo gracias a su compactación y representan una alternativa sustentable para asaderos y hogares”, detalla. Actualmente produce 50 kilos mensuales y trabaja en la fabricación de maquinaria para incrementar su producción.
Otra de las apuestas disruptivas del proyecto es la nanocelulosa, extraída de fibras de banano, maíz, coco y mango. Este material, con estructura en nanoescala, ofrece dureza y flexibilidad, al punto de considerarse un potencial reemplazo del acero en el futuro.
“Se habla de que quien domine la nanocelulosa tendrá más poder que con el oro. Ecuador, por su riqueza agrícola, tiene una oportunidad única en este campo”, afirma Jiménez.
La innovación también apunta a la salud y el bienestar. La docente Denisse Caguana Baquerizo, junto a un equipo multidisciplinario, lidera el desarrollo de Samay Gum, unas gomitas antiestrés hechas con valeriana. “El estrés genera ansiedad, depresión y problemas crónicos. Nuestra idea fue transformar una planta medicinal con sabor poco agradable en un producto natural, amigable y con presentación atractiva”.

Gracias al acompañamiento de Innovug, el emprendimiento ya cuenta con nombre, estrategia de marketing y proyección comercial. El equipo busca obtener el registro sanitario para distribuir el producto en supermercados y centros naturistas.
“Queremos transformar la matriz productiva, dar valor agregado y preparar a los estudiantes no solo para ser empleados, sino para generar sus propios emprendimientos”, subraya Caguana.
Los proyectos combinan ciencia, sostenibilidad y emprendimiento, con un hilo conductor: convertir los residuos en recursos. Desde zapatos de celulosa bacteriana hasta biocombustibles de coco y gomitas naturales contra el estrés, las investigaciones muestran que el futuro de la innovación ecuatoriana puede estar en los laboratorios, pero también en los campos agrícolas y en la creatividad de sus estudiantes.
No obstante, necesitan más apoyo para que esas buenas ideas no se queden únicamente en los salones de clases. Los alumnos esperan que bancos, gremios y empresarios se interesen en sus investigaciones para crear las nuevas industrias del país.
Un plan para gestión del agua de lluvia
Plastigam Wavin, junto a docentes y estudiantes de la Facultad de Ingeniería Civil y Ciencias Aplicadas de la Universidad Central del Ecuador, entregó el proyecto piloto Jardín de Lluvia - Urban Living Lab EcoRain. La idea es maximizar la captación y reutilización del agua de lluvia.
El sistema no solo gestiona el agua de forma responsable, sino que contribuye a la reducción de islas de calor, fomenta la biodiversidad urbana y fortalece la resiliencia de los espacios construidos.
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